A la búsqueda de la actividad laboral ideal
Se ha puesto en el centro de la escena el propósito, un elemento clave en el camino de la humanización del trabajo
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Muchas de las proyecciones referidas al mundo del trabajo que se afirmaban hace muy pocos años se hicieron realidad en los últimos 28 meses.
El Covid-19 fue un acelerador de múltiples transformaciones que poco se podrían haber imaginado previamente. La pandemia, más allá de la muerte y el dolor, nos brindó la posibilidad de resetearnos, de cambiar “nuestro sistema operativo”, de reinventarnos y capitalizar cada una de las oportunidades que se presentaron. Sin embargo, lamentablemente, para muchos fue solo una pausa y consideran que todo debe regresar a la situación previa, allá por febrero de 2020.
"En el ámbito laboral se vive la fusión del pasado, el presente y el futuro"
Lo que estamos viviendo en el ámbito laboral es una fusión del pasado, el presente y el futuro, con diferencias sustanciales que cada vez están ampliando más la brecha. Los que tienen los mejores trabajos cada vez gozan de más oportunidades; los que tienen los más precarios, cada vez menos.
Yuval Noah Harari solía afirmar que durante toda su historia la humanidad atravesó tres dificultades mayúsculas que condicionaron su existencia: la guerra, el hambre y las pestes. Pero que, del mismo modo, hemos comenzado a ser capaces de controlar estas tres adversidades. Y lo explica a partir de datos referidos a cantidad de personas que mueren al año. Su planteo era que fallecen o fallecerían en no mucho tiempo:
• Más por comer demasiado que por comer poco.
• Más por vejez que por enfermedades infecciosas.
• Más por suicidio que por asesinato a manos de la suma de soldados, terroristas y criminales.
"Hoy hay un marco ideal para reinventarnos y redefinir la dirección"
Sin embargo, la evidencia de los hechos recientes lo contradice. Veamos en cada uno de los campos antes mencionados:
• Hambre: según afirma la FAO, ha crecido la cantidad de personas con hambre en los últimos años, alcanzando en 2021 a 828 millones de seres humanos, lo que supone un aumento de unos 150 millones desde el brote de la pandemia.
• Las personas que han fallecido a causa del coronavirus al momento ya superan los seis millones y medio.
• La inexplicable y absurda invasión rusa a Ucrania ya ha generado –según estadísticas brindadas por el gobierno ucraniano–la muerte de 10.000 soldados de sus tropas, 32.000 rusos y más de 5000 civiles.
Es un tiempo de múltiples avances, pero, simultáneamente, de retrocesos alarmantes.
Hemos hecho una transición de la revolución industrial a la del automóvil y la electrificación, luego, más cerca en el tiempo, experimentamos la de la computación y automatización, para llegar a la revolución 4.0, la digital. Sin embargo, podemos afirmar que ya estamos en el momento de la “normalidad digital” e ingresando en la revolución X.0, la era de la “cobotización” (la coexistencia del robot y el ser humano).
Lo más llamativo es apreciar cómo en ciertos aspectos todo cambió tan rápido. Hasta febrero de 2020, no más de 3% de los trabajadores en Latinoamérica tenía la posibilidad de trabajar, solo algunos días, desde su casa. Hoy, en la mayoría de los trabajos del conocimiento, la pregunta ya no es si se puede o no, sino desde dónde y cuándo hay que ir a la oficina.
Otro caso es el de la telemedicina. Previo a la pandemia era casi nula su utilización y, según los últimos estudios, su aceptación por parte de los pacientes llega al 94%.
Ambos ejemplos –y los muchos otros que podríamos exponer– tienen un factor común, la comunicación virtual. Es así que la plataforma Zoom que facturaba 331 millones de dólares en el 2019, el año pasado lo hizo por más de 2650 millones de la misma moneda. Estas plataformas de conexión remota, Zoom, Teams, Meet –entre otros– fueron las grandes facilitadoras del trabajo a distancia. Fue tal su influencia que se logró sostener, con diferentes niveles de éxito, la educación –en todos los niveles–, aun en los momentos de cuidados más extremos de la cuarentena.
Por lo tanto, ¿qué es lo que ha sucedido?
El profesor del MIT Thomas Malone afirmaba hace pocos años que la próxima revolución no será tecnológica, sino la forma en que colaboramos. Y claramente no estaba equivocado, hemos podido observar el fenómeno, cada uno de nosotros en primera persona, y disfrutar de sus beneficios y enfrentar sus dificultades.
Lo que hemos vivido fue una transformación acelerada en cada uno de los planos de la actividad laboral: los trabajos, los trabajadores, los espacios de trabajo, el liderazgo y las estructuras y dinámicas laborales.
En este contexto, una de las mejores noticias es que se ha puesto en el centro de la escena uno de los temas clave en el camino de la humanización del trabajo: el propósito. Tanto las empresas como las personas han tenido un tiempo ideal para revisar sus propósitos y asegurarse que estén en la dirección apropiada. Si las necesidades básicas están satisfechas, no se trata solo de ganar dinero, sino apuntar en una dirección más trascendente, impactar positivamente también, tanto en las personas y las comunidades como en el medio ambiente.
Muchos de los que pueden elegir de qué y dónde trabajar deciden hacerlo en empresas cuyos propósitos estén alineados con los propios y trabajar de aquello que les apasiona. Y es precisamente en este punto donde estamos, en la búsqueda de lo que en la cultura japonesa denomina ikigai. Una vida con significado, que merezca ser vivida (iki: vida, gai: merece vivirse); es la razón de vivir, la misión, lo que nos da auténtico sentido. Es ese sueño que nos quita el sueño, un proceso de exploración permanente. Se trata de descubrir dentro nuestro ese talento que agrega legítimo valor al mundo y que puede ser nuestro motor vital. Se dice que en lo laboral el ikigai es la intersección de diferentes vectores: lo que nos encanta hacer (la pasión), lo que el mundo necesita por lo que nos van a recompensar apropiadamente y lo que hacemos mejor que cualquier otra persona (nuestro talento). Cuando uno puede encontrar ese punto en el que están presentes estos condimentos, ahí sí encontramos la amalgama perfecta, que se traduce en el trabajo ideal.
Sin duda, el pasado, el presente y el futuro del trabajo están generando un marco ideal para reinventarnos y dedicar nuestro bien más preciado –el tiempo de calidad– a aquello que genuinamente se conecta con nuestra razón de ser y ofrecerle al mundo nuestra mejor versión. Y eso sí, ¡depende de cada uno de nosotros!
Doctor en Ciencias Económicas (UBA), speaker internacional y consultor disruptivo; autor de varios libros, entre ellos El futuro del trabajo ya llegó (Paidós), de reciente publicación