Más de 20 años después de su estreno, el largometraje volvió a cobrar relevancia en medio de la actual contienda presidencial entre Donald Trump y Kamala Harris
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El caos y desconcierto son totales. Son las 6 de la mañana del 14 de mayo de 2004 y las líneas de emergencia de California están sobrecargadas de denuncias: todos los latinos del estado desaparecieron de forma repentina y sin dejar rastros. Ese es el detonante de la película “Un día sin mexicanos” (o “A Day Without a Mexican” en inglés), una comedia que cobra nueva vida 20 años después de su estreno. Su tema, la migración latina, está en el centro de la actual campaña presidencial estadounidense.
De hecho, sus creadores, Sergio Arau y Yareli Arizmendi, estuvieron de gira con la cinta y en una reciente proyección les llamaron “profetas”. En otra, en cambio, les preguntaron en qué lugar de México está Venezuela.
La película ya es provocadora desde el título, que incluye una sola nacionalidad -mexicana- a pesar de que la desaparición afecta a toda la comunidad latina, una muestra de que en California muchas veces “se presume que todo hispano es mexicano”. Los creadores del film lo saben bien porque ellos mismos son migrantes.
Arizmendi, protagonista y coguionista de la película, es cubanamexicana y lleva cuatro décadas viviendo en Estados Unidos. Arau, director y también coguionista, es mexicano y se mudó con ella a California sin saber inglés cuando tenía 40 años. En entrevista con BBC Mundo, Arizmendi y Arau hablan de migrar, de los estereotipos culturales y del poder del arte para, como se dice en la película, “hacer visible lo invisible”.
¿Cómo surgió la idea de “Un día sin mexicanos”?
—Arau: En 1992 yo estaba pasando por una crisis artística bastante fuerte. Entonces conocí a Yareli.
—Arizmendi: Yo había ido a México a hacer la película “Como agua para chocolate”. El papá de Sergio, Alfonso Arau, era el director y Laura Esquivel, la escritora [de la novela y del guion], nos presentó. Y le salió muy bien la jugada.
—Arau: Nos mudamos a San Diego, donde Yareli tenía trabajo, y yo empecé a hacer rock, pero solamente en español, porque no hablaba inglés. En ese sentido, venir a Estados Unidos fue un shock, o sea, no hablar inglés fue violento. Pasaron un par de años y yo estaba muy deprimido, porque sentía el maltrato en Estados Unidos. Era un momento muy agresivo. Pete Wilson estaba en campaña de reelección para gobernador de California y todo su mensaje giraba en contra de los migrantes, especialmente contra los mexicanos. Un día, ante mis quejas, Yareli me dijo que había que organizar algo que les hiciera revalorarnos.
—Arizmendi: Pero mi intención no era que nos revaloran en un sentido lindo, ¡sino que lloraran! Que agradecieran que tienen esta increíble mano de obra que hace a California la quinta economía mundial. Me enojaba ver cómo todo lo que pasaba le afectaba a Sergio en lo personal. Entonces le dije: “¿Sabes qué? Lo que necesita California es un día sin mexicanos, a ver qué hacen”.
—Arau: Y fue un detonador. Ahí empezamos, primero con un corto y años después con la película.
¿Qué tan vigente creen que está la película 20 años después de su estreno?
—Arizmendi: Tú esperas que las cosas cambien en 20 años. De hecho, nos daba miedo, que si no nos apurábamos, todo iba a cambiar porque estaba la elección a gobernador, y había una propuesta en el Congreso... ¡y no ha cambiado nada! O, en todo caso, las cosas han empeorado. Toda la campaña actual de [Donald] Trump gira alrededor de la deportación de millones de personas y yo nada más digo que aguas con lo que pides. Porque si te quedas sin latinos en Estados Unidos, vas a tener que explicarle a tus seguidores cómo va a quedar la economía.
—Arau: Somos una presa fácil para las campañas electorales porque somos una comunidad vulnerable. Muchos viven muy asustados todo el tiempo con la idea de la deportación. Cuando sacamos la película, la gente que no la había visto pero que sabía de qué se trataba nos decía: “Ay, sí, claro, desaparece el jardinero, la enfermera...”. Pero los mexicanos, centroamericanos y sudamericanos estamos integrados a todos los niveles: en el ejército, la política, los hospitales, las escuelas, el arte… Ya hay muchos que son ciudadanos y somos una presencia que no se va a ir. E igual siguen hablando como si todos fuéramos indocumentados.
La película se llama “Un día sin mexicanos”, pero en verdad quienes desaparecen son todos los latinos. ¿Por qué eligieron ese título?
—Arizmendi: Todavía nos dicen mucho: “¿Por qué le pusieron ‘Un día sin mexicanos’? ¡No todos somos mexicanos!”. Y yo digo: “¿Tú crees que no sabemos que no todos somos mexicanos?”. Pero al gringo-gringo le vale, no lo sabe y dice que todos somos mexicanos. Una vez nos preguntaron en qué parte de México está Venezuela. Por otra parte, la palabra “mexicano” tiene todo un peso por la relación de Estados Unidos con México.
O sea, en Estados Unidos es casi una grosería. Tú no le dices a una persona “Mexican”. Cuando llamaban a la oficina de la producción de “Un día sin mexicanos”, siempre decían: “Is this the office of ‘A day without a…’?” [”¿Es esta la oficina de ‘Un día sin…’?”], y se quedaban callados. No querían decir “Mexican”. A veces, sobre todo en California, que son más alivianados, me preguntan a quién le pueden decir “Mexican”. “¡Y pues, a un Mexican!”, les digo. Pero te dicen que les suena fuerte.
—Arau: En México, en cambio, se divirtieron mucho. Fue la película nacional más taquillera de 2004.
¿Y qué hay de la palabra “latino”? ¿Qué carga tiene en EE.UU.?
—Arau: Para mí es conflictivo. Siento que somos de diferentes países y culturas, y que, aunque cercanos, somos muy distintos. Y eso es una gracia. Entonces me molesta que a todos nos echen en el mismo costal. Les queda cómodo hacerlo y es injusto en muchos sentidos. Yo siempre digo: soy mexicano, no soy latino.
¿Cuál creen que es el secreto del éxito de la película?
—Arau: En términos de propuesta yo creo que fue muy importante hacerlo en clave de comedia. Hay una cantidad de documentales y películas de ficción que hablan de cruzar la frontera, de todo lo que se sufre, lo que dejan. Es una cosa muy compleja y muy dolorosa. Decidimos no irnos por ahí, sino al revés. O sea: no les vamos a decir a los gringos lo que sufrimos nosotros, sino qué harían ellos sin nosotros... Y yo creo que eso es como un sueño adolescente que todos hemos tenido en algún momento.
Ustedes dijeron que la película se percibe más como una comedia en México que en EE.UU. Ahora que están exhibiéndola de nuevo, ¿sienten que eso cambió?
—Yareli: Sigue pasando. Por eso nosotros la llamamos “una comedia muy seria”. Es una película hecha en Estados Unidos para dialogar sobre el tema en Estados Unidos, pero en México sentían que estaba muy ligera, muy light.
—Arau: Querían que fuéramos más agresivos.
—Arizmendi: ¡Querían sangre! [Risas] Pero nosotros hicimos una película para cambiar los términos en los que vamos a vivir juntos, pero sí se trata de seguir viviendo juntos.
¿Qué creen que tiene que pasar para que haya una aceptación masiva de los latinos en EE.UU. sin llegar al extremo de tener que desaparecer para ser valorados?
—Arau: La verdad es que en este sistema de capitalismo rabioso, si les dieran visa a todos, tendrían que darles los sueldos y beneficios oficiales, con educación, salud, alimento... todo. Y eso va contra el negocio. Entonces, como el negocio es lo que manda, pienso que la migración es algo que nunca se va a arreglar.
—Arizmendi: Yo creo que cuando tú conoces la historia de una persona, entonces entiendes el porqué de su comportamiento y te inclinas a ayudarle. Pero cuando las personas son una masa, surge el miedo. No vas a ayudar a una masa de gente que viene hacia ti. Hay que humanizar las historias y explicarlas.
En estos 20 años que pasaron, ¿qué es lo que más los conmovió sobre el impacto de la película?
—Arizmendi: Mi personaje, Lila Rodríguez, en un momento que es muy profundo para mí, explica que fue criada como mexicana y que su corazón es mexicano. Y muchas mamás me han dicho que sus hijos, tanto niños como jovencitos, les han dicho: “Es que yo soy como ella. Soy americano, pero mi corazón es mexicano”. Entonces con saber que gracias a ese personaje y ese momento le diste a esta personita una explicación de qué es lo que siente y con qué palabras puede expresarlo, ya me doy por bien servida.
—Arau: A mí me impactó que dos años después de que se estrenó, en 2006, se armó un movimiento pro migración masivo que tuvo mucho que ver con la película. Hubo una manifestación en Los Ángeles, la más grande que yo he visto aquí en Estados Unidos desde que llegué, donde traían playeras con el logotipo de la película, pero decía: “Un día sin inmigrantes”.
—Arizmendi: La película le dio permiso a la gente de hablar del tema de otra forma. Es muy divertido como artista ver cómo haces que la gente vea las cosas de otra manera, desde otro punto de vista.
Por Ana Pais
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