The Staircase: las duras críticas del verdadero abogado del caso a la serie del momento de HBO
David Rudolf habló con LA NACION sobre cómo el caso de “The Staircase” cambió su vida y acusa al director de la serie de ficción de difamación
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Cada abogado tiene un caso que lo obsesiona. Que merodea acérrimo en su mente por las noches sin dejarlo conciliar el sueño. Que lo hostiga sigilosamente durante meses, incluso años. Un caso tan inquietante que marcará su vida para siempre. El de David Rudolf sin duda ha sido el caso de Michael Peterson, sobre el cual HBO estrenó una escalofriante ficción titulada The Staircase (La Escalera, en español), que protagonizan Colin Firth y Toni Collette.
La miniserie de ocho capítulos dirigida por Antonio Campos (creador de The Sinner), de la cual Rudolf ha sido muy crítico, recorre el enmarañado juicio de un novelista bélico y frustrado político estadounidense que fue declarado culpable en octubre de 2003 del asesinato de su esposa Kathleen, hallada dos años antes al pie de las escaleras de la casa que compartían en Durham, Carolina del Norte, con múltiples heridas y cubierta de una inexplicable cantidad de sangre.
La investigación rápidamente apuntó contra Peterson, quien, según la Fiscalía, habría asesinado a golpes a su esposa con un atizador luego de que ella descubriera cientos de imágenes de hombres desnudos en su computadora.
Otros elementos complicaron su defensa: la conclusión del reporte de la autopsia, “traumatismo por objeto contundente”, y la sospechosa muerte años atrás de una antigua vecina de Peterson en Alemania y madre de sus hijas adoptivas, quien también fue hallada en las escaleras de su casa la mañana siguiente a una de sus visitas. A pesar de los esfuerzos de Rudolf y su equipo por esclarecer estos hechos, el hombre fue sentenciado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.
“Lo sentí como un enorme fracaso de mi parte y del sistema de justicia penal. Realmente me sentí devastado por ese veredicto. Me llevó mucho tiempo recuperarme. Y después de eso es cuando empecé a centrarme en los casos de condenas injustas”, dice Rudolf en una llamada con LA NACION al mismo tiempo que sostiene la inocencia de su otrora cliente. “Le he creído desde el principio. Nunca he vacilado. Lo mantengo hasta el día de hoy”, asegura el abogado.
Nueva oportunidad
Luego de ocho años de prisión, a Peterson se le concedió un segundo juicio al conocerse que un grupo de oficiales del Buró de Investigaciones Criminales de Carolina del Norte (SBI), entre los que se hallaba el testigo estrella de la Fiscalía, Duane Deaver, un supuesto científico forense especializado en salpicaduras de sangre, ocultó y distorsionó evidencia exculpatoria para los acusados en más de 230 casos judiciales, incluyendo el de Peterson y otros tres que terminaron en ejecuciones al ser condenados a la pena de muerte.
“Sabía que Deaver era turbio en ese momento. Sabía que mentía, sólo que no pude demostrarlo a satisfacción del jurado”, lamenta Rudolf y matiza “la importancia de contar con una defensa sólida para luchar contra los abusos del sistema”, ya que a su parecer, “los jurados se han convertido en la actualidad en meras estampas que avalan lo que el fiscal quiere”.
Otro importante hallazgo que surgió años después cuando la defensa pudo acceder al expediente de la Fiscalía, como retrata la serie, fue que Deborah Raisch, la autora de la autopsia, había enumerado originalmente como causa de muerte “pérdida de sangre”. Sin embargo, cambió las conclusiones del informe tras recibir presión del médico forense jefe de Carolina del Norte y luego convenció a la cuñada de Peterson de que su hermana había sido asesinada. “No es exactamente el papel de un experto imparcial”, comenta Rudolf.
Finalmente, en 2017, Peterson se declaró culpable pero manteniendo su inocencia mediante la Doctrina Alford —un tipo de declaración aplicable en la justicia criminal estadounidense, por la que un infractor responde a cargos penales no admitiendo culpa sino que inocencia respecto al acto por el que se le acusa—, y fue sentenciado a tiempo cumplido.
“Michael no vio la serie y tampoco planea hacerlo. Él ya lo vivió y lo ha dejado atrás en la medida en que cualquiera que ha pasado por eso puede hacerlo”, cuenta Rudolf, que se comunica esporádicamente con su antiguo cliente y habló con él tras el estreno de la ficción de Campos.
El caso ha sido extremadamente polarizante y complejo y reunió todos los condimentos clásicos de un perfecto thriller: un sospechoso huraño con manchas en su historial, una familia fragmentada, secretos sexuales, un arma homicida ausente, misteriosas teorías —como que Kathleen fue víctima del ataque de un búho por la forma de algunas de sus heridas y por la presencia de una pluma y una rama en su cadáver—, un polémico romance y algunas cuestionadas decisiones de la Fiscalía que pusieron al descubierto las fallas del sistema de Justicia estadounidense y el peligro de otorgarle demasiado crédito a “la ciencia basura” (“junk science”), una práctica muy común por la cual “cientos, sino miles, de personas inocentes han terminado en prisión”, dice Rudolf.
Del documental a la serie
Asimismo, el caso fue tan icónico gracias a una serie documental homónima de tres partes que se rodó al mismo tiempo que los juicios y se estrenó completa en Netflix en 2018, y que permitió a los espectadores acceso casi total a la vida de Peterson y su familia a pocas semanas de la muerte de Kathleen y durante el extenso proceso judicial.
El documentalista francés Jean-Xavier De Lestrade y su equipo, que habían ganado un Oscar por un rodaje que relataba la historia de un joven afroamericano injustamente acusado de un asesinato, acompañaron durante meses al escritor en sus reuniones preparatorias con los abogados, siendo testigo de las investigaciones para demostrar su inocencia y siguiendo desde dentro el desarrollo del juicio y los efectos que tuvo sobre el acusado y su entorno, así como su tratamiento mediático y el impacto sobre el jurado y la sociedad. El objetivo principal del documental era mostrar, a partir del caso, cómo funciona el sistema penal acusatorio en Estados Unidos. La fiscalía colaboró inicialmente con el proyecto, pero se retiró tras unas pocas semanas.
Campos incorporó esta línea narrativa en su adaptación para HBO, pero aquí es donde se complicaron las cosas. En 2004, cerca del estreno de la primera parte del documental, Sophie Brunet, una de las editoras que trabajaba con De Lestrade, envió una carta a Peterson a prisión. “Me afectó la crueldad [de su sentencia] y lo que vi como un error judicial”, explicó en una entrevista con Vanity Fair. “Así que decidí escribir a Michael para ofrecerle el envío de algunos libros, cosa que hice sin cesar mientras estaba en la cárcel”.
Pronto Brunet y Peterson establecieron un vínculo amoroso que se prolongó durante 13 años, como muestra la serie de HBO. Sin embargo, las versiones divergen en el recuento de los hechos. El episodio cinco de la serie de Campos insinúa que los documentalistas franceses abogaron por que Peterson fuera retratado con simpatía para convencer a los espectadores de su inocencia e incluso que Brunet editó los ocho episodios originales con ese fin. Pero Brunet argumenta que desarrolló su trabajo con profesionalidad absoluta y que cuando ella y el acusado comenzaron su relación amorosa, ya había finalizado la edición de la serie original.
“Entiendo la necesidad de tomar algunas licencias dramáticas para acelerar la narrativa, pero afirmar que Jean y Sophie tomaron decisiones editoriales para ayudar a la apelación de Michael es difamación y atenta contra su integridad. Y no es cierto, como ya han señalado varios artículos. Entonces, ¿qué sentido tiene crear una ficción que perjudica la reputación de las personas? Tengo un verdadero problema con eso”, comenta furioso Rudolf al plantear su mayor objeción contra la adaptación de HBO.
“Que Campos sugiera que hicieron algo tan poco ético es realmente increíble. Jean está muy molesto y se siente traicionado”, zanja.
Otras inexactitudes
Rudolf, que fue elegido “abogado del año” en 2013 y 2014, también señala otros errores, “aunque menores”, de la serie de ficción. Para empezar, la primera vez que se reunió con Peterson no fue en una cafetería comiendo un sándwich de pastrami. “Nadie hace eso, es ridículo”, acota y explica que ese encuentro inicial se produjo en sus oficinas en Charlotte.
Tampoco estuvo presente en la sala del Gran Jurado cuando el fiscal Jim Hardin presentó las pruebas. “A ningún abogado defensor en ningún lugar de Estados Unidos se le permite entrar en la sala del Gran Jurado cuando un fiscal presenta su evidencia. Eso no ocurre. Así que cualquiera que sepa algo sobre el Sistema de Justicia Penal estadounidense verá esa escena e inmediatamente pensará que es basura”, señala Rudolf y agrega que se siente desconcertado por la decisión de Campos de no consultar a un experto, dado que el mismo se ofreció a asesorarlo o a contactarlo con otro abogado.
Por último, Rudolf explica que Peterson tampoco tuvo que vender sus muebles para pagar los honorarios correspondientes las apelaciones como muestra la serie ya que éste no le cobró nada en esas instancias, sólo por el juicio original. “Son demasiadas inexactitudes, y aunque no me afectan mucho, no son ciertas, ¿por qué inventar tantas cosas?”, reflexiona el abogado.
Sobre su personaje, encarnado por Michael Stuhlbarg, dice que es difícil de juzgar. “Creo que el actor se esforzó por hacerlo bien. Pero he oído a la gente decir que no tiene la misma chispa. Es un poco más suave supongo”.
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