La restauración conservadora que pone a EE.UU. a contramano del mundo
El fallo sobre el aborto es la principal de una serie de batallas culturales del país
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WASHINGTON.- Lily Chapman, de 39 años, caminaba delante de la Corte Suprema de Estados Unidos en medio de la protesta por la sentencia que le quitó la protección constitucional al derecho al aborto. Sentía que el país había retrocedido a la época cuando las mujeres debían estar “descalzas, embarazadas y en la cocina”. Llevaba un cártel con un mensaje: “No voy a volver en silencio a 1950″.
“Esto es más grande que el aborto. Es un ataque a los derechos”, sentenció.
En dos días, la Corte Suprema de Estados Unidos le quitó a las mujeres la protección constitucional para abortar, y también le puso un límite con otro fallo a la ofensiva de la izquierda para regular las armas. Con ambas decisiones, la Corte, que ha marcado fallo tras fallo el rumbo y el destino de Estados Unidos, mostró su determinación para imprimir su impronta conservadora en el país, que se acentuará cuando los republicanos, dominados por el trumpismo, retomen seguramente el control del Congreso en noviembre. La próxima pelea será por la Casa Blanca.
Durante décadas, Estados Unidos se movió, al igual que otros países, por el sendero de la ampliación de derechos. Fueron años de triunfos y avances para el movimiento feminista, las minorías, para los derechos civiles, el matrimonio gay, o la legalización del cannabis. Las victorias se tejieron con movimientos sociales, marchas, discursos, campañas, leyes, referendos, y sentencias de la Justicia. El fallo de la Corte, el punto cúlmine de una estrategia que se gestó durante décadas, marca el primer gran retroceso en ese historial. Y puede ser apenas un punto de partida. El país parece moverse ahora hacia una restauración conservadora que genera ilusión o espanto, según a quién se le pregunte, y pone a Estados Unidos a contramano del mundo.
Clarence Thomas, uno de los jueces conservadores del máximo tribunal que votó a favor de eliminar la protección constitucional al aborto, sugirió que la Corte podía llegar a revisar en “casos futuros” otras decisiones históricas de la Corte que, por ejemplo, protegieron el derecho a los anticonceptivos, o legalizaron el matrimonio gay en todo el país.
Alarmado, Biden dijo en su mensaje desde la Casa Blanca que el camino que marcaba la Corte era un “sendero extremo y peligroso”. El fallo, insistió, era “la realización de una ideología extrema”, que ponía en riesgo el derecho a la privacidad de cualquier persona.
El aborto siempre fue la madre de todas las batallas culturales del país. La victoria que consiguió el movimiento que desde hace décadas pelea para desterrar el aborto comenzó a gestarse hace muchos años, pero no fue hasta que Donald Trump ganó la elección presidencial, en noviembre de 2016, que estuvo realmente a mano. En solo cuatro años, Trump logró un viejo anhelo de la derecha de Estados Unidos: nombró tres jueces en la Corte, y dejó una mayoría de seis jueces conservadores, lista para moldear la jurisprudencia. A Trump le preguntaron luego de que se conoció el fallo acerca de su papel en la configuración de esa Corte. “Dios tomó la decisión”, respondió, en una entrevista con Fox News. Mike Pence, su vicepresidente y otro de los presidenciables republicanos para 2024, convocó a aprovechar la ventana que había abierto el tribunal y no descansar hasta que “la santidad de la vida sea restaurada al centro de la ley” en todo el país.
Un dato histórico indicativo de cómo ha cambiado Estados Unidos y la Corte en las últimas décadas: el máximo tribunal también tenía una mayoría de jueces conservadores cuando dictó, en 1973, el fallo “Roe vs. Wade”, y también cuando dictó uno posterior, en 1992, en otra demanda, que lo ratificó. Tres jueces nombrados por Ronald Reagan y George H. W. Bush respaldaron la protección al aborto. Ahora, los tres jueces nombrados por Trump ayudaron a tumbarla.
“Nadie debería estar confiado en que esta mayoría ha terminado con su trabajo”, advirtieron en su disenso los tres jueces del tribunal que votaron a favor del aborto.
A sabiendas de que esa mayoría controlará la Corte por una generación, Biden miró hacia el Capitolio. El Congreso debería aprobar la legalización del aborto, reclamó.
“Las libertades personales están en la boleta. El derecho a la privacidad, la libertad, la igualdad, todos están en la boleta”, dijo Biden, pensando en las legislativas de noviembre.
Pero es un callejón sin salida. Biden y los demócratas cuentan con una mayoría mínima en ambas cámaras, insuficiente para aprobar todo lo que quieren, y muy vulnerable: seguramente la perderán en las próximas elecciones. Los republicanos, que acusan a los demócratas de ser una “izquierda radical”, han logrado frenar todo lo que han querido. Trabaron una reforma política para fortalecer el derecho al voto –el principal logro del movimiento para los derechos civiles de los 60–, una reforma migratoria a favor de los inmigrantes, toda la agenda de planes sociales de Biden, una ofensiva más amplia para luchar contra el cambio climático, y también frenaron cualquier intento por controlar las armas o prohibir los rifles semiautomáticos para atacar de lleno la epidemia de violencia armada.
Sin posibilidades en el Congreso, la Casa Blanca aparece atada de manos, y con un liderazgo global golpeado. En este siglo, solo tres países han restringido el aborto: Estados Unidos, Polonia y Nicaragua. La decisión fue denostada por la Organización Mundial de la Salud, expertos en derechos humanos de las Naciones Unidas, que la tildaron de un “retroceso impactante y peligroso”, y las principales organizaciones de derechos humanos. El fallo también cosechó una brutal condena de líderes mundiales, muchos de ellos de aliados históricos de Washington, como Francia, Canadá o Gran Bretaña.
“De un solo golpe, la Corte ha diezmado las protecciones de un derecho clave que está estrechamente relacionado con la igualdad de género, la justicia racial y los derechos económicos y sociales básicos, y en cambio ha abierto la puerta al control gubernamental de una de las decisiones más privadas que alguien pueda considerar”, indicó Human Rights Watch en un comunicado. “Lo que vendra será una tragedia de derechos humanos”, cerró.
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