Pese a las promesas de distintos candidatos locales de cerrar el complejo, todavía no hubo avances; aumentan los reclamos por los altos índices de violencia y las condiciones precarias de los reclusos
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Las llamas del incendio alumbraron las cárceles de Rikers Island. En el mismo momento en que un grupo de legisladores visitaba el predio de diez cárceles denunciado por situaciones de abuso y negligencia, el segundo piso de la enfermería norte del complejo penitenciario ubicado en una isla de Nueva York se incendiaba. Más de 60 bomberos debieron ingresar el 6 de abril pasado por el único puente angosto que conecta el barrio de Queens con el complejo penitenciario más grande de la ciudad para apagar las llamas.
El hecho no se inició por las malas condiciones de una de las instituciones carcelarias más grandes y antiguas del país, sino a modo de protesta por un grupo de presos molestos con el equipo de agentes que, según relataron los medios locales, había ingresado a sus celdas para desechar y confiscar todas sus pertenencias antes de la llegada de los legisladores. Pero lo que no imaginaban era la respuesta que vendría después.
“Esa tarde, se llevaron a los detenidos que estaban en esa unidad y los pusieron en otra sección donde no había baños, y les dieron bolsas para defecar y orinar. Fueron solo uno o dos días, pero fue una situación extrema e inhumana”, le dice a BBC Mundo Graham Rayman, coautor junto a Reuven Blau del libro Rikers: An Oral History.
El predio nació en 1800 como una granja hasta que la ciudad lo compró y amplió su terreno con los desechos de la construcción que generaba Manhattan. Ahora, el complejo, que puede recibir hasta 10.000 presos, es considerado por los familiares de los detenidos, abogados y especialistas una de las cárceles más duras del país.
El año pasado, 19 personas murieron bajo custodia policial en ella, convirtiendo 2022 en el año más mortífero de la última década. En lo que va de 2023 ya perdieron la vida al menos tres personas detenidas en la isla. Hace unas semanas, el Departamento de Corrección de la ciudad de Nueva York comunicó que ya no notificará al público cuando una persona muera bajo su custodia.
Las críticas al centro
“Rikers Island ha sido la experiencia más horrible de mi vida”, le dice a BBC Mundo John Lennon, que cumple sentencia desde hace 22 años por asesinato, venta de drogas y posesión de armas en la prisión de Sullivan, una cárcel de máxima seguridad ubicada a unas dos horas de Rikers Island.
Antes de llegar a Sullivan, Lennon conoció de primera mano la realidad de Rikers. Ingresó allí por primera vez en 1995, con 18 años, cuando la policía lo encontró con un arma. “Tras violar mi libertad condicional, acabé cumpliendo un año en una cárcel para adolescentes: C-74, que llamábamos ‘adolescentes en guerra’”, escribió Lennon en la revista The Atlantic.
Seis años después, con 24 años, volvió a ingresar, pero esta vez después de disparar a un hombre en una calle de Brooklyn. Pasó en ese momento más de dos años ahí, hasta que en 2004 fue sentenciado a cadena perpetua y lo enviaron a Sullivan.
Rikers no es un centro de máxima seguridad como Sullivan, sino el primer sitio a donde van quienes aún no han sido condenados por un delito, los que cumplen prisión preventiva o una condena corta. Pero en el momento en que a Lennon lo trasladaron esposado desde la isla sintió que volvía a respirar. “Me sentí aliviado. Fue una ironía absurda, sabía que iría a una prisión a cumplir una cadena perpetua, pero me sentí aliviado porque salía de Rikers”, dice.
Jumaane Williams, defensor público de la ciudad de Nueva York, alertó hace unas semanas sobre los “patrones de abuso, negligencia, secreto y desinformación” que se viven en la isla. “La mayoría de las personas en las cárceles en Rikers Island no fueron condenadas por ningún delito. Estas estadías prolongadas son inaceptables y violan el derecho a un juicio rápido protegido por la Sexta Enmienda”, dijo.
En sus informes, el supervisor designado para monitorear la prisión insiste en señalar los altos niveles de violencia que orbitan en este universo de prisiones. “El estado actual de las cosas en las cárceles sigue siendo alarmante, no solo por la violencia desenfrenada y la frecuencia con la que se usa la fuerza”, dice el reporte de junio pasado.
El principal problema es la gran cantidad de reclusos en un predio con instalaciones viejas y sin el personal penitenciario necesario, según describen los especialistas y las personas que han visitado la isla. Lennon señala que incluso los funcionarios parecían sobrepasados por el caos que se vive en el interior de Rikers.
Si bien cada una de las diez cárceles es diferente -algunas con celdas individuales con sólo una pequeña ventana, otras con capacidad para 50 personas- pocas cumplen con los estándares básicos para garantizar los derechos de las personas privadas de su libertad.
“Te levantas cada día rodeado de tensión. Hay demasiada gente junta. El lugar es desagradable. Tienes que recurrir a la violencia para tener paz. Esa es la paradoja enfermiza de Rikers Island”, dice el detenido.
Lennon pone como ejemplo de la inoperancia evitable de Rikers las peleas por el uso de uno de los dos o tres únicos teléfonos públicos que existen en cada unidad. La escasez de medios lleva a muchos de los detenidos a sobornar a un miembro de la banda que controla los dispositivos para poder usarlos.
Esa misma historia no es una excepción, sino que se repite año tras año, según dice Rayman, quien habló con unas 130 personas con experiencias en la isla para su libro. Lo que demuestra la incapacidad del sistema de Rikers de mejorar las condiciones, incluso las más simples.
Desde el Departamento de Corrección de la Ciudad de Nueva York aseguran estar trabajando en el tema.
“Hemos hecho un gran trabajo durante los últimos 18 meses para estabilizar y reformar un departamento que anteriormente estaba abandonado”, dice el comisionado Louis Molina, nombrado por el alcalde Eric Adams en enero de 2022.
“Este gobierno se compromete a hacer todo lo posible para continuar con esa reforma y para aumentar y mejorar la seguridad de las personas que trabajan en nuestras cárceles y las que están bajo nuestra custodia”, subraya.
La dificultad de los familiares y abogados de los detenidos para llegar al centro penitenciario es otra de las principales críticas. Rikers tiene un solo acceso por un puente estrecho de Queens. Cuando fue inaugurado en 1967 lo llamaron el “puente de la esperanza”, pero en 2006 el rapero Flavor Flav lo rebautizó “el puente del dolor”.
“El aislamiento hace crecer las posibilidades de que sucedan cosas malas”, advierte Rayman, quien describe el complejo como un lugar de difícil acceso para quien no tenga vehículo propio. “Las comunidades tiene que aceptar que las cárceles son parte de ellas”.
Los intentos de cerrar Rikers
Hace cuatro años, el entonces alcalde de Nueva York Bill de Blasio promulgó una ley para cerrar Rikers y crear cuatro cárceles más pequeñas en los barrios de Manhattan, Brooklyn, Queens y el Bronx. Según información oficial, serían prisiones “más modernas y más humanas”, cada una de ellas para menos de 3300 detenidos.
El nuevo alcalde, el también demócrata Eric Adams, un exagente de policía que conoce de cerca los problemas de seguridad, hizo campaña con la promesa de cerrar Rikers, a la que definió de “vergüenza nacional”.
“Las condiciones que presencié hace dos semanas cuando visité han puesto a los reclusos y al personal penitenciario en un riesgo innecesario, fomentando la violencia y las autolesiones”, dijo unos meses antes de ganar la elección local en noviembre de 2021.
Pero a medida que pasa el tiempo, las dudas empiezan a caer sobre la promesa del nuevo alcalde, quien ha dicho en más de una ocasión que su gobierno seguirá la ley que exige el cierre de Rikers. De no poder concretarlo, Adams insinuó que existen otros planes. El llamado “Plan B” implicaría reconstruir las cárceles que ya existen en lugar de cerrarlas.
Sin embargo, existen quienes no ven con buenos ojos este cambio de rumbo. “La forma más duradera de evitar el daño a Rikers será cerrándola”, no dudó en decir Jumaane Williams.
Pese a la iniciativa de los distintos gobiernos locales, ni de Blasio ni Adams han podido hasta ahora asegurar el cierre de Rikers a pesar de que la ley establece que el complejo penitenciario debería dejar de existir en 2027. Los motivos varían según los intereses que toca la iniciativa.
Por un lado, quienes siguen con atención este tema señalan que existen grupos de presión de propietarios y vecinos de Manhattan, Brooklyn, Queens y el Bronx preocupados por una posible caída en los precios de sus propiedades y el incremento de inseguridad si se levantan nuevas prisiones en estos barrios.
“Todavía existe la percepción de que la gente no quiere cárceles en sus barrios porque piensan que aumentaría el crimen. Pero realmente no hay mucha evidencia de que eso sea cierto”, dice Graham Rayman. A su vez, el posible cierre del complejo carcelario despertó distintas reacciones de los inversores inmobiliarios que pelean por el desarrollo de viviendas en una de las ciudades más costosas de Estados Unidos.
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