¿Michelle Obama y Nikki Haley candidatas? Las especulaciones acechan a las campañas de Biden y Trump
Los problemas y los altos niveles de impopularidad de ambos candidatos son terreno fértil para las teorías sobre eventuales reemplazantes para la elección presidencial
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WASHINGTON.- Un nombre aparece en un segundo plano en la conversación sobre la elección presidencial en Estados Unidos: Michelle Obama. ¿Puede ser candidata de los demócratas en lugar del presidente, Joe Biden? Esa especulación, más cercana a la fantasía y al delirio que a la realidad, deambula desde hace meses sin desaparecer del todo. Nikki Haley ha perdido todas las elecciones hasta ahora en la primaria del Partido Republicano, pero sigue. ¿Por qué? Porque Donald Trump puede ser condenado en la Justicia.
Los norteamericanos saben desde hace tiempo que la elección presidencial de 2024 será una revancha de 2020, y deberán elegir, una vez más, entre Biden y Trump. Pero el rechazo del electorado a ambos es el caldo de cultivo en el que arrecian las teorías y especulaciones sobre eventuales reemplazantes, algunas sin un anclaje muy fuerte en la realidad. La última vez que Estados Unidos vio una revancha entre dos candidatos fue en la elección de 1956, entre Dwight Eisenhower y Adlai Stevenson –Eisenhower ganó las dos veces–, y esta vez el país se encamina a elegir entre los dos candidatos más viejos de la historia, ambos con altos niveles de impopularidad.
Biden ha dejado en claro en reiteradas oportunidades que tiene una firme intención de buscar su reelección, y su campaña trabaja a todo vapor en la estrategia para conseguir que el electorado le dé otros cuatro años en la Casa Blanca. Pero, con 81 años sobre su espalda, Biden se enfrenta a continuos cuestionamientos a su capacidad y agudeza mental para llevar el enorme peso de la presidencia, y el respaldo a su gestión languidece.
La gestión de Biden tiene la aprobación de apenas el 38% de los norteamericanos, según la última medición de Gallup, muy por debajo de los registros que tenían sus antecesores al comienzo del año en el que consiguieron la reelección. El respaldo en inmigración, la situación en el Medio Oriente con el conflicto entre Israel y Hamas en la Franja de Gaza –que le ha costado mucho apoyo entre los jóvenes y la población árabe–, los asuntos exteriores y la economía son aún más bajas.
“De cara a noviembre, la historia sugiere que Biden tiene mucho trabajo por hacer para mejorar su índice de aprobación entre los independientes y los demócratas si quiere ganar un segundo mandato”, indicó Gallup.
Ante esa fragilidad política, abundan las discusiones sobre un eventual paso al costado. Y arrecian las especulaciones sobre posibles reemplazantes, como la vicepresidenta, Kamala Harris, el gobernador de California, Gavin Newsom, o la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer. Pero el nombre más delirante en el debate es el de la exprimera dama, Michelle Obama.
“Ella nunca estuvo interesada en la vida política”, dijo en una entrevista David Axelrod, estratega político del triunfo de Barack Obama en la elección de 2008. “No es alguien a quien le guste la política –insistió–. Tengo tantas posibilidades de bailar en el ballet de Bolshoi el próximo año como ella de ser presidenta de Estados Unidos”, bromeó después, para reforzar su postura.
A Karl Rove, quien asesoró a George W. Bush, le hicieron la misma pregunta después de que se mostró confiado en que los demócratas, a medida que se acerque la elección, comenzarán a buscar una alternativa a Biden a medida que se convenzan de sus escasas posibilidades de conseguir un triunfo. “No, no, mira, mira, ella odia la política”, respondió Rove. “Leíste su autobiografía. Ella no quería que su marido se postulara para el senado estatal. Ella no quería que él se postulara para la presidencia. Ella no es un animal político”, remarcó.
La campaña de Biden ignora el ruido que rodea a la candidatura del presidente y confía en que, una vez que los norteamericanos vean que del otro lado está Trump, volverán a elegir a Biden como presidente, a pesar de las dudas, las ansiedades y los temores que genera su vejez. Biden buscó la presidencia durante toda su carrera política, y ha dicho que quiere “terminar el trabajo”, una señal de que el presidente está más preocupado en arraigar su legado que en dar un paso al costado.
Las especulaciones también acompañan la interna del Partido Republicano. Trump avanza hacia la candidatura presidencial, aunque aún sin lograr doblegar a Nikki Haley. Trump ganó en Iowa, New Hampshire y Carolina del Sur, las tres elecciones más importantes, con más del 50% de los votos, y todo apunta a que será el rival de Biden. Pero un dato opaca sus triunfos: una amplia minoría de los republicanos, más de un tercio de los votantes, han votado por otro candidato, ya sea el gobernador de Florida, Ron DeSantis, o Haley. Entre los republicanos hay quienes ven en ese número un serio problema de cara a la elección general de noviembre.
“Hay un gran número de votantes en nuestras primarias republicanas que dicen que quieren una alternativa”, dijo Haley tras su nueva derrota en Carolina del Sur, su estado. “No voy a renunciar a esta lucha cuando la mayoría de los estadounidenses desaprueban tanto a Donald Trump como a Joe Biden”, añadió.
La decisión de Haley de seguir en la pelea por la candidatura de los republicanos cuando nadie ve que tenga un camino viable al éxito tiene una razón de fondo: la saga judicial de Trump. Hay quienes creen que Haley está estirando al máximo posible su campaña ante la posibilidad de que una eventual condena a Trump en la justicia, donde se enfrenta a 91 cargos penales, pueda convertir su candidatura en una alternativa mucho más viable. De hecho, las encuestas le dan mejor que a Trump en un enfrentamiento directo contra el presidente Biden.
“Donald Trump se presenta como expresidente con una identificación de nombre casi universal y está perdiendo hasta el 40% de los votantes primarios del Partido Republicano. Eso es un incendio de cinco alarmas para el Partido Republicano si quiere ganar en noviembre”, dijo en la red X Alyssa Farah Griffin, analista política y exfuncionaria del gobierno trumpista.
Pero la realidad, por ahora, apunta a que 2024 será una revancha de 2020.
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