“Una tremenda cantidad de talento se desperdicia en nuestra sociedad solo porque el mismo viste una falda”, fue una de las frases que la destacó
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El próximo 5 de noviembre Kamala Harris será la primera mujer negra que compita por la presidencia de Estados Unidos. Pero no es la candidata eminente de esa minoría que aspira a llegar a ese cargo. Hace medio siglo - más concretamente 52 años - otra política afroestadounidense lanzó su postulación presidencial por el mismo partido que Harris, el Demócrata. Su nombre era Shirley Chisholm y aquí contaremos quién fue (y por qué no es más conocida esta pionera que algunos consideran allanó el camino para otras sucesoras).
Chisholm nació en Brooklyn, Nueva York, en 1924 y pasó parte de su infancia con su abuela en Barbados, antes de regresar con sus padres a su ciudad natal para concluir sus estudios. Después de licenciarse como maestra trabajó en el ámbito del bienestar infantil, donde desarrolló un fuerte interés por la política.
Fue integrante de la Asamblea Estatal de Nueva York y en 1968 hizo historia al convertirse en la primera mujer negra en ser elegida al Congreso de EE. UU. “No tengo intención de quedarme callada observando. Propongo expresarme inmediatamente para concentrarme en los problemas de la nación”, dijo Chisholm al asumir su nuevo cargo en la Cámara de Representantes.
Su victoria electoral, en el marco de la lucha por los derechos civiles de la época, fue un gran hito no exento de desafíos. “¿Te podés imaginar ser una mujer y negra en el Congreso en ese entonces?, planteó la congresista Bárbara Lee, representante por California desde 1998 y una de las 29 mujeres negras que actualmente sirven en el Congreso de EE. UU.
Según Lee, que ingresó a la política de la mano de Chisholm, como la primera mujer negra y la segunda del sexo femenino en integrar el influyente Comité de Reglas de la Cámara Baja, ella rompió muchos techos de cristal. “Algunos hombres en el Congreso no la respetaban; ella simplemente sobresalía, pero no la entendían. Sin embargo, no se doblegaba. Ella no estaba allí para congraciarse; estaba allí para cambiar las cosas”, dijo.
Chisholm en sus propias palabras
- “Si no te dan un puesto en la mesa, trae tu propio asiento”.
- “Una tremenda cantidad de talento se desperdicia en nuestra sociedad solo porque el mismo viste una falda”.
- “El estereotipado emocional, sexual y psicológico de las mujeres empieza cuando el médico dice: ‘¡Es niña!’”.
- “¿Por Dios, ¿qué es lo que queremos? ¿Qué es lo que cualquier ser humano quiere? Retiremos la pigmentación accidental de una delgada capa de piel exterior y no hay diferencia entre cualquier otra persona y yo”.
- “Al fin de cuentas, antinegro, antifemenino y todas las formas de discriminación equivalen a lo mismo: antihumanismo”.
En sus 14 años como congresista, Chisholm trabajó arduamente para “cambiar las cosas”, promoviendo legislación para proteger a los menos privilegiados y los grupos minoritarios. Impulsó un proyecto de ley para asegurar que las empleadas domésticas recibieran prestaciones sociales y abogó por mejor acceso a la educación y por los derechos de los inmigrantes.
Promovió, además, una norma para ampliar el cuidado de los niños de mujeres trabajadoras, apoyó la legislación para el almuerzo escolar y ayudó a establecer una comisión nacional para la protección del consumidor y la seguridad de los productos.
Chisholm también trabajó incansablemente para expandir el programa gubernamental de estampillas de asistencia alimentaria para que estuvieran disponibles en todos los estados. Y fue instrumental en establecer un plan adicional, el Programa Especial de Suplemento Nutricional para Mujeres, Infantes y Niños, que proveía apoyo para mujeres embarazadas.
Machismo
En la política, Chisholm encontró que su género presentaba un obstáculo aún mayor que su raza. “Me topé con más discriminación como mujer que como persona negra. Los hombres son hombres”, dijo una vez. “Tenía agallas y les dio confianza a otros para que creyeran que ellos también podían llegar a ser alguien, que somos iguales, que tu género no significa que no puedas llegar al puesto más alto en el gobierno”, manifestó su ahijada Marya Boseley.
Ese deseo de romper barreras es lo que motivó a Chisholm a lanzarse a la presidencia en 1972, en busca de la nominación demócrata, apenas tres años después de convertirse en representante a la Cámara Baja. “Me lancé porque la mayoría de la gente pensaba que el país no estaba listo para un candidato negro, ni preparado para una mujer candidata. Algún día. Ese 1972 fue el momento en que ese algún día llegara”, expresó en una entrevista de la época.
Chisholm, cuyo eslogan era “Ni vendida ni mandoneada”, reconoció que nunca esperó ganar, pero sí que su candidatura cambiara “el rostro y el futuro de la política estadounidense”. “Me presento ante ustedes hoy para repudiar la ridícula noción de que el pueblo estadounidense no votará por candidatos calificados, simplemente porque no es blanco o porque no es hombre”, declaró a sus adeptos al lanzar su campaña.
“No creo que, en 1972, la gran mayoría de estadounidenses continúe albergando tan estrecho y mezquino prejuicio”, añadió. La legisladora Lee conoció a Shirley Chisholm por primera vez durante su campaña presidencial. En ese entonces Lee, que era madre soltera y recibía asistencia social, era la presidenta del sindicato de estudiantes negros del Mills College. “Cuando le dije que quería trabajar para ella me retó y me hizo registrarme para votar primero. Me dijo que si yo quería cambiar las cosas, debería meterme en la política”, recordó.
No fue una campaña fácil. Chisholm sobrevivió varios intentos de asesinato y tuvo que entablar una demanda para asegurar que la incluyeran en los debates televisados. Alcanzó a llegar hasta la convención demócrata, donde perdió la nominación frente a George McGovern, pero dejó una duradera impresión. Cumplió siete periodos en el Congreso y se retiró en 1982, tras lo cual regresó a la enseñanza. Murió en 2005 a los 80 años.
Un ícono olvidado
A pesar de sus múltiples logros, aquellos que estuvieron cerca de ella dicen que nunca obtuvo el lugar en la historia que se merece. “La gente ignora la historia”, alegó su ahijada Boseley. “Cuando yo estaba creciendo, la historia negra era prevalente en las escuelas y ahora no lo es”, agregó.
Lee concuerda en que la educación de su legado es insuficiente, “especialmente cuando todavía estamos lidiando con tantos asuntos relacionados con la inclusión de afroestadounidenses en la sociedad”. La congresista cabildeó con éxito para que un cuadro de Chisholm se colocara en el Congreso y que se emitiera una estampilla en su honor. Y en noviembre de 2015, Chisholm recibió póstumamente la Medalla Presidencial de la Libertad, el más alto galardón civil presentado por el gobierno de EE. UU.
“Hay personas en la historia de nuestro país que no ven a la izquierda o la derecha, simplemente miran directamente al frente. Chisholm fue una de ellas”, declaró el entonces presidente Barack Obama a una audiencia reunida en la Casa Blanca, cuando presentó el galardón. “El ejemplo de Shriley trasciende su vida. Y cuando se le preguntó cómo quería que la recordaran, tuvo una respuesta: ‘Me gustaría que dijeran que Shriley Chisholm tenía agallas’. Me enorgullece decirlo: Shirley Chisholm tenía agallas”, añadió Obama.
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