La feroz guerra informativa que se libra a la par de los combates entre Ucrania y Rusia
El aparato del Kremlin y el gobierno de Kiev buscan instalar narrativas antagónicas sobre el conflicto
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WASHINGTON.- Hannah Arendt, escritora y pensadora célebre por su estudio del totalitarismo, describió en 1974 en una entrevista las consecuencias de la propaganda y el ahogo a la prensa. Era lo que le permitía gobernar a los dictadores. “El momento en el que ya no hay prensa libre, cualquier cosa puede suceder”, afirmó Arendt. “Si todo el mundo te miente siempre, la consecuencia no es que te creas las mentiras, sino que ya nadie cree nada. Esto se debe a que las mentiras, por su propia naturaleza, tienen que cambiar, y un gobierno mentiroso tiene que reescribir constantemente su propia historia”, completó.
Las palabras de Arendt laten en la feroz guerra informativa que acompaña al conflicto entre Rusia y Ucrania incluso desde antes de la invasión de Vladimir Putin. El aparato de propaganda del Kremlin trabaja a toda máquina, a la par del ejército ruso en el terreno, con el doble objetivo de sembrar dudas, discordia y desconfianza en Occidente y reforzar el respaldo interno al régimen. La contracara a ese relato son las declaraciones de gobiernos occidentales, fotografías, videos y reportes de los medios –cuya credibilidad también es atacada continuamente–, y mensajes directos al pueblo ruso, desde el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, hasta Arnold Schwarzenegger.
La guerra informativa ha creado relatos antagónicos sobre el conflicto. Bajo el relato del Kremlin, Ucrania está dominada por neonazis –Zelensky es judío–, es una amenaza para Rusia, y la “operación militar especial” de Putin para “desnazificar” el país está evitando un “genocidio”. Ucrania tiene armas químicas que se desarrollaron en laboratorios financiados por Estados Unidos. Y una acusación más, tan extrema como disparatada, de boca del vocero del Ministerio de Defensa, Igor Konashenkov: “Estados Unidos está entrenando aves migratorias para migrar de Ucrania a Rusia y distribuir armas bacteriológicas”.
El núcleo de la respuesta de Ucrania a esa ofensiva narrativa quedó plasmado en una caricatura publicada en la cuenta de Twitter del gobierno de Ucrania, el 24 de febrero, apenas comenzó la invasión de Rusia: Adolf Hitler acaricia el rostro de un Putin pequeño.
— Ukraine / Україна (@Ukraine) February 24, 2022
“Esto no es un ‘meme’, sino nuestra y su realidad ahora mismo”, posteó el gobierno de Zelensky.
Para quienes están tapados por la propaganda del Kremlin, el resultado es similar a vivir encerrados por un muro. Las bajas o los problemas del ejército ruso, que ha tenido enormes dificultades para quebrar la férrea resistencia ucraniana, se minimizan o se esconden. El papel del Batallón Azov, el grupo paramilitar ucraniano nacionalista y ultraderechista del este de Ucrania, acusados de neonazis, que fue incorporado a las fuerzas armadas, es un pretexto para la invasión o un chivo expiatorio. El Batallón Azov se formó luego de la anexión de Crimea, en 2014, y ha estado luchando contra los grupos separatistas pro-rusos del este del país, que a su vez son respaldados por el Kremlin.
Las dos guerras se juntaron en Mariupol, epicentro de los brutales bombardeos rusos. Ucrania dijo que Rusia bombardeó un teatro donde se refugiaban civiles, un escalofriante ataque que copó los titulares de la prensa internacional. El Ministerio de Defensa ruso dijo que militantes de Azov “volaron el teatro de Mariupol, que habían cargado de explosivos”. La información fue difundida por la agencia de noticias Tass. La destrucción de Mariupol incluido el bomarbdeo al teatro, fue documentada por dos periodistas de la agencia AP, que también tomaron fotografías de un ataque a un hospital materno infantil de la ciudad. Rusia dijo que las fotos de ese ataque, incluida la de una mujer embarazada que luego murió, eran falsas. Los soldados ucranianos terminaron sacando a los periodistas de la ciudad.
“Si los atrapan, los pondrán frente a la cámara y los harán decir que todo lo que filmaron es mentira”, les dijeron, según recopiló uno de los periodistas, Mstyslav Chernov, en una crónica publicada en AP. “Todos sus esfuerzos y todo lo que han hecho en Mariupol será en vano”, insistieron.
La guerra informativa escaló dramáticamente cuando Europa decidió prohibir en sus fronteras las señales de RT y Sputnik, dos medios estatales de Rusia, ampliamente vistos como canales de la propaganda oficial. El jefe diplomático de la Unión Europa, Josep Borrell, dijo que eran armas.
“No son medios independientes, son activos, son armas en el ecosistema de manipulación del Kremlin”, dijo Borrell ante el parlamento europeo. “No estamos tratando de decidir qué es verdad y qué es falso. No tenemos ministros de la verdad. Pero tenemos que centrarnos en los actores extranjeros que intencionalmente, de manera coordinada, intentan manipular nuestro entorno de información”, justificó.
En Rusia, acceder a fuentes de información opositoras al Kremlin se convirtió en poco menos que una odisea. Luego de que Europa prohibiera la emisión de los medios estatales rusos –una decisión que generó críticas– al acusarlos de diseminar mentiras y desinformación, Putin prohibió Facebook, Instagram y Twitter, y TikTok anunció que ya no se podía subir videos en vivo desde Rusia. Telegram y YouTube aún siguen disponibles. Pero el regulador federal de medios ruso, Roskomnadzor, una de las principales herramientas de censura del Kremlin, acusó a YouTube de diseminar contenido anti-ruso y dijo que sus acciones eran de “naturaleza terrorista”. YouTube eliminó contenido de RT de su plataforma.
El puño de hierro de Putin forzó a la prensa occidental a salir de Rusia cuando el Kremlin promulgó una ley que amenaza con hasta 15 años de prisión a quienes diseminen “noticias falsas” sobre la avanzada rusa en Ucrania. Roskomnadzor bloqueó el acceso a la BBC, Deutsche Welle y Voice of America, los medios estatales del Reino Unido, Alemania y Estados Unidos, además de Radio Free Europe/Radio Liberty. El canal internacional de noticias Euronews dijo que también fue bloqueado en Rusia por su cobertura de la guerra en Ucrania.
El muro informativo se agrietó ante los ojos del mundo cuando Marina Ovsyannikova, una empleada del Canal Uno de Rusia, el principal canal controlado por el estado, irrumpió en la transmisión de noticias en vivo con un cártel que exigía el fin de la guerra. Una línea sobresalía: “No crean en la propaganda. Acá te están mintiendo”. El canal luego la acusó de ser una espía británica.
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