Sin recambio para Joe Biden, los demócratas apuestan a que 2024 sea otro 2020
El oficialismo vuelve a apostar por un candidato al que las encuestas le juegan en contra, pero quien ya logró derrotar a Trump, que aparece, otra vez, como el rival por vencer
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WASHINGTON.- La fecha fue la misma a la elegida hace cuatro años: 25 de abril. Hay un mensaje que se repite –”Estamos en una batalla por el alma de Estados Unidos”–, aunque con un agregado que denota los cuatro años en la Casa Blanca, y la búsqueda de otros cuatro: “Terminemos el trabajo”, dice Joe Biden. El rival por vencer tampoco ha cambiado: sigue siendo Donald Trump.
Luego de meses –por no decir años– de especulaciones acerca de si daría o no un paso al costado, Biden finalmente decidió ir por la reelección. A sus 80 años, ya es el presidente más viejo de la historia de Estados Unidos, y de triunfar en las próximas elecciones, dejaría la Casa Blanca con 86 años, en enero de 2029. Su popularidad está anclada en el 40%, y una amplia mayoría cree que el país va en la dirección equivocada. No hay una sola encuesta que en la cual los demócratas no digan que preferirían tener otro candidato. Pero la realidad es que los demócratas no tienen a nadie más. O, al menos, nadie más capaz de tomar las riendas del partido, mantenerlo unido y derrotar a la maquinaria trumpista. Cuatro años atrás, Biden tampoco era el candidato preferido. Pero se quedó con la nominación, y derrotó a Trump. La apuesta de los demócratas es que 2024 sea un nuevo 2020, y Biden haga lo mismo otra vez, con su vejez a cuestas.
Every generation has a moment where they have had to stand up for democracy. To stand up for their fundamental freedoms. I believe this is ours.
— Joe Biden (@JoeBiden) April 25, 2023
That’s why I’m running for reelection as President of the United States. Join us. Let’s finish the job. https://t.co/V9Mzpw8Sqy pic.twitter.com/Y4NXR6B8ly
Con una economía frágil entre manos, Biden y su equipo eligieron encuadrar la nueva contienda por la Casa Blanca igual que hace cuatro años, como una lucha por valores, y señalaron que su rival será, otra vez, Trump. En su video, Biden plantea la próxima elección como una disputa que decidirá si el país tiene “más libertad, o menos libertad, más derechos, o menos”. No es tiempo para ser complaciente, advierte el mandatario. Cuatro años atrás, su equipo usó imágenes de la protesta neonazi con antorchas en Charlottesville; ahora, el video revivió el ataque trumpista al Congreso del 6 de enero de 2021. Biden habla de libertad, democracia, derechos, igualdad, y pone como único blanco a los trumpistas “extremistas”.
“Cuando competí hace cuatro años por la presidencia, dije que estábamos en una batalla por el alma de Estados Unidos”, dice Biden. “Y todavía estamos”, cierra.
Biden ya no es el que trotaba al lado de Barack Obama, y ni siquiera el que logró sacar a Trump de la presidencia hace cuatro años. Los años se traslucen en su agenda: pasa casi todos los fines de semana en familia, en Delaware, hace pocas entrevistas, y tiene contactos minimalistas con los periodistas en la Casa Blanca. Cuando un jefe de estado extranjero llega de visita, ya no hay conferencia de prensa conjunta. Su edad será uno de sus grandes rivales en la nueva campaña, la última de su vida. Su equipo ya minimiza los riesgos, y hará malabares para intentar maquillar ese problema. Tendrán algunos elementos a su favor.
A diferencia de Trump, Biden no sufrirá el desgaste de una primaria, y tendrá lo que en Estados Unidos se conoce como la “ventaja del cargo”. En las últimas décadas, solo dos presidentes perdieron la reelección: George H.W. Bush y Jimmy Carter, ambos con la economía en jirones. Su campaña, se prevé, será minimalista, y buscará aprovechar al máximo la exposición que brinda la presidencia. Los debates serán más decisivos que hace cuatro años. Como contracara, Biden no tendrá, esta vez, una enorme ventaja que tuvo hace cuatro años: la pandemia del coronavirus, el verdadero motivo de la derrota de Trump, que además le permitió hacer campaña “virtual”, un modo mucho más conveniente para Biden que para Trump.
Más allá de su edad, de quién sea el rival, de la manera en la cual se desarrolle la campaña lo que pueda pasar hasta la elección, muchos creen que Biden tiene motivos sólidos para buscar su reelección: superó la pandemia, la economía todavía crece –aunque una recesión sigue en el horizonte–, la inflación baja, la OTAN se amplía, Ucrania resiste la invasión de Rusia, y su gobierno se ha anotado algunos logros domésticos. Algunos de sus traspiés más notables, como la caótica retirada de Afganistán, parecen olvidados. Pero, al igual que sus antecesores, Trump incluido, la realidad es que el destino de Biden está atado a la economía con la cual vaya a votar el país más que a cualquier otra cosa.
Biden siempre dijo que tuvo la intención de competir por la reelección, pero su edad y su descripción de sí mismo como un “puente” a una nueva generación dejó en el aire la posibilidad de que diera un paso al costado.
“Miren, yo me considero un puente, más nada”, declaró en un evento de campaña en Michigan, en marzo de 2020, acompañado por demócratas más jóvenes como Kamala Harris, el senador por Nueva Jersey, Cory Booker, y la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer. “Hay una generación entera de líderes que ustedes pueden ver detrás de mí. Ellos son el futuro de este país”, dijo.
Lo cierto es que esa nueva generación todavía no apareció. Si Biden hubiera decidido dar un paso al costado por su edad, ¿quién hubiera tomado la posta? La ausencia de una respuesta contundente a esa pregunta también explica su decisión. Kamala Harris, su heredera natural, ha tenido un desempeño decepcionante como vicepresidenta, ninguno de los gobernadores demócratas llegó a tener la gravitación que, por ejemplo, consiguió Ron DeSantis, principal rival de Trump en las primarias republicanas, y Pete Buttigieg, la revelación hace cuatro años, todavía intenta construir un vínculo con el electorado afroamericano, pilar de la coalición demócrata. Ese déficit se hizo más que evidente cuando empezó a circular la idea, el año último, de que Hillary Clinton o Al Gore podían llegar a ir por la revancha.
Ahora, los demócratas esperan que la historia se repita, y Biden les dé otros cuatro años en el poder para poder terminar de construir ese puente.
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