Según estimaciones, más de 50.000 personas originarias de la isla caribeña hacen vida en la conocida ciudad del Derby; el éxodo migratorio y la oferta de oportunidades laborales y de inversión son algunos de los motivos por los que eligen este lugar de EE.UU.
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“No te sorprendas. Aquí los cubanos cada día somos más”. El taxista Alfredo Rodríguez responde así a mi asombro por escuchar un saludo en español nada más salir del aeropuerto Mohamed Ali de Louisville, la mayor ciudad de Kentucky y cuna del legendario boxeador. En menos de 20 minutos, hemos llegado al centro histórico, donde la combinación de edificios de inspiración victoriana, fachadas de hierro fundido y algunos rascacielos denota el marcado carácter estadounidense de la urbe.
Un carácter que reafirman los puentes de acero sobre el río Ohio, el icónico barco de vapor Belle, el hipódromo Churchill Downs, donde se celebra el famoso Derby de Kentucky, y las destilerías de bourbon, la variedad de whisky originaria de este estado de tradición sureña.
Pero Louisville está cambiando a una velocidad asombrosa. Tan rápido como crece el número de cubanos que construyen aquí una nueva vida desde cero. Ya superan los 50.000, según estimaciones a partir de datos oficiales, más del 6% de una población total de 780 mil habitantes.
Los emprendedores, empleados, médicos, artistas y estudiantes kentubanos, como se autodenominan los cubanos asentados en Kentucky, están redefiniendo la economía y las costumbres locales. Durante dos días recorro Louisville para saber por qué llegan aquí tantos cubanos y cómo están transformando la ciudad.
Los “kentubanos”
Si hay un referente de los cubanos en Kentucky es Luis David Fuentes. Este ingeniero de 52 años se estableció aquí en el año 2000 y una década después fundó El Kentubano, una revista que abarca desde noticias locales y sobre Cuba hasta eventos de la comunidad u ofertas de trabajo y vivienda para los recién llegados.
Aunque no es de los más antiguos, Luis David forma parte de las primeras generaciones de cubanos en Kentucky. Los pioneros llegaron a Estados Unidos durante el éxodo masivo del “período especial”, la prolongada y atroz crisis económica que sufrió Cuba en la década de 1990 tras la caída del bloque socialista liderado por la URSS.
La mayoría arribaban a Florida en balsa o bajo el sistema de lotería creado por la Administración del presidente Bill Clinton. Quienes carecían de familiares que los alojaran en Miami y alrededores eran reubicados en urbes tan dispares como Lancaster, Pensilvania, Buffalo, Nueva York, o Louisville.
“Allí las organizaciones les daban el primer empujón. Con el tiempo se lo fueron comentando a sus amistades, parientes, y fueron llegando más y más”, me explica Luis David mientras nos dirigimos a nuestro primer destino: el Ministerio de Refugiados de Kentucky.
Es un jueves de noviembre por la mañana y en sus instalaciones se agolpan decenas de personas, la mayoría cubanos que han llegado recientemente a Louisville. En esta institución, reciben orientación personal y legal, servicios de empleo, clases de inglés y cheques con fondos para cubrir sus gastos en los primeros meses.
Los responsables del centro aseguran estar “desbordados”. “Antes de 2021 llegaban unos 50 cubanos al mes y ahora recibimos a 50 cada día”, me comenta Daynier Adán, trabajador social.
Solo en los últimos dos años, más de 15.000 cubanos se instalaron en Louisville y alrededores, según datos oficiales, aunque la cifra real se estima mayor ya que ignora la migración secundaria, es decir, quienes ya estaban en Estados Unidos y se mudaron aquí desde otros estados como Florida o Texas.
Daynier, que también es historiador, señala la crisis financiera de 2007-2008 como otro momento clave en la migración de cubanos a esta región. “El declive de la industria automotriz disparó el desempleo en las áreas industriales de Estados Unidos, pero Kentucky resistió. Muchos que estaban en Tampa, Houston o Pensilvania se vinieron aquí y, cuando tienes varias generaciones a las que les va bien, traen a sus familiares y amigos”, explica.
Es, sin embargo, desde la pandemia cuando la población de kentubanos se ha disparado: primero, como parte del éxodo masivo de más de 300 mil cubanos que entraron de forma irregular a Estados Unidos en 2022 al agudizarse la grave crisis económica de la isla; y desde principios de este año, con las decenas de miles de arribos legales bajo el programa de permiso humanitario o “parole” de la administración del presidente Joe Biden.
Pero, ¿por qué Kentucky, a diferencia de otros destinos fuera de Florida, atrae a tantos cubanos? “Pagas menos impuestos, seguro y gasolina, los alquileres son más baratos, es más fácil comprar una propiedad, hay oportunidades de trabajo y se paga bien la hora”, expone Fuentes, el fundador de El Kentubano. Y establece una comparación con la gran capital del exilio cubano en Estados Unidos. “Lo que en Miami te lleva diez años lograr, aquí lo consigues en tres o cuatro″.
Trabajo abundante
Representantes del gobierno municipal de Louisville me citan en Cured, un céntrico restaurante que regentan la pareja de cubanos Alvio y Ela. Tras años de altibajos en Miami, en 2019 Alvio se mudó a Louisville para cumplir sus dos sueños: formar una familia y establecer su propio negocio.
Emprender en Kentucky, asegura, es más fácil: hay muchos locales disponibles, los alquileres son asequibles, la comunidad cubana arropa a los suyos y el gobierno brinda ayudas. Alvio y Ela accedieron a un préstamo con bajo interés de US$150 mil para sacar adelante su proyecto.
Amos Izerimana, director de Inmigración de Louisville, me explica que cada vez son más los inmigrantes, y en especial los cubanos, que aprovechan estos servicios del gobierno municipal. Frente a los embutidos que Alvio elabora con la técnica que aprendió en Cuba, el representante del gobierno admite que “la demografía de Louisville está cambiando de forma significativa”.
Explica que la población inmigrante ha crecido un 50% en la última década, en gran parte impulsada por la llegada de cubanos, y cree que la cifra real podría ser mayor ya que muchos no se registran. Destaca que hay muchos emprendedores que establecen su propio negocio, así como médicos, ingenieros, educadores y otros trabajadores cualificados que convalidan sus estudios cubanos y retoman sus profesiones en Louisville.
Por otra parte, los menos cualificados y los recién llegados encuentran oportunidades en líneas de producción de grandes empresas radicadas en Kentucky como Amazon, General Electric y UPS, o se emplean en los restaurantes y otros negocios administrados por sus compatriotas.
María Oro, de 25 años, entró al país de forma irregular hace más de un año y trabaja como camarera en Cured mientras soluciona su situación migratoria. Natural de Holguín, al este de Cuba, y licenciada en Traducción, María me explica que, cuando tenga papeles, estudiará Psicología y se mudará a una ciudad más grande y cosmopolita como Nueva York.
Mientras tanto, considera que Louisville es un buen trampolín: nunca le ha faltado trabajo, vive sola en un barrio acomodado, ahorra parte de su salario y se puede permitir algunos viajes. “Kentucky ofrece oportunidades laborales que no hay en otros estados. Los salarios aquí son más elevados, los alquileres bajos y el costo de vida es más asequible”, resume. Sin embargo, no para todos es tan fácil.
María habla inglés, a diferencia de la gran mayoría de cubanos que llegan a Louisville. A casi todos ellos les espera un inicio duro, con largas horas de trabajo manual y sueldos bajos mientras aprenden el idioma y acumulan la experiencia laboral necesaria para optar a mejores oportunidades, o ahorran para emprender.
Es el caso de Dailis Mesa, una joven de 24 años, también de Holguín, que llegó hace ocho meses sin conocimientos de inglés. “La experiencia es un poco difícil, ha sido complicado buscar empleo y no he podido desenvolverme como quisiera. En Cuba era epidemióloga y aquí he trabajado sobre todo de limpieza”, confiesa. Otra barrera para los nuevos kentubanos, acostumbrados a un clima cálido, es adaptarse al duro invierno de Louisville, con termómetros bajo cero durante más de cuatro meses.
Rápida integración
“Que levanten la mano los que son de Cuba”, exclama el profesor. De los 18 alumnos que ocupan el aula, 12 alzan el brazo. Estamos en la Newcomer Academy, donde los menores extranjeros recién llegados pasan un año aprendiendo inglés antes de integrarse al sistema escolar en su nuevo destino.
Emplazado en el sureste de Louisville, el edificio de dos plantas integra una gran biblioteca, un pabellón deportivo cubierto y multitud de aulas, casi todas llenas a primera hora de la tarde del jueves. De los 16.000 alumnos de diversas nacionalidades matriculados este año aproximadamente un 60% son cubanos, me indica Berta Weyenberg, coordinadora de educación multilingüe en la academia.
“Mi mayor satisfacción es cuando a uno de estos niños que llega por primera vez sin hablar inglés, temeroso, me lo encuentro un año después en una escuela regular, ya hablando el idioma y compartiendo con sus amigos”, afirma.
Como Berta también es presidenta de la Asociación Cubano-Americana de Kentucky, la organización que apoya y promociona a la comunidad, aprovecho para preguntarle qué han aportado los cubanos a la ciudad y qué los diferencia de otras comunidades.
Me responde que los kentubanos brindan, sobre todo, riqueza económica y diversidad cultural. “La ciudad era mucho más segregada hace 26 años. Hoy hay cubanos por todas las partes de la ciudad, en todos lados escuchas hablar español, ves carteles de negocios cubanos y parejas de cubanos con otras nacionalidades”.
Pero lo que más destaca es su espíritu emprendedor: “En Cuba nos fue negado todo. Por eso, aquí, en cada esquina hay un cubano luchador que aprovecha las ventajas del capitalismo para establecer su negocio”.
Espíritu emprendedor
La mañana del viernes prosigo mi recorrido por el centro y el sur de Louisville, donde se concentran gran parte de los negocios kentubanos. Al entrar en un supermercado, dos cosas me llaman la atención: el intenso olor a arroz, frijoles, cerdo asado y otras especialidades cubanas que cocinan y venden en una sección del establecimiento; y la urna de cristal que alberga una efigie a tamaño humano de San Lázaro con el torso desnudo, capa morada y una montaña de billetes a sus pies.
“Es Babalú Ayé, él nos da buena suerte”, me comenta una trabajadora, en referencia al orisha, deidad de la religión yoruba, sincretizado con San Lázaro en la cultura afrocubana.
Salgo de allí y a unos centenares de metros me encuentro con Rolando Espinosa, que llegó a la ciudad hace 27 años y hoy regenta varios negocios de hostelería. Me enseña su nuevo proyecto: un pequeño centro comercial de dos plantas. “Nuestra comunidad crece cada día más, y eso me dio la idea de tenerlo todo aquí juntito”, me indica.
Su establecimiento cuenta ya con un supermercado, una tienda de ropa y otra de telefonía a las que va a agregar, entre otros negocios, una carnicería, una heladería y una pizzería. “Pero pizza cubana, ¿eh?, que es mejor que la americana, porque la hacemos con el sabor latino”, aclara.
Antes de que caiga el sol aprovecho pare reunirme con agentes inmobiliarios, otra profesión habitual entre los cubanos en Louisville. Sergio Estrada fundó hace siete años su propia inmobiliaria y hoy cuenta con una plantilla de 25 agentes semiindependientes, todos cubanos. Venden casas a personas de todas las nacionalidades, pero gran parte de su mercado son compatriotas instalados en Kentucky.
“Lo primero que te dice el cubano cuando llega aquí es que quiere comprar una casa, quiere sentir que es suya y para él solo, ya que en Cuba no podía permitírselo”, afirma Sergio. También me explica que el precio relativamente bajo de las viviendas anima a muchos kentubanos a comprar la suya a los pocos años, o incluso meses, de residir aquí. “Todavía se encuentran casas en menos de 200 mil dólares, algo impensable en Miami”, compara.
Jazz vs. salsa
Es al caer el sol cuando la presencia de la isla caribeña en Louisville se hace más evidente. “Nuestra idea es que, al cruzar la puerta, te teletransportes a Cuba”, me comenta Rubén Plasencia, copropietario de La Bodeguita de Mima, el más popular entre los varios restaurantes cubanos que están cambiando la vida nocturna en la ciudad.
Banderas de Cuba, puros, sombreros guajiros y fotografías de La Habana prerrevolucionaria al ritmo de la salsa y el son dibujan el ambiente de este enorme establecimiento con 110 empleados y un aforo de 400 comensales. A las 7 de la tarde todas las mesas están llenas, mientras en la puerta decenas de clientes, la mayoría estadounidenses, esperan pacientes su turno.
“Me encanta la comida cubana. Siempre pedimos cerdo asado y, por supuesto, muchos mojitos”, me comenta Michael Zacharski, trabajador de la construcción de 34 años y natural de Louisville. Le pido que defina a la comunidad cubana en su ciudad: “Son personas muy trabajadoras. Me recuerdan a mis abuelos, que vinieron aquí desde Alemania”.
Me dirijo ahora a la calle 4 para experimentar el contraste entre lo tradicional y lo kentubano en el epicentro del ambiente nocturno en Louisville. En el emblemático club Black Jockey’s Lounge una banda de jazz toca en directo mientras los clientes degustan -solo, on the rocks o en cócteles Old Fashioned- alguno de los más de 60 bourbon que ofrece la carta.
Al cruzar la calle, solo a unos metros, el jazz da paso a la salsa: hay noche de baile en el restaurante y cabaret Havana Night, donde varias parejas coordinan sus pasos al ritmo de Celia Cruz o los Van Van.
Havana Night es otro de los negocios abiertos recientemente por cubanos para responder a la llegada masiva de sus compatriotas y al creciente interés de los locales por la cultura de la isla. “La música es algo que no podemos dejar atrás, y a las personas de Kentucky cada vez más les encanta bailar salsa, reggaeton, género urbano… Es bien bonito”, me asegura Magda Sánchez, cantante y compositora de 28 años.
Gracias al auge de la música cubana, Magda se gana se la vida haciendo lo que más le gusta en Louisville, algo que creía imposible cuando llegó de su Holguín natal hace seis años.
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