Con ocasión del segundo aniversario de la muerte de George Floyd, una joven estadounidense narra en primera persona su experiencia con el racismo, la policía, la sociedad y los estereotipos
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Elizabeth “Rami” Gunn es una joven de 21 años que, tras la muerte de George Floyd el 25 de mayo de 2020 a manos de la policía en Mineápolis, Minnesota, protestó durante seis meses a miles de kilómetros de allí, en las calles de Portland, Oregón. Dice que desde pequeña ha sufrido racismo. Fue adoptada por una familia blanca, vivió una temporada en la calle y llegó a estar en prisión por un altercado familiar.
La joven cuenta que durante muchos años estuvo enojada con la sociedad, con la policía y sus estereotipos, pero dice que aún tiene esperanza en que las personas cambien. Ahora trabaja como cuidadora de adultos mayores con demencia y asegura que lo que más le importa es ayudar a los demás. Esta es su historia.
“Sufro el racismo desde que era pequeña. Mi primera experiencia ocurrió con mi primo, cuando directamente me dijo a la cara que no estábamos relacionados, que no éramos del mismo color. En ese momento no lo entendí. Después fue doloroso. Cuando crecimos, él comprendió el impacto que me había causado y se disculpó. Es algo que sigue sucediendo. Lo veo a diario en todos lados. Tiene que haber una elección consciente que debemos tomar como sociedad para cambiar y mejorar.
Si no cambiamos lo básico, ¿cómo vamos a poder pedirle que cambie a toda una institución que tiene prejuicios contra alguien? Esas personas no van a cambiar y tenemos que enojarnos para que entiendan que lo que están haciendo es realmente dañino. No se puede ver el mundo en blanco y negro y nosotros no podemos hacer todo el trabajo.
Salí a protestar porque he estado trabajando mucho para que no me etiqueten como ‘una mujer negra enojada’ y me he esforzado para que la gente me entienda y no me estereotipe. Pero no he podido hacerlo, porque el mundo me dice lo que debo y lo que no debo ser. ¿No estamos todos cansados de esto?
Hay una contradicción emocional gigante. Cuando siento que todos a mi alrededor son malos y prejuiciosos, esto me hace querer ser mala y prejuiciosa hacia las personas que ni siquiera lo están siendo conmigo. Y nadie se lo merece. Es como una reacción en cadena. Es por eso que comencé a protestar, porque quería saber si había alguien más que se sentía como yo”.
Desfinanciar a la policía
“No hay nada que pueda resolver el racismo fácilmente. En este momento, trabajo con pacientes con demencia. Algunos de sus últimos recuerdos tienen que ver con el racismo. Está muy dentro de las personas. Pero me encanta mi trabajo. Lo hago porque estas personas son asombrosas y tienen personalidades hermosas. Y los estoy ayudando, eso es lo único que me importa.
Queremos desfinanciar a la policía para deshacernos de aquellas personas que no quieren cambiar para ser mejores con otras razas, especialmente con la comunidad negra. Si no vas a cambiar, no queremos que tengas el poder de lastimarnos tanto. No estás capacitado ni educado para ese trabajo, así que no deberías poder hacerlo.
Desfinanciar a la policía probablemente podría ayudar a avanzar un poco, porque ya no tendríamos ese tipo de prejuicios allí. Porque puede que ya no haya segregación, pero hay delitos menores por los que arrestan a personas principalmente negras. Con 18 años, estuve presa unos meses por un altercado familiar y tenía que hacer una serie de tareas. Me pagaban US$0,75 la hora por lavar la ropa. Si eso no es esclavitud ¿qué es?
Al final del día, combatir el racismo tendrá que ser el trabajo de todos”.
Salud mental
“Con la forma en que se sucedieron las cosas dejé de preocuparme por mi salud mental. Tuve que volver a terapia porque llegué al punto más bajo: no quería hablar con una persona blanca. No sentía que pudiera relacionarme. Necesitaba a alguien a quien pudiera decirle: “Oye, siento que me discriminan por estas pequeñas cosas. ¿Estoy loca? ¿Estoy inventándolo?”.
Empecé a sentir que las protestas y todo por lo que estaba luchando eran señales de que me estaba volviendo loca. Estuve sin hogar durante mucho tiempo. Protesté mientras dormía en autos, en los sofás de la gente que conocía… En esos meses estaba tan enojada que prendí fuego a un basurero y lo tiré dentro de un auto.
Estaba enojada y sigo enojada. Esto no va a parar. Pero ahora puedo expresar mi ira sin incendiar un contenedor de basura. Estuvo mal. Así que tuve que parar de protestar porque me estaba lastimando. Porque eso no es todo lo que soy. No soy solo una persona negra con heridas e ira y víctima de la brutalidad policial. Puedo ser una chica a la que le gusta comer, mirar televisión y encontrar el amor”.
Fe en la gente
“Tras protestar, conseguimos parches, pero fue poco progreso para la gran cantidad de esfuerzo que pusimos. Tengo fe en que la gente realmente quiere cambiar. Veo cambios. Veo personas a diario tratando de entender un poco más.
Ahora hay conciencia y se escucha decir: ‘Estás siendo realmente malo’. Ya sea discriminación por el color de piel, raza, sexo, trabajo, etc. Creo que si no hubiéramos comenzado a protestar de la forma en que lo hicimos, nadie se hubiera puesto de pie y dicho: ‘No estoy de acuerdo con esto. Y realmente quiero que cambie’.
Es poco, pero suficiente para mantener la esperanza, para mantener viva la llama. No creas que no hay cambio. Y no creas que vamos a dejar de luchar”.
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