El daño que le hubiese hecho la explosión al prístino medio ambiente lunar no preocupaba a las Fuerzas Aéreas estadounidenses a pesar de las inquietudes de los científicos
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El momento en que el astronauta Neil Armstrong salió a dar su famoso paso sobre la superficie de la Luna en 1969 es recordado como uno de los más memorables de la historia de la humanidad.
Pero, ¿cómo hubiera sido si la Luna que pisó Armstrong estuviera marcada por enormes cráteres y contaminada por los efectos de un bombardeo nuclear? Vamos a explicar de dónde surge esta pregunta.
A primera vista, el título del trabajo de investigación A Study of Lunar Research Flights, Vol 1 (Un estudio de vuelos de investigación a la Luna, Vol 1) suena anodinamente burocrático y, sobre todo, pacífico. Es el tipo de documento que resulta fácil de ignorar. Y probablemente ese era el objetivo. Sin embargo, si echamos un vistazo a la portada, la cosa cambia un poco.
En el centro aparece un escudo que representa un átomo, una bomba atómica y una nube nuclear: el emblema del Centro de Armas Especiales de la Fuerza Aérea en la Base Aérea de Kirtland, Nuevo México, que desempeñó un papel clave en el desarrollo y las pruebas de armas nucleares.
En la parte inferior aparece el nombre del autor: L. Reiffel, o Leonard Reiffel, uno de los principales físicos nucleares de Estados Unidos, quien trabajó con Enrico Fermi, el creador del primer reactor nuclear del mundo, conocido como el “arquitecto de la bomba nuclear”.
Ese trabajo de investigación era conocido como el Proyecto A119, una propuesta ultrasecreta para detonar una bomba de hidrógeno en la Luna.
Las bombas de hidrógeno eran mucho más destructivas que la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima en 1945, y lo último en diseño de armas nucleares en aquella época. Entre mayo de 1958 y enero de 1959, Reiffel elaboró numerosos informes sobre la viabilidad del proyecto.
Increíblemente, uno de los científicos que hizo posible este horrible plan fue el futuro visionario Carl Sagan. De hecho, la existencia del proyecto solo se descubrió en la década de 1990 porque Sagan lo había mencionado en una solicitud de ingreso en una universidad de élite.
Batalla espacial
Aunque se cree que podría haber ayudado a responder algunas preguntas científicas rudimentarias sobre la Luna, el objetivo principal del Proyecto A119 era una demostración de fuerza.
La bomba explotaría en el terminador de la Luna -la frontera entre el lado claro y el oscuro de la Luna- para crear un brillante destello de luz que cualquiera, pero especialmente cualquiera en el Kremlin, pudiera ver a simple vista. La ausencia de atmósfera significaba que no habría una nube nuclear en forma de hongo.
Solo hay una explicación convincente para proponer un plan tan tenebroso, y su motivación se encuentra entre la inseguridad y la desesperación. En la década de 1950, no parecía que los Estados Unidos estuviera ganando la Guerra Fría.
La opinión política y popular estadounidense sostenía que la Unión Soviética iba por delante en el crecimiento de su arsenal nuclear, especialmente en el desarrollo, y número, de bombarderos y misiles nucleares.
Más adelante se supo que esos temores fueron infundados dando origen a lo que se denominó “brecha de los bombarderos” y “brecha de los misiles”. Pero, los Estados Unidos tuvo razones para sospechar de que se estaba quedando rezagado pese a hacer explotar la primera bomba de hidrógeno en 1952.
Para sorpresa de Washington, los soviéticos lograron estallar la suya solo tres años más tarde y después, en 1957, Moscú dio un importante salto en la carrera espacial con el lanzamiento del Sputnik 1, el primer satélite artificial en órbita alrededor del mundo.
No ayudó a los nervios estadounidenses el hecho de que el Sputnik se lanzó sobre un misil balístico intercontinental soviético -aunque modificado- ni que el propio intento estadounidense de lanzar una “luna artificial” acabara en una enorme y ardiente explosión.
El infierno que consumió su cohete Vanguard fue filmado y dio la vuelta al mundo. Un noticiero británico de la época fue brutal: “EL VANGUARD FALLÓ... un gran revés en el terreno del prestigio y la propaganda...”.
Mientras tanto, en las escuelas estadounidenses, los alumnos eran expuestos a la famosa película informativa Duck and Cover (Agáchate y cúbrete), en la que Bert, una tortuga animada, enseñaba a los niños qué hacer en caso de un ataque nuclear.
Más tarde, ese mismo año, los periódicos estadounidenses, citando una fuente de inteligencia de alto nivel, informaron de que “los soviéticos bombardearán con H (hidrógeno) la Luna en el aniversario de la Revolución, el 7 de noviembre” (The Daily Times, New Philadelphia, Ohio) y luego siguieron con informes de que los soviéticos ya podrían estar planeando lanzar un cohete con armas nucleares contra nuestro vecino más cercano.
Como ocurre con otros rumores de la Guerra Fría, sus orígenes son difíciles de descifrar. Extrañamente, este susto también motivó probablemente a los soviéticos a desarrollar sus planes.
Uno de ellos, bautizado con el nombre en clave de E4, era un calco del de los estadounidenses, y finalmente fue descartado por Moscú por razones similares: el temor a que un lanzamiento fallido pudiera provocar que la bomba cayera en suelo soviético. Describieron el potencial de un “incidente internacional altamente indeseable”.
Puede ser que simplemente se dieran cuenta de que aterrizar en la Luna era el premio mayor.
Habría funcionado
En 2000, Reiffel dio su opinión confirmando que era “técnicamente factible” y que la explosión habría sido visible en la Tierra. El daño que le hubiese hecho la explosión al prístino medio ambiente lunar no preocupaba a las Fuerzas Aéreas estadounidenses a pesar de las inquietudes de los científicos.
“El proyecto A119 fue una de las varias ideas que se barajaron para dar una respuesta impactante ante el Sputnik”, dice Alex Wellerstein, historiador de la ciencia y la tecnología nuclear. Otra fue derribar el Sputnik, lo que parece muy rencoroso. Se refieren a ellas como trucos publicitarios diseñados para impresionar a la gente”.
“Lo que hicieron al final fue poner en marcha su propio satélite, y eso les llevó un poco de tiempo, pero continuaron con este proyecto con cierta seriedad, al menos hasta finales de la década de 1950″, contó el historiador.
Para Wellerstein “fue un período bastante interesante sobre el tipo de mentalidad estadounidense en ese momento. Esa necesidad de que para competir había que de alguna manera crear algo muy impresionante”.
“Creo que, en este caso, impresionante y terrorífico están un poco demasiado cerca el uno del otro”, agregó. Sin embargo, no está seguro de que el miedo a la caza de brujas anticomunista hiciera que los físicos nucleares trabajaran en este proyecto. “Cualquiera que ocupaba esos cargos seguramente lo hacía porque lo motivaba hasta cierto punto”, dice.
“No les importaba hacer el trabajo. Si hubieran tenido miedo, hubieran podido hacer un millón de otras cosas. Muchos científicos lo hicieron en la Guerra Fría; decían que la física se había vuelto demasiado política”.
Foco lunar
Otro punto de inflexión pudo ser la guerra de Vietnam al provocar un mayor examen de conciencia.
“El proyecto A119 me recuerda al segmento de Los Simpson en el que Lisa ve el póster Nuke the Whales de Nelson en la pared y pregunta: ‘¿Atacar a las ballenas con armas nucleares’”, dice Bleddyn Bowen, experto en relaciones internacionales en el espacio exterior. “Y él dice: ‘Bueno, tienes que bombardear algo’”.
Bowen considera que fueron estudios muy serios, “pero que no obtuvieron financiación ni atención cuando salieron de la comunidad espacial. Formaron parte de la manía espacial de finales de los 50 y principios de los 60, antes de que nadie supiera exactamente qué naturaleza iba a tomar la Era Espacial”.
“Si vuelve a haber algo parecido a este tipo de histeria lunar, va a ir en contra del orden jurídico internacional establecido... acordado por casi todos los estados del mundo”, apunta.
¿Podrían volver a surgir estos planes, a pesar del consenso internacional? “He oído algunos ruidos procedentes de algunos lugares y del Pentágono sobre el estudio de misiones de la Fuerza Espacial de EE.UU. para el entorno lunar”, dice Bowen.
Aunque el punto es que si algunas de las ideas más extravagantes no arraigan en Estados Unidos, eso no significa que no puedan tener éxito en otros países, como China.
“No me sorprendería que hubiera una comunidad en China que quisiera impulsar algunas de estas ideas porque piensan que la Luna es genial y trabajan en el ejército”, añade Bowen.
La mayoría de los detalles del Proyecto A119 siguen envueltos en el misterio. Al parecer, muchos de ellos fueron destruidos. Dicho esto, la mayor lección que hemos aprendido ha sido, quizás, que nunca debemos pasar por alto el documento de investigación con un nombre burocrático y anodino sin, al menos, leerlo primero.
*Por Mark Piesing
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