Abdulrazak Gurnah, el Premio Nobel que narra las heridas del exilio y el colonialismo
Nacido en Zanzíbar, radicado en Inglaterra, el escritor se basó en su propia experiencia para contar el drama de vivir entre dos culturas que se rechazan entre sí
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NUEVA YORK
La Academia sueca volvió a sorprender. El jueves le otorgó el Premio Nobel de Literatura –considerado ampliamente como el reconocimiento literario más prestigioso del mundo– a un escritor africano que se exilió en Gran Bretaña a fines de las década del 60 y que no figuraba entre los favoritos.
Autor de diez novelas, Abdulrazak Gurnah fue reconocido la semana última por su “discernimiento compasivo y sin concesiones de los efectos del colonialismo y el destino del refugiado en el abismo entre culturas y continentes”.
Gurnah creció en la isla de Zanzíbar, un archipiélago frente a la costa de Tanzania, y de chico nunca consideró la posibilidad de ser escritor. “Nunca se me ocurrió”, dijo en una entrevista. “No era algo que pudieras imaginar cuando eras pequeño: ‘Quiero ser escritor’”. Por entonces, suponía que se convertiría en “algo útil, como un ingeniero”.
Pero en 1964 su destino dio un giro. Gurnah tenía entonces 18 años y un levantamiento violento lo forzó a huir a Inglaterra. En medio de la pobreza, entre la carencia y la nostalgia por su tierra, comenzó a escribir entradas sobre su hogar en su diario; luego empezó a escribir anotaciones más largas, y después historias sobre otras personas. Esas reflexiones dispersas y el hábito de escribir para comprender y documentar su propia situación finalmente lo llevaron a completar su primera novela. Las obras que siguieron exploran también el trauma persistente del colonialismo, la guerra y el desplazamiento. “Para mí, lo que motivó la experiencia de escribir fue la idea de perder tu lugar en el mundo”, dijo.
Gurnah, de 72 años, es el primer escritor negro en recibir el Nobel desde que lo obtuviera Toni Morrison en 1993. Algunos analistas consideran que fue seleccionado como un modo de saldar una deuda pendiente desde hace mucho tiempo, después de años de una serie de galardonados europeos y estadounidenses. Es el primer africano en ganar el premio en más de una década, precedido por el nigeriano Wole Soyinka en 1986, el egipcio Naguib Mahfouz, quien ganó en 1988, y los sudafricanos Nadine Gordimer en 1991 y John Maxwell Coetzee en 2003. La novelista británica criada en Zimbabwe (entonces Rodhesia) Doris Lessing recibió el premio en 2007.
En medio de la tensa especulación antes del anuncio del jueves 7 de octubre, el premio de literatura fue criticado por la falta de diversidad entre sus ganadores. La periodista Greta Thurfjell señaló en el periódico sueco Dagens Nyheter que 95 de los 117 galardonados con el Premio Nobel eran de Europa o Estados Unidos, y que solo 16 eran mujeres. “¿Realmente puede continuar así?”, se preguntó.
En sus diez novelas, Gurnah ha explorado con frecuencia los temas del exilio, la identidad y la pertenencia. Entre ellas, Memory of Departure, Pilgrims Way y Dottie, que tratan sobre la experiencia de los inmigrantes en el Reino Unido. Paraíso, preseleccionado para el Premio Booker en 1994, narra la historia de un niño en un país de África Oriental marcado por el colonialismo; y Precario silencio sigue el derrotero de un joven que parte de Zanzíbar rumbo a Inglaterra, donde se casa y se convierte en maestro. Su obra más reciente, Afterlives, explora los efectos generacionales del colonialismo alemán en Tanzania y el modo en el que dividió a las comunidades.
Anders Olsson, presidente del comité que otorga el premio, dijo en la conferencia de prensa del jueves que Gurnah “es reconocido como uno de los escritores poscoloniales más destacados del mundo. Ha incursionado sistemáticamente y con gran compasión en los efectos del colonialismo en África Oriental y sus consecuencias en la vida de las personas desarraigadas y emigrantes”.
Los personajes de sus novelas, señaló Olsson, se encuentran “entre la vida que dejaron atrás y la vida por venir, confrontan el racismo y los prejuicios pero también se convencen a sí mismos de que conviene silenciar la verdad o incluso reinventar sus biografías para evitar conflictos con la realidad”.
La lengua materna de Gurnah es el swahili, pero adoptó el inglés como lengua literaria, con su prosa a menudo modulada por rastros de su lengua natal, el árabe y el alemán. Su prosa encuentra inspiración en las imágenes y las historias del Corán, así como en la poesía árabe y persa, en particular Las mil y una noches. En ocasiones tuvo que rechazar las peticiones de los editores que querían poner en cursiva o “convertir” con algún anglicismo las referencias y frases en swahili y árabe en sus libros.
“El mundo editorial británico, y quizás también el estadounidense, siempre quiere hacer que el extranjero parezca extranjero”, señaló. “Quieren que pongas palabras en cursivas o incluso que pongas un glosario”. El escritor se ha negado de forma terminante.
La noticia del Nobel otorgado a Gurnah fue celebrada por novelistas y académicos que durante mucho tiempo han sostenido que su trabajo merece más lectores.
Entre ellos, la novelista etíope-estadounidense Maaza Mengiste describió la prosa de Gurnah como “una cuchilla suave que se mueve lentamente hacia adentro. Sus oraciones son engañosamente suaves, pero la fuerza acumulada para mí se siente como un mazo”.
“Ha escrito una obra que es absolutamente inquebrantable y, al mismo tiempo, completamente compasiva y llena de piedad por la gente del África Oriental”, añadió Mengiste. “Escribe a menudo historias apacibles de personas que no suelen ser escuchadas, pero hay en su trabajo una insistencia que necesariamente escuchamos”.
En una crítica en The New York Times, Laura Winters calificó en 1996 a Paraíso de “fábula iniciática de madurez brillante y oblicua”. Y señaló que Precario silencio era “una obra que describe hábilmente la agonía de un hombre atrapado entre dos culturas, cada una de las cuales lo rechaza por sus vínculos con la otra”.
Sin embargo, a pesar de ser reconocido como “uno de los mejores escritores vivos de África”, según el escritor Giles Foden, los libros de Gurnah casi nunca han recibido el tipo de recepción comercial que han tenido algunos galardonados anteriores.
Lola Shoneyin, directora del Ake Arts and Book Festival en Nigeria, dijo que esperaba que el Premio Nobel atrajera a una audiencia más grande para Gurnah en el continente africano, donde su obra no es muy conocida. También comentó que esperaba que su ficción histórica inspirara a las generaciones más jóvenes a reflexionar de manera más honda sobre el pasado de sus países.
“Si no vemos de manera activa y deliberada lo que sucedió en el pasado, ¿cómo podemos forjarnos un futuro exitoso en el continente?”, dijo Shoneyin.
Gurnah nació en Zanzíbar, que ahora es parte de Tanzania, en 1948. Después de llegar a Inglaterra, comenzó a escribir ficción a los 20 años. Terminó su primera novela, Memory of Departure –sobre un hombre joven que huye de un levantamiento fallido–, mientras estaba escribiendo su trabajo de doctorado. Se convirtió en profesor de literatura inglesa y poscolonial en la Universidad de Kent en Canterbury, donde enseñaba la obra de escritores como Soyinka, el keniata Ngũgĩ wa Thiong’o y Salman Rushdie.
Tanto en su trabajo académico como en su obra de ficción, Gurnah ha tratado de descubrir “la manera en la que el colonialismo lo transformó todo en el mundo, y las personas que lo están viviendo todavía están procesando esa experiencia y sus heridas”, contó.
Los mismos temas que abordó al inicio de su carrera –cuando estaba procesando los efectos de su propio desplazamiento– se sienten igual de urgentes hoy, dijo, debido a que tanto Europa como Estados Unidos han sido afectados por una reacción violenta contra los inmigrantes y los refugiados, y la inestabilidad política y la guerra ha expulsado a más personas de sus países de origen. “Hay una especie de mezquindad y avaricia por parte de estas naciones prósperas que dicen: no queremos a esta gente”, reflexionó. “En comparación con las migraciones europeas, están manejando solo a, literalmente, un puñado de personas”.
Aunque Gurnah no ha vivido en Tanzania desde que era un adolescente, el país continúa siendo una fuente de inspiración. Dijo que su tierra natal siempre se arraiga en su imaginación, incluso cuando trata de manera deliberada de ubicar sus historias en otra parte. “No es necesario estar allí para escribir sobre un lugar”, dijo. “Está en la fibra de todo lo que eres”.