Un especialista en análisis político aseguró que el segundo gobierno del magnate estadounidense será “más radical” que el primero
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Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca asegurado, América Latina aguarda un nuevo giro brusco e incierto en sus relaciones con Estados Unidos. El triunfo electoral de Trump el martes supone “un gran shock” para la región, señaló Michael Shifter, un reconocido experto que presidió Diálogo Interamericano, un centro de análisis hemisférico con sede en Washington DC.
Shifter anticipó en una entrevista con BBC Mundo que el segundo gobierno de Trump será más radical que el primero y tendrá a México como centro de atención regional. Pero sostiene que la onda expansiva del cambio de poder en EE.UU. podría sentirse más al sur del continente y quizás abrir un enfoque totalmente novedoso de Trump ante el gobierno socialista de Nicolás Maduro en Venezuela.
BBC Mundo habló por teléfono con este profesor de estudios latinoamericanos en la Universidad de Georgetown.
—¿Qué significa para América Latina este nuevo triunfo electoral de Trump?
—Es un gran shock para América Latina. La región ya experimentó ese shock por cuatro años y tiene memoria de lo que significa. Y me parece que está preparándose para una nueva versión de otro mandato que sería mucho más radical y extremista que el primero, sobre todo en temas que tienen que ver con migración, comercio, China y drogas. En todos esos temas lo que Trump utiliza, a diferencia de la administración Biden y de lo que hubiera hecho Kamala Harris, son amenazas y castigos. Esos son sus instrumentos de política exterior preferidos. Entonces creo que muchas partes de América Latina pueden estar esperando que Trump se dedique a otras partes del mundo y se olvide de la región. Tal vez sería lo mejor, pero obviamente sus políticas sobre todo en temas migratorios, comerciales y China afectarían a la región como vimos en sus primeros cuatro años, que van a ser mucho más moderados de los que vienen.
—¿Esto lo decís por las promesas que hizo o por el equipo que esperas que asuma la política de EE.UU. para la región?
—Ambos. Recordemos que hace ocho años, cuando Trump ganó la presidencia, amenazó con deportar millones de indocumentados. Es lo que quería hacer. Sin embargo, tuvo asesores que le dijeron que no era viable ni práctico. Y no lo hizo.
Esta vez dijo que va a rodearse con asesores que le faciliten y alienten sus impulsos, sus ideas, y no va a tener esos obstáculos para llevar a cabo su agenda. Entonces creo que sus propuestas son mas radicales y sus asesores van a ser más leales, no van a decirle: “señor presidente, usted no puede hacer eso”. Él mismo dijo que su error fundamental en el primer mandato fue elegir asesores que fueron parte del establishment y no lo dejaron hacer lo que quería.
—México es el país latinoamericano más cercano a EE.UU. ¿Será también el que más sentirá este cambio político en Washington?
—México será el foco de atención de Donald Trump y su administración en América Latina, sin dudas. Es el país que combina todos los temas que son importantes para él, empezando con migración, también temas de drogas como el fentanilo, comercio y China, que tiene presencia reciente en México. No creo que Trump vaya a dedicar mucho tiempo a América del Sur, pero México sí va a ser el foco de su atención. Y me parece que podemos esperar una relación con la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, bastante difícil y complicada.
—Trump dijo que puede poner aranceles a las importaciones procedentes de México si este país no corta el pasaje de inmigrantes sin papeles que él llama “criminales” hacia EE.UU. También indicó que buscará deportar a millones de inmigrantes indocumentados y que podría restablecer el programa de “permanecer en México”, que exige que los solicitantes de asilo esperen en allí mientras se gestionan sus casos. ¿Todo esto son posibilidades reales o meras amenazas?
—Recordemos que su mensaje principal en 2016 fue construir un muro bonito en la frontera de México y EE.UU. y que los mexicanos paguen. Claro, nunca pagaron por el muro, que fue construido sólo en parte. Pero fue algo simbólico, mandó un mensaje a México y a su base política de que él cumple sus promesas. Creo que algo parecido va a pasar con las deportaciones. Obviamente no es viable deportar 10 millones de indocumentados de EE.UU., de los cuales más o menos la mitad son mexicanos. Significaría la parálisis de la economía estadounidense. Y creo que Trump no va a hacer eso, porque la mano de obra en sectores importantes concentra muchos inmigrantes indocumentados .Pero también descarto que sean puras amenazas vacías y que no vaya a hacer nada, porque tiene que mostrar algo. Entonces tengo la impresión de que hará algo simbólico para satisfacer a su base y mandar un mensaje a México y al resto de América Latina de que él es serio con esa idea.
—¿Qué impacto podría tener esto si lo llevara a cabo para la relación bilateral, por ejemplo en la cooperación de seguridad con México?
—Creo que eso generaría una reacción muy fuerte y puede aumentar tensiones que afectarían otros temas, como el comercial o de seguridad. Eso generaría un ambiente muy conflictivo. Nunca es fácil la relación con México. No fue fácil bajo la administración Biden. Pero podría ser peor. Y si Trump tiene esa postura muy agresiva y utiliza a México para mostrar que está cumpliendo con sus promesas, hay riesgos para mantener la relación bien encaminada.
—¿Crees que los efectos de un endurecimiento de la política migratoria de EE.UU. y de una eventual deportación masiva de inmigrantes bajo un nuevo gobierno de Trump podrían sentirse también en Centroamérica y el resto de la región?
—Sobre todo en México y Centroamérica. En el resto de la región menos. Pero recuerdo que en la primera administración de Trump, cuando hizo todas esas amenazas de construir un muro en la frontera, había gente muy importante en Chile, Argentina o Uruguay que lo tomaba como una ofensa a toda América Latina. Entonces, aún si en la práctica no están deportando migrantes a Uruguay, creo que generaría una cierta solidaridad latinoamericana con México y Centroamérica, que serían los blancos principales de esa política.
—Muchos se preguntan cuál será la estrategia del próximo gobierno de Trump respecto a Venezuela, después que en su primer mandato intentara sin éxito ignorar al presidente Nicolás Maduro reconociendo a su opositor Juan Guaidó como mandatario legítimo. ¿Tenés alguna pista?
—Obviamente Trump va a tener que lidiar con Venezuela. Su política en su primer mandato fracasó: apostó en Guaidó, no resultó y Maduro quedó fortalecido. Entonces, tal vez Trump no está interesado en volver a intentar lo que no le fue bien en su primer mandato, en tener una posición muy dura de que “todas las opciones están en la mesa” e implementar sanciones económicas que fracasaron. Van a estudiar distintas posibilidades seguramente. Pero no descarto que él pueda dar un giro de 180 grados y decir que va a cambiar su enfoque frente a Venezuela, tratar de acomodar el régimen de Maduro y buscar un acuerdo tal vez sobre el tema migratorio, que sí le importa. Y también facilitar oportunidades para sus amigos, para hacer negocios en Venezuela y ganar mucho dinero. Hay posibilidades de hacer eso. La frase que todo el mundo dice es que “a Trump le encantan los hombres fuertes”. Tiene cierto mérito, pero Maduro siempre fue una excepción: no fue muy querido por Trump en su primer mandato; todo lo contrario. Y creo que la explicación fue que él necesitaba en Florida el apoyo de los exiliados cubanos, venezolanos, nicaragüenses y otros que siguen apoyando a Trump.
Pero estamos en otro momento. Trump no puede hacer otra campaña para presidente. Florida ya es muy republicano. Y creo que hay otros factores que tienen más peso hoy. En su primer mandato Trump hizo una iniciativa o gesto con Kim Jong-un (líder de Corea del Norte). No descarto la posibilidad de que busque hacer algo parecido con Nicolás Maduro. No es mi pronóstico, pero vale la pena considerarlo. Imagino que los asesores de Trump lo están estudiando. Escuché de algunos colegas venezolanos que en conversaciones en la campaña esto es algo que estaba sobre la mesa por lo menos.
—¿Y qué podría ocurrir con la política de EE.UU. hacia Cuba?
—Con Cuba no existen los mismos incentivos que en el caso de Venezuela. La política hacia Cuba ya está muy dura. No creo que vaya a intentar algo militar. Entonces esperaría que siga el statu quo: la política de Biden no ha tenido muchas diferencias con la que dejó Trump en 2020. No espero grandes cambios en la política frente a Cuba.
—Otros presidentes de izquierda en América Latina, como el brasileño Lula o el colombiano Petro, mantuvieron un diálogo con el gobierno de Biden y buscaron por ejemplo mediar en la crisis de Venezuela, aunque sin éxito. ¿Cambiará su relación con EE.UU. bajo el mandato de Trump?
—Tampoco creo que haya grandes cambios ni que vaya a recibir mucha atención. El único factor que puede agravar la situación de Trump y Lula es la cercanía de Trump y su familia con la familia de Bolsonaro, que fueel gran adversario de Lula. Eso puede generar más distancia y desconfianza entre ambos. Pero no significa que vayan a romper relaciones ni nada dramático.
—Algunos presidentes de la región, como el salvadoreño Nayib Bukele y el argentino Javier Milei, se han acercado recientemente a Trump, participaron en actos conservadores a su lado y se apresuraron a felicitarlo por su triunfo electoral. ¿Esperas más cooperación de una Casa Blanca de Trump con sus gobiernos?
—No creo que en la práctica habrá mucha cooperación. Recordemos que cuando Trump era presidente tuvo dos años que coincidían con la presidencia de Bolsonaro. Y no se puede señalar que en la práctica sustantivamente hubiera grandes beneficios para Brasil.
Creo que más bien eso está en el plano diplomático, simbólico, en algunos abrazos cálidos y conferencias internacionales. Pero soy un poco escéptico de que llegue a algunos favores que impliquen compromisos de recursos. En Argentina algunos especulan con que quizás el gobierno de Trump pueda dar un apoyo más decisivo ante los organismos financieros a los planes económicos de Milei en Argentina… Tengo mis dudas de si esto puede ocurrir. Tal vez es una expectativa o esperanza que no tiene mucha base en lo práctico. La cooperación del FMI con Argentina tiene que ver con cambios dentro de Argentina que tiene que cumplir. No veo a Trump salvando a Argentina o dándole favores especiales dentro del FMI.
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