Estos programas de viviendas son muy populares; sin embargo, sus críticos se preguntan qué pueden lograr
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La casa de Judy Aleksalza en el área de Pigtown en Baltimore, Maryland, parece una versión real de la Tardis, la famosa cabina de policía de Doctor Who que viaja en el tiempo. La estructura se ve más grande por dentro que por fuera.
Forma parte de una hilera de casas adosadas del siglo XIX impecablemente conservadas. Hay macetas recién regadas afuera de muchas entradas y no hay basura ni grafitis.
Aleksalza compró la propiedad, entonces abandonada y en ruinas, en 1976 por el mismo precio que sus vecinos: US$1.
Desde entonces, ha gastado decenas de miles de dólares, sudor y lágrimas para transformarla.
Entre el mal tiempo y los contratistas que no hicieron bien su trabajo, la mujer vivió “una historia de terror”.
“Estuve muy cerca de declararme en bancarrota”, dice. “Es como un parto, ¿sabés? Fue horrible mientras todo estaba ocurriendo.
“Pero cuando todo terminó, dije ‘es mío, es todo mío’. Y la estabilidad de tener tu propia casa lo es todo”.
Baltimore ciudad pionera
Baltimore, 64 kilómetros al noreste de Washington DC, fue una de las primeras ciudades de EE.UU. en intentar lo que las autoridades llamaron en inglés urban homesteading (agricultura urbana).
Las propiedades vacías se vendieron por solo US$1, lo que permitió a las personas acceder a la vivienda que de otra manera no podrían pagar.
El plan fue dirigido por Jay Brodie, quien en ese momento era una figura importante en el Departamento de Vivienda de la ciudad.
“Elegimos nombres al azar, de un sombrero, y comenzamos a reunirnos con ellos”, recuerda.
“Una vez que estuvo terminado, apareció en la portada de la revista American Express… y dijimos ‘tenemos algo aquí’.
“Estamos hablando de algo que se puede ver y tocar. Eran ejemplos vivos de lo que se podía hacer con las casas adosadas de Baltimore”.
El proyecto se detuvo en 1988 después de que Brodie dejara el departamento a principios de los años 80.
Pero algunas ideas nunca desaparecen del todo y, en cambio, extienden sus alas.
El caso de Liverpool
Damos un salto en la historia hasta 2013. A más de 5.600 kilómetros de distancia, otra ciudad portuaria que enfrentaba problemas similares de decadencia urbana decidió intentar algo similar: Liverpool, Reino Unido.
Tony Mousedale, del Departamento de Vivienda del Ayuntamiento de Liverpool, había oído hablar de la idea de vender propiedades abandonadas a bajo precio. Sugirió que Liverpool lo intentara.
Así que ofrecieron propiedades en la zona del Triángulo Webster de Wavertree por solo 1 libra esterlina.
“Creo que simplemente sentimos que había un apetito por parte de personas que estaban dispuestas a renovar casas abandonadas, comenzando desde cero, poniendo su propio sello en ellas”, dice Mousedale.
“Propusimos ese tipo de concepto y recibimos una respuesta muy positiva. Creo que realmente capturó la imaginación de la gente”.
Puede que haya suscitado mucho interés, pero algunos de los más de 100 compradores bajaron de golpe a la realidad.
“Tenían una plaga de ratas y un árbol creciendo en el marco de la ventana saliente delantera”, cuenta Maxine Sharples, una de las personas que compraron cuando se lanzó este plan. “Fue un trabajo agotador y muy sucio”.
A pesar de todo el dolor y el trabajo duro, Sharples dice que valió la pena. “Ha cambiado mi vida por completo. No dejo de valorar que estoy viviendo en la casa de mis sueños que renové y compré por una libra”.
También se han puesto en marcha planes similares en otros países, como Italia y España.
Y, en cierto modo, las cosas han dado un giro por completo.
A principios de este año, Baltimore dio a conocer nuevos planes para ayudar a regenerar sus barrios degradados.
Se trata de una iniciativa llamada Programa de Precios Fijos que permitiría a los residentes comprar una propiedad abandonada por solo US$1.
Cualquier persona que desee comprar una casa debe demostrar que tiene US$90.000 para la renovación.
Además, debe vivir ya en la ciudad y prometer residir en la propiedad renovada durante al menos cinco años.
Se dice que el interés en el proyecto es alto.
Alice Kennedy, la comisionada de Vivienda de Baltimore, dice: “Creo que definitivamente entusiasmó o interesó a la gente más de lo que, creo, imaginamos que sucedería”.
Sin embargo, hasta ahora solo un puñado de personas han cumplido los criterios y realmente han tenido éxito.
De igual manera, proveedores de viviendas asequibles que trabajan sin fines de lucro, conocidos mayormente como “fideicomisos de tierras comunitarias”, también pueden comprar los edificios de Baltimore por US$1, mientras que los grandes desarrolladores de viviendas pueden solicitar su compra por US$3000.
Las críticas
Los programas de viviendas de US$1 son muy populares en los medios. Sin embargo, sus críticos se preguntan qué pueden lograr. Uno de esos escépticos es David Simon, el creador de la exitosa serie de televisión The Wire, ambientada en Baltimore.
El crudo programa, que se emitió entre 2002 y 2008, se inspiró en la propia experiencia de Simon como periodista del periódico Baltimore Sun.
Dice que el programa original de Baltimore no benefició a los marginados económicamente, ya que las propiedades fueron compradas por personas que tenían suficiente dinero para arreglarlas.
“Quiero decir que devolvió la base impositiva a la ciudad”, dice Simon, que todavía vive y trabaja en Baltimore.
“Pero no fue socialista en el sentido de que no creo que haya tenido éxito en la distribución de la riqueza. No creo que ninguna renovación urbana, ni ninguna recuperación urbana, que yo conozca en la ciudad, haya sido alguna vez igualitaria”, agregó.
En Liverpool, Tony Mousedale reconoce que, si bien su plan ha ayudado a mejorar la zona en cuestión, todavía hay problemas de comportamiento antisocial y, una década después, todavía hay propiedades tapiadas que no se han renovado.
“Yo diría que los incidentes antisociales no son tan frecuentes como antes”, apuntó.
“En términos generales, el plan de viviendas por una libra fue un motor para regenerar la zona. Todavía queda mucho por hacer. Creo que, en cierto modo, la regeneración nunca termina, ¿no? Siempre hay más por hacer”, agregó.
En Baltimore, David Lidz dirige Waterbottle Cooperative, una organización de base que compra propiedades en decadencia en dicha ciudad y las renueva para alquilarlas a personas con bajos ingresos.
Le preocupa que la compra de viviendas por US$1 pueda provocar que las zonas se aburguesen, lo que da como resultado que los niveles generales de alquiler se “incrementen” y que las personas con ingresos más bajos se vean “expulsadas”.
“Entonces, te preguntás: ¿a dónde va esa gente? Bueno, se mudan al siguiente barrio en decadencia. Eso no es bueno”.
En la oficina del comisionado de Vivienda de Baltimore, Kennedy dice que es consciente de los problemas que han creado los planes de renovación anteriores y que está dispuesta a aprender de las lecciones del pasado.
“Una de las principales prioridades para todos los que trabajamos en la ciudad es corregir las políticas de vivienda racistas del pasado y la segregación socioeconómica”, afirma.
“Para mí, el éxito es realmente saber que nuestras comunidades volverán a estar completas y que tendrán la capacidad de prosperar desde el nacimiento hasta la muerte como seres humanos en la ciudad de Baltimore”.
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