“The Americans es exagerada”: la verdadera historia de la espía de la KGB en EE.UU. que inspiró una de las mejores series del siglo
Elena Vavilova vivió durante más de 20 años como Tracey Ann Foley hasta 2010, cuando fue detenida junto a su marido y otros ocho agentes encubiertos por el FBI; en una entrevista con LA NACION, habla sobre su juventud en la Unión Soviética, su vida familiar en Occidente y su presente en Moscú
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Esta nota contiene spoilers de la serie The Americans.
Elena Vavilova tuvo una vida de novela. Nació en 1962 en Tomsk, Siberia, se crió en una casa sumergida en el patriotismo soviético típico de la Guerra Fría, y se puso de novia en la facultad con un joven con el que finalmente se casó. Hasta ahí, nada extravagante. Pero fue durante su época universitaria cuando ella y su pareja, Andrei Bezrukov, fueron reclutados por la KGB, desafío que ambos aceptaron sin dudar. Y entonces comenzó el vértigo.
Primero transitaron un entrenamiento militar en su país para convertirse en agentes encubiertos en el extranjero, también llamados “ilegales”. Luego, empezaron los viajes. Su primer destino fue Canadá, en la década del 80. Allí, Elena y Andrei se despojaron de sus identidades, su nacionalidad y su historia para convertirse en Tracey Ann Foley y Donald Heathfield, los nombres de dos personas que habían muerto años atrás. Durante aquella primera misión nacieron sus hijos, Tim y Alex, quienes -según ellos- nunca supieron la verdadera identidad de sus padres hasta que agentes del FBI se la revelaron mientras detenían a los espías en su casa, en las afueras de Boston, en 2010.
Vavilova vio un reflejo de su vida de novela cuando vio junto a su marido The Americans, la serie de acción de FX que cuenta la vida laboral, familiar y social de una pareja de espías soviéticos en Estados Unidos. La ficción, elegida como una de las diez mejores del siglo por la BBC, se inspiró en gran parte en aquella “Operación Historias Fantasma” del FBI en 2010, en la que además del matrimonio Foley, cayeron otros ocho agentes rusos.
“Cuando vi la primera temporada, me di cuenta de que tomaron prácticamente nuestra historia y la convirtieron en serie. Pero no muestran nuestro trabajo y nuestra vida exactamente cómo era. La serie es bastante exagerada”, dice Elena en una entrevista con LA NACION por Zoom desde su casa en Moscú, donde vive con su marido desde 2010, cuando lograron volver a su tierra natal gracias a un intercambio de prisioneros.
“Así que pensé en mostrar la historia real. Por eso pensé en contar la historia de nuestra familia, pero desde el punto de vista de la mujer, porque la mayoría de las historias de espías son sobre hombres, como James Bond”, expresa, sobre el origen de su libro, La mujer que sabe guardar secretos (Roca Editorial / Penguin Random House).
Semejanzas y diferencias
La historia de Vavilova y su marido tiene varios puntos en común con la de Philip y Elizabeth Jennings (Matthew Rhys y Keri Russell), los protagonistas de la serie estrenada en 2013 y que se extendió por seis temporadas. Esas coincidencias no son casuales. El creador de The Americans, Joe Weisberg, tenía tal fascinación por el mundo de los espías -a partir de la voraz lectura de las novelas de John le Carré en su infancia- que logró entrar a la CIA, donde trabajó entre 1990 y 1994. Por eso, cuando leyó sobre la “Operación Historias Fantasma” en 2010, lo usó como disparador para cumplir su sueño de realizar una serie de espías, aunque con un giro: trasladar su historia a la década del 80.
“La gente se sorprendió y al mismo tiempo se encogió de hombros ante el escándalo [de la detención de los espías] porque ya no parecía que fuéramos enemigos de Rusia. Una forma obvia de remediar eso para la televisión era retenerlo en la Guerra Fría”, contó Weisberg a la revista Time antes del estreno de la serie.
Wesiberg se explayó además en revelar por qué se enfocó en la historia de la familia Jennings: “Los padres [espías] no les dicen a sus hijos lo que hacen porque se lo dirían a todos sus amigos y ese sería el final de su carrera. Así que se ven obligados a contarles una gran mentira. Eventualmente les dicen la verdad, ¿y qué factura les pasan los niños, que un día descubren que su familia les ha estado mintiendo durante tantos años?”.
Esos dilemas e inquietudes de la vida familiar de un espía son, de hecho, uno de los puntos que Vavilova considera bien retratados en The Americans. “Creo que lo que mejor hicieron fue mostrar a las personas como seres humanos reales, con sus propias emociones. Demostraron que el esposo es más cercano hacia la cultura estadounidense, la esposa es un poco más estricta y un poco más patriótica, y tienen tensión entre ellos. Y mostraron que existía un problema sobre cómo criar a sus hijos”, expresa esta mujer, que vio la serie junto a su marido en Moscú, donde nunca la transmitieron oficialmente.
Vavilova también destaca cómo se recrea la “atmósfera de la década del 80 y la Guerra Fría, con dos bloques que competían entre sí”. “Los protagonistas viven en este tipo de tensión entre dos países y realmente quieren ayudar a la Unión Soviética a ganar este tipo de rivalidad”, comenta.
Después empiezan las diferencias, incluso dentro de esa descripción de la vida familiar. “En la serie, la gente habla sobre su trabajo dentro de la casa. Nunca haríamos eso porque hay que mantener el secreto en todas partes y nunca te permitirías discutir algo relacionado con tu misión dentro del auto o la casa”, explica Vavilova.
Pero lo “más impactante” para ellos fue ver en la pantalla que los Jennings tenían que llevar a cabo operaciones “extremas”, y que debían recurrir frecuentemente al sexo y la violencia para obtener información. “Los agentes no pueden hacer eso. En primer lugar, porque es peligroso porque te pueden arrestar y ese sería el final de tu historia. En segundo lugar, ese ni siquiera es el trabajo que tienes que hacer, nuestro trabajo era recopilar información”, señala.
Weisberg, en cambio, defiende que el sexo es una herramienta clave para los espías. “Un espía va al extranjero, recluta a un ciudadano de ese país que tiene acceso a información clasificada y esa persona se convierte en su agente. Puede desarrollar una relación muy cercana con esa persona y manipularla de muchas formas para obtener lo que necesita de ella. La KGB hizo eso ofreciendo dinero a la gente, chantajeándola o atrapándola sexualmente, es decir, convencían a un hombre o una mujer de que estaban enamorados de ellos para obtener lo que querían de ellos. Algunas de las operaciones llegaron tan lejos que los oficiales se casaron con los objetivos: ¡bodas reales, no bodas falsas!”, dijo en 2013.
Hay otro aspecto de la serie que, para Vavilova, está prohibido en el manual del buen espía: la amistad que entablan los Jennings con su vecino, Stan Beeman (Noah Emmerich), agente de contraterrorismo del FBI. “Nos dijeron que nunca tuviéramos amistades o incluso vínculos con oficiales de policía, agentes del FBI o políticos de alto cargo porque a veces verifican con quién tienen conexión y podríamos ser objeto de un tipo de estudio del Servicio Secreto, además de que esas personas están capacitadas para notar algunos pequeños detalles y se darían cuenta de quiénes éramos”, menciona la excoronel de la KGB, quien agrega que, ante ese escenario, ellos se habrían mudado a otro domicilio.
La caída de la URSS
Cuando Vavilova y Bezrukov fueron tentados para entrar en la KGB durante su juventud, la respuesta llegó rápido: sí. En plena Guerra Fría y con el recuerdo aún latente de la guerra contra la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial que dejó millones de soviéticos muertos, “la idea de que había que defender el país estaba bastante viva”. “Yo era esa niña que creció leyendo historias sobre la guerra, entonces para mí la motivación principal para aceptar la idea de convertirme en espía encubierta fue exactamente el deseo de hacer algo para prevenir otra guerra”, confiesa la exespía. “Durante la Guerra Fría estaba bastante claro que si un bloque desarrollaba un arma y se volvía más poderoso, podía comenzar la guerra”.
Fue en su primer destino, en Canadá, donde el matrimonio vio por televisión la caída de la Unión Soviética, al año siguiente del nacimiento de su primer hijo, Timothy. Pero eso no alteró su compromiso con su país. “Incluso cuando la Unión Soviética se derrumbó y se volvió menos importante y más pequeña, pensamos que todavía queríamos defender nuestra patria porque seguía siendo nuestra gente. Sí, sentimos la decepción por el colapso de un país tan grande y poderoso. Pero no podíamos cambiarlo. Entonces tuvimos que aceptarlo”, recuerda Vavilova, 30 años después. “Fue un período en el que no teníamos mucho apoyo y no sabíamos incluso si nuestro servicio seguiría. Estábamos listos para que nos mandaran a casa, pero eso no sucedió. Entonces, aparentemente, se tomó la decisión de que el servicio aún era necesario y efectivo”.
En 1999, mientras Vladimir Putin -exagente encubierto de la KGB- asumía el poder de Rusia, los Foley se mudaron de Francia a Estados Unidos. Se instalaron en Cambridge, Massachusetts, donde Heathfield estudió en la Universidad de Harvard y comenzó a conectarse con personas influyentes. Después fue consultor en una empresa de clientes importantes en Boston, mientras que ella trabajaba en el mercado inmobiliario.
La detención
El 27 de junio de 2010, el matrimonio y sus dos hijos salieron a festejar los 20 de Tim con un almuerzo en Cambridge. Ese sería su último día como Tracey y Donald. Por la tarde, agentes del FBI entraron a su casa, se llevaron a Vavilova y Bezrukov esposados en dos autos separados y les dijeron a los adolescentes que sus padres habían sido arrestado sospechosos de ser “agentes ilegales de un gobierno extranjero”. Luego, trasladaron a los jóvenes a un hotel mientras inspeccionaban su casa y se llevaban todos los dispositivos tecnológicos, incluida su PlayStation.
En total, diez “ilegales” rusos fueron detenidos ese día en distintos puntos del país, tras la “traición” de otro agente que había desertado y colaboraba con Estados Unidos. Entre los arrestados estaban Anna Chapman, quien vivía en Nueva York y al regresar a Moscú tuvo una exitosa carrera como modelo, y Sergei Skripal, quien fue envenenado en Gran Bretaña en 2018.
Los espías fueron acusados en un tribunal federal en Manhattan una semana después, donde todos se declararon culpables de actuar en secreto como agentes del gobierno ruso. Y, para su sorpresa, en lugar de ir presos durante décadas, fueron deportados a Rusia a cambio de cuatro estadounidenses condenados en Moscú por espionaje. Vavilova expresa que en ese momento “volvieron a nacer”.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, era entonces el segundo de Barack Obama. Consultado sobre una asimetría en el canje de prisioneros (diez personas a cambio de cuatro), Biden respondió con humor: “Recuperamos cuatro realmente buenos. Y los diez [ilegales] han estado aquí mucho tiempo, pero no habían hecho mucho”.
El 8 de julio, los diez rusos se subieron a un avión y, tras una escala en Viena, llegaron a su “madre patria”. Volvieron a Rusia como héroes. Después de un interrogatorio en la sede de Servicio de Inteligencia Exterior (SVR, la actual KGB), los espías se reunieron con los entonces presidente, Dimitri Medvedev, y primer ministro, Vladimir Putin.
“Nosotros no pensamos que fuéramos héroes. Sentimos que tuvimos suerte de salir rápidamente de la cárcel y poner fin a toda la historia. Estábamos felices de no enfrentarnos a 25 o 30 años de prisión porque esa era una posibilidad real”, dice hoy Vavilova.
Sus hijos, entre las sospechas y la batalla legal
En un breve encuentro en la cárcel de Boston poco después de la detención, Vavilova les dijo a sus hijos que volaran a Moscú. Eso hicieron. Al llegar, los recibieron “colegas” de sus padres que les hablaban en inglés y les mostraron imágenes del matrimonio durante su juventud en Rusia. “Ese fue el momento en el que pensé: ‘Está bien, esto es real’. Hasta ese momento, me había negado a creer que nada de eso fuera cierto”, señaló Alex en una entrevista con The Guardian.
Ahí recibieron sus nuevos documentos, en los que figuraban como Timofei y Alexander Vavilov. Días después se reencontraron con sus padres. Pero recién entendieron lo que implicaría en su vida la verdadera profesión de sus padres cuando se dieron cuenta de que sus pasaportes canadienses habían sido cancelados y muchos países les negaban el visado para viajar y estudiar. Entonces comenzó una larga batalla judicial para recuperar la ciudadanía del país donde nacieron, una pelea que llegó hasta la Corte Suprema, donde obtuvieron una victoria.
Para el máximo tribunal, los hermanos “no sabían que sus padres no eran quienes decían ser”, argumento que ambos reiteraron en varias ocasiones para hacer frente a un artículo de The Wall Street Journal que indicaba que sus padres habían intentado reclutar a Tim, algo que también sucede en The Americans con la mayor de los Jennings, Paige. Según la investigación, que citaba funcionarios y escuchas del FBI, los Foley revelaron a su hijo mayor su verdadera identidad tiempo antes del arresto y lo invitaron a formar parte de su equipo, y el joven había aceptado viajar a Moscú para el entrenamiento. “¿Por qué un niño que creció toda su vida creyéndose canadiense, decidiría arriesgar la vida en prisión por un país en el que nunca había estado ni tenía vínculos?”, dijo Tim en The Guardian.
Volver a ser Elena
Al regresar a Rusia y recuperar las identidades que habían abandonado en su juventud, Vavilova y Bezrukov se preguntaron qué harían con ellas. Eran muy jóvenes para jubilarse, pensaron. Entonces el Kremlin los ayudó a buscar trabajo. Ambos entraron en compañías, que “nada tenían que ver” con su trabajo anterior, aclara Elena. Ella trabaja en una minera y él es consultor de empresas, profesor, y sale frecuentemente en la televisión como analista especializado en Estados Unidos.
La escritura también forma parte de su actualidad. Después de publicar su libro autobiográfico en 2019, Vavilova pensó en otro tipo de lectura, esta vez, junto a su marido. “Nos dimos cuenta de que cuando trabajas como espía encubierto, te vuelves bastante bueno entendiendo a la gente y eres capaz de conectarte con las personas y desarrollar relaciones. Y esta es una habilidad que todos necesitan en la vida, para convertirse en un buen hombre de negocios, en políticos prominentes… todos necesitan conectarse con la gente y hacerlo de la manera correcta. Entonces pensamos ¿por qué no usar esa habilidad que adquirimos y la transmitimos al gran público?”, cuenta Vavilova.
Así surgió el libro Networking para espías, por ahora publicado solo en ruso, una suerte de manual para lograr “caerle bien a una persona, asegurarte de continuar la relación y lograr que esa persona sienta que te necesita”. Esa experiencia también la trasladaron a un curso virtual que dictaron en distintos idiomas durante el confinamiento por la pandemia.
- ¿Extraña algo de Estados Unidos?
- Claro. Nosotros pasamos mucho tiempo allí y nos gusta mucho el país. Amábamos a la gente. Cuando la gente piensa “estos espías trabajan contra la gente y los ven como enemigos”, eso no es cierto. Para tener éxito en nuestro trabajo, necesitamos que realmente nos guste el lugar en el que estamos y queramos a las personas y, por supuesto, nunca trabajamos contra la gente normal, trabajamos contra el gobierno, los organismos o los políticos que pueden planear algo contra Rusia. Por eso teníamos muchos amigos. Porque, después de todo, vivíamos una vida normal. Viviríamos una doble vida, pero una parte era bastante normal y la otra estaba sobre eso, una vida de agentes encubiertos.
- ¿Sigue en contacto con esos amigos?
- Sí, algunos de ellos todavía se comunican a veces con nosotros. Otros, por supuesto, decidieron no hacerlo más. Pero, por supuesto, extrañamos a la gente. Y la vida cerca de Boston, donde vivíamos, era bastante más tranquila que en Moscú. Moscú es una ciudad enorme y de largas distancias... en Boston todo era un poco más local. Extraño, por ejemplo, ir a recoger manzanas con mi hijo cada otoño y para Halloween solíamos elegir nuestra propia calabaza en una gran granja especial. Esas cosas, como estar cerca de la naturaleza, eran agradables. También había buenos restaurantes, nuestros lugares favoritos que nunca puede olvidar. Digamos que, si un día estuviese en Boston, sabría exactamente dónde ir.
“Basado en hechos reales” es una serie de notas que describe el contexto histórico detrás de ficciones internacionales. En este link podrás acceder a todos los artículos.
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