Venden una isla privada con una pequeña cabaña en Estados Unidos: cuál es el precio y qué requisitos pide el dueño para entregarla
Billy Milliken tiene una serie de condiciones para aquellos que pretendan ser propietarios de esta porción de tierra en Maine
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Una cabaña con una increíble vista al mar, situada en una isla privada de la costa este de Estados Unidos, espera por un nuevo dueño después de que su actual propietario, Billy Milliken, decidiera ponerla a la venta, con ciertas condiciones.
Sin embargo, estas tierras ubicadas frente a Maine, entre el Parque Nacional Acadia y la frontera con Canadá, no tienen playas de arena blanca, ni palmeras. En cambio, y según informa The Washington Post, hay una ducha al aire libre, una cabaña pequeña y la electricidad se produce con un generador. Además, está plagada de focas. Y también queda en ella el deseo de Milliken: nada de teléfonos celulares.
Incluso, cuando su hija y su novio decidieron casarse, este hombre les puso un requisito antes de darles la bendición: que la pareja pase dos días solos en su isla privada. “Esto los iba a unir o los iba a hacer romper”, explicó al medio estadounidense Milliken. Finalmente, ambos se casaron el año pasado y ahora esperan un hijo, para julio.
Según The Washington Post, la isla Duck Ledges, en Wohoa Bay, se vende “en su totalidad” por 339.000 dólares debido a la decisión de Milliken que, en los últimos años, no fue tanto como cree que debería -una “injusticia” para la isla”- y que quiere “transmitir sus encantos”. Pero no es solo eso.
Además del dinero, el dueño exige otro requisito: que el futuro comprador se quede al menos una noche en la isla para ver si puede pasar con éxito ese tiempo, en ese lugar. “Esto retrasó cualquier posible venta, ya que nadie puede ir a la isla desde la última semana de octubre hasta fines de mayo, a menos que quiera morir congelado o lastimarse y que nadie pueda escuchar los gritos de ayuda”, expresó Milliken a ese diario.
Pese a estos avatares, el propietario dijo que la recompensa vale la pena. “En el mundo de hoy, hay tantas pistas falsas que nos distraen, que nos hacen huir de nosotros. Te vas a encontrar a vos mismo en la isla”, afirmó Milliken, que agregó que allí “no hay adónde esconderse”.
Incluso, este hombre trató de describir la experiencia para aquellos que no conocen Duck Ledges. “Él estuvo ahí en la oscuridad, con las olas rompiendo, con las focas haciendo su ruido y el cielo nocturno extendiéndose hasta caer y envolverlo. Era solo un hombre diminuto, en una isla diminuta, en medio de un océano”, detallaron en The Washington Post.
“Te hace sentir pequeño, de la mejor manera”, expresó Milliken sobre esta isla que le sirvió como refugio, santuario, casa de vacaciones, y lugar de reunión y de recreación. “Ama la isla por el asombro que le inspiraba cuando estaba solo y por la comunidad que le ayudó a crear cada vez que trajo a otros de visita con él”, cuenta el medio estadounidense.
Milliken, según se detalla, compró este pedazo de tierra en el medio del océano en 2017 “casi por accidente”. Es que como agente de bienes raíces, el propietario anterior le había encargado su venta. Pero el posible comprador con el que fue hasta allí no los convenció porque llevó armas cuando fue a visitar Duck Ledges y el entonces dueño tuvo miedo de que este hombre adquiriera la isla para matar vida silvestre.
Entonces, le sugirió a Milliken que la compre él. Y así fue. De 2007 a 2009, mientras hizo arreglos en la cabaña, Milliken “se enamoró de la isla” -de acuerdo a The Washington Post-, pero comenzó una administración compartida después de un par de años, cuando vendió una parte por problemas económicos a un hombre que sorteó sus exigencias, por pasar un tiempo en una isla similar cuando era niño.
Finalmente, Milliken volvió a quedarse con la isla en 2019, pero la administración compartida siguió y, ahora, quiere venderle esta porción de tierra a alguien que pueda aprovecharla al máximo, mientras él se enfoca en reformar otra propiedad similar en Maine -e inspirada en Duck Ledges-, donde espera construir una casa en la que pueda vivir todo el año.
“Espero que el futuro propietario tenga una fracción de la alegría que yo tuve”, reflexiona.
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