Sin saber el idioma y con riesgo de multas: cómo viven en Nueva York los nuevos niños migrantes de la ciudad
La Gran Manzana atraviesa una severa crisis, debido a la alta demanda de solicitantes de asilo; por primera vez en la urbe, el número de personas indocumentadas superó a la población sin hogar
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Si bien migrar en condiciones precarias para un adulto implica enfrentarse a un sinfín de situaciones colmadas de incertidumbre, angustia y miedo, para un niño el panorama no es diferente. La masiva llegada a Nueva York de extranjeros sin documentos puso a prueba y sobrepasó la capacidad de respuesta de la ciudad, que actualmente anuncia que no tiene capacidad para albergar a más personas en esta situación.
No obstante, es posible que los niños vivan la peor parte de un proceso de éxodo migratorio y de llegada a un nuevo país donde la comida, los olores, el clima e incluso el idioma son diferentes. Este lunes, Curbed, una de las revistas de New York Magazine publicó una crónica acerca de la forma en que los extranjeros, sobre todo niños, subsisten en la ciudad de Nueva York.
Puede que el calor del verano haya obligado a muchos en la ciudad a tomar vacaciones o a descansar y refrescarse en los bordes de las numerosas fuentes que tiene la urbe. Pero ese no es el caso de los niños inmigrantes, que tienen la tarea de llevar a diario dinero a sus casas. Gran parte de ellos trabajan desde muy temprano en el metro vendiendo cosas dulces y golosinas a bajos precios.
De acuerdo con Jordan Salamá, el autor del texto, la mayor parte de las personas entrevistadas son originarias de Ecuador, donde abandonaron zonas rurales en las que trabajaban el campo, en búsqueda de oportunidades de mejorar su calidad de vida. Algunos son indígenas de habla quichua y desconocen por completo el inglés.
No obstante, esto no impide que las familias, una vez que cruzan el Río Grande en Texas, sean subidos a colectivos pagados por gobernadores republicanos con destino a ciudades como Nueva York, conocidas desde hace décadas como santuarios para los inmigrantes indocumentados.
Una vez en Nueva York, los hombres del núcleo familiar buscan trabajo como jornaleros o en el rubro de la construcción, mientras que las mujeres se dedican a comercializar principalmente chicles, galletas y chocolates y se llevan a los chicos con ellas. Aunque algunos estén escolarizados, otros padres optan por llevar a los niños consigo porque lo cierto es que “los niños venden más que los adultos”.
Por cada venta concretada, los chicos reciben una ganancia de un dólar. Al final del día, lo poco que ganan a duras penas sirve para alimentarse, pero lo llevan a casa y lo cuentan junto con las ventas que consiguieron los demás miembros del grupo familiar.
Si bien inicialmente las familias provenientes de Ecuador llegaron a hoteles acondicionados para recibirlos, en Nueva York, los solicitantes de asilo han tenido problemas para encontrar espacio en el sistema de refugios de la ciudad, que actualmente alberga a 57.000 inmigrantes indocumentados, superando por primera vez a la población sin hogar, de acuerdo con el artículo de la revista.
Los días en que las condiciones climáticas son favorables, los chicos y las mujeres logran vender más, ya que el frío y la lluvia hacen que la gente opte por no tomar el metro. La mayor parte de los chicos no saben hablar inglés, pero eso no impide que salgan a trabajar. Además de la barrera idiomática, también se enfrentan a los decomisos por parte de la policía, que les puede imponer multas de hasta 50 dólares, el equivalente a un día trabajado.
Las madres, a veces con niños menores de un año a cuestas, caminan por los vagones acompañados de los pequeños que ya caminan sin perderlos de vista, mientras ellas también ofrecen dulces y golosinas para comprar.
Son varias las organizaciones sin fines de lucro que se dedican a brindar apoyo a los inmigrantes de América Latina, entre ellas está Voces Latinas. Esta asociación utiliza la figura de las “promotoras”, que son consejeras que ofrecen a las personas indocumentadas información acerca de los servicios sociales a los que pueden aplicar.
Esta figura no es nueva para los inmigrantes. En algunas zonas de Centroamérica y Sudamérica, las promotoras forman un vínculo muy necesario entre las comunidades y las instituciones que pueden brindar apoyo.
Desde hace meses, Nueva York atraviesa una severa crisis migratoria ante el incremento récord de solicitantes de asilo. Frente a esta situación, Eric Adams, alcalde de la ciudad, y Kathy Hochul, gobernadora del estado homónimo, llegaron a un acuerdo mediante el cual reubicarán a 1200 familias de migrantes fuera de la Gran Manzana.
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