Tras el aumento del costo de vida y los excesivos impuestos, los residentes de California se mudan en masa a otra jurisdicción; los dos lugares se perciben como antagónicos
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“Eres bienvenido pero tienes que entender que esto es Texas y no California, y que no queremos que sea como California”. Alan Hufstutler, un ingeniero texano de 60 años, no lo puede decir más claro. Pero por si quedaran dudas, añade: “Si eso es lo que quieres tú, entonces será mejor que sigas de largo hasta cruzar la frontera del estado”.
Está inmerso en una acalorada discusión en la red social Quora que lleva por título Don’t California My Texas (“No conviertas mi Texas en California”, se podría traducir), y pronto se le suman otros usuarios a reforzar su argumento.
“El problema es que migran en tales cantidades que disparan el costo de la vida y tienden a votar como lo hicieron en California”, entra al trapo el también militar Shamon Taylor.
“Muchos nativos texanos que nunca han estado en California se creen que todo es como el Los Ángeles que ven en la televisión. Estoy cansada de educarlos. De todas formas, tampoco lo quieren saber”.
La conversación resume lo que te vamos a contar en este reportaje: un considerable movimiento poblacional de California a Texas, el recelo de algunos locales hacia los recién llegados, las consecuencias — sociales y políticas, reales y percibidas— de esta inmigración y la retórica partidista que lo envuelve todo.
Y es que no se puede perder de vista que hablamos de dos estados que se perciben como antagónicos, la liberal y siempre a la vanguardia California, y Texas, “la tierra de las libertades”, paraíso de las armas y los impuestos bajos, bastión demócrata el primero y republicano el segundo, que simbolizan los dos extremos de lo que se conoce como la “guerra cultural” de Estados Unidos.
Pero el debate en Internet no lo dice todo. Ni todo lo que dice es necesariamente así. Y hay mucha tela que cortar. Así que vayamos por partes.
El “éxodo” de californianos
“Es muy cierto, hay un éxodo de californianos”, le confirma a BBC Mundo Eric McGhee, del Instituto de Políticas Públicas de California, un organismo independiente de investigación con sede en San Francisco.
El experto en demografía y participación política explica que, en las últimas tres décadas, han sido más los californianos que se ha ido a otros estados que aquellos que han llegado a vivir a California de otras partes del país.
Pero ese desequilibrio se había compensado con los inmigrantes extranjeros hasta que llegó el Covid-19, el mundo se paró y las fronteras se cerraron. Como consecuencia, la población de California ha dejado de crecer y eso tendrá su reflejo en el Congreso de Estados Unidos, donde perderá un escaño por primera vez en su historia.
Los que se van lo hacen, sobre todo, huyendo del alto costo de la vida, en particular de la vivienda, apunta McGhee. El precio promedio de una casa en California es de casi $800.000 dólares, algo que solo un cuarto de los hogares podían asumir en el cuatro trimestre de 2021.
¿Pero, a dónde se están yendo? “A estados contiguos como Oregón, Washington, Arizona, algunos hasta Florida, pero mayoritariamente a Texas”, explica McGhee. Lo confirman los datos de la Oficina del Censo de Estados Unidos.
Entre 2010 y 2020, Texas sumó cuatro millones a su población, hasta alcanzar los 29 millones. En 2019, la mitad del crecimiento se debió a la inmigración, tanto doméstica como extranjera. Y de los que llegaron de otros estados, el 42% lo hizo de California.
En cifras absolutas, según números del gremio de bienes y raíces (Texas Realtors), fueron medio millón de estadounidenses los que se reubicaron en el “estado de la estrella solitaria” ese año. Y por el desgranado que hizo de los datos el Instituto Kinder para la Investigación Urbana de la Universidad Rice (en Houston, Texas), en 2018 y 2019 algo más de 80.000 californianos se volvieron texanos.
Aunque McGhee recalca que los movimientos poblacionales entre estados son normales, que fluctúan y que ha habido momentos en la historia estadounidense en los que han sido mucho mayores.
Oportunidades de empleo
“Texas es el principal destino no solo porque la vivienda es más barata allí —también lo es en los otros estados mencionados—, sino porque es un estado grande que puede absorber a mucha gente, es demográficamente similar a California, con una economía creciente y muchos tipos de trabajos”, explica McGhee.
El sector tecnológico es uno de los más dinámicos y un gran imán. Austin, la capital texana, se ha ganado el apodo de Silicon Hills (por su análogo californiano Silicon Valley) y ve llegar cada mes a cientos de trabajadores de dentro y fuera del estado.
Allí tienen oficinas satélite Apple, Facebook y Google, y sus sedes Oracle y Tesla. Otras compañías han cambiado el “valle del silicio” por ciudades como Houston y Dallas.
Cuando Elon Musk anunció en 2020 que se mudaba —ya había instalado allí SpaceX en 2013—, el gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott, le dijo a CNBC que hablaba “con frecuencia” con el multimillonario. “Elon me dice constantemente que le gustan las políticas sociales del estado de Texas”, le aseguró Abbott al medio estadounidense.
“En general, creo que el gobierno raramente debería imponer su voluntad a la gente y, al hacerlo, debería aspirar a maximizar su felicidad acumulada. Dicho eso, preferiría mantenerme al margen de la política”, tuiteó en respuesta Musk.
La combinación de todo lo que se menciona aquí arriba es lo que llevó a la californiana Marie Bailey y su familia a Texas en 2017. “Mi marido trabaja en tecnología, somos un poco más conservadores de lo que es California y los precios allí están imposibles”, le dice esta vendedora de bienes y raíces a BBC Mundo.
Se hicieron con su “casa soñada” de 450 metros cuadrados en Prosper, un suburbio de Dallas que ella describe como un “resort vacacional”, con una laguna artificial rodeada de arena blanca.
Les costó la mitad de lo que les costaría en El Segundo, la localidad de playa del condado de Los Ángeles en el que vivían antes. Allí el precio medio de la vivienda es de US$1,3 millones.
Hoy gestiona Move to Texas From California!, un grupo de Facebook de 41.000 miembros que ayuda a californianos decepcionados de su estado a abrirse camino en la “tierra prometida”.
— ¿Y escuchas mucho eso de Don’t California My Texas?
— Ay, Dios, sí, me lo dicen todo el rato. Parezco la modelo del cartel que llama a ello.
Ed Celis también lo escucha a menudo. “No la frase tal cual, pero sí la queja constante”, le dice a BBC Mundo. De madre mexicana y padrastro estadounidense, estudió la carrera en la ciudad texana de San Antonio, y tras varios años en España, Dinamarca y en California, la pandemia lo volvió a llevar allí.
Actor, productor y emprendedor, llegó con la idea de poner en marcha un negocio de distribución de un desinfectante, por las facilidades que había para ello en el estado. Pero su experiencia en Texas no es tan buena como la de la familia Bailey y dice que no ve el día de volver al “estado dorado”, con cuya cultura y políticas comulga más. “Porque yo, ante todo, me siento californiano”, aclara.
Retórica política
Y es que cuando se habla de ambos estados, se hace inevitablemente en clave California vs. Texas. “Se tiende a presentarlos como dos modelos enfrentados de gobierno y economía”, le dice a BBC Mundo Brandon Rottinghaus, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Houston.
“California se pinta como un estado con un gobierno amplio, impuestos altos y cierto intrusismo por parte de las autoridades federales, mientras Texas se presenta como un estado con un gobierno más reducido, impuestos bajos, menos intervención, un enfoque de libre mercado, algo así como la tierra de las libertades”, explica el especialista en política texana y comunicación política.
Aunque en algunos aspectos sea más percepción que realidad, como en el de la fiscalidad, aclara. “No es que en Texas se paguen menos impuestos, es que la carga fiscal se reparte de otra forma”.
“En ese contexto, Don’t California My Texas, una expresión surgida a mediados de los 90 y que se empezó a hacer popular a finales de la primera década de los 2000, es un llamado a las bases que nace de un cierto sector del Partido Republicano”, prosigue.
De la misma manera que The Texas Miracle Died in Uvalde (“El milagro de Texas murió en Uvalde”) es un llamado a las bases demócratas, apunta, aunque sea menos ubicuo. Sendas vallas publicitarias con el mensaje fueron colocadas en agosto, no está claro por quién, en Los Ángeles y San Francisco.
En Uvalde ocurrió uno de los tiroteos masivos escolares más mortíferos de los últimos tiempos. Un joven de 18 años mató a 19 niños y dos maestras en mayo de este año.
El “estado dorado” no siempre fue el baluarte demócrata que es ahora. Los republicanos se impusieron allí en casi cada una de las elecciones generales entre 1952 y 1988. Y de acuerdo a Rottinghaus, un sector conservador de Texas teme que ese giro se pueda repetir en algún momento en su estado.
“Texas está cambiando políticamente y podría redefinirse en ese sentido en la próxima década”, dice el especialista. “Quizá no vaya a ser un cambio rápido, pero es esa transformación en cámara lenta por la cual están preocupados algunos republicanos”.
Ya las grandes ciudades texanas son demócratas, como Houston, Austin, Dallas o San Antonio, y también algunos sectores fronterizos con México, aunque la gran vastedad del estado más extenso de Estados Unidos sigue siendo mayoritariamente rojo. El Partido Republicano tiene mayoría en ambas cámaras legislativas estatales.
Entonces ¿en qué medida están los californianos diversificando Texas? ¿Y son parte de un impulso que realmente está cambiando el panorama político del estado? “El razonamiento detrás de Don’t California My Texas es que los texanos tienen miedo de que lleguemos a votar a favor de los demócratas”, dice Bailey, la californiana felizmente reubicada en Dallas.
“Pero muchos somos conservadores. La gran mayoría de los miembros de mi grupo de Facebook lo son. Ese es, de hecho, uno de los motivos generales por los que se están yendo de California”, zanja. Así lo reflejan también algunos sondeos.
La encuesta a pie de urna realizada por CNN en las elecciones de 2018, los recién llegados —entre ellos los procedentes de California— votaron por el republicano Ted Cruz para el Senado en un porcentaje más alto que los nacidos en el estado.
“Cuánto están cambiando Texas los californianos es una pregunta abierta y muy difícil de responder”, apunta MGhee. “La fuente de información más fiable que tenemos son los datos del censo, y no se hacen preguntas políticas. Así que es difícil saber cuál es la ideología de la gente que se está desplazando”.
El gobernador Abbott se refirió recientemente al temor a un posible cambio de color en el estado, haciendo un llamado a la calma. “Tenemos un programa de intercambio en marcha”, dijo a principios de agosto durante una conferencia conservadora. “Estamos recibiendo a los californianos conservadores y enviándoles nuestros liberales”.
A menos de dos meses de las elecciones a gobernador —el 8 de noviembre—, la popularidad de Abbott ha ido decayendo y su distancia con el candidato demócrata Beto O’Rourke disminuyendo, aunque según las últimas encuestas siga manteniendo ventaja.
Coinciden con las elecciones de mitad de período, unos comicios que se celebran cada cuatro años (y a dos de las presidenciales) y son cruciales para el rumbo que tomará el país no solo porque se redefine el control de los partidos Republicano y Demócrata en el Congreso, sino también porque son considerados una especie de referendo sobre la presidencia de Joe Biden.
Y en ese contexto, la maquinaria de ambos partidos está ya a todo gas. Mientras, Ed Celis está deseando cumplir con el llamado a no “californear Texas”. “Aquí he encontrado muchas cosas que me han shockeado, asqueado”, dice, haciendo referencia a las decisiones sobre el aborto o la posición ante el uso de armas.
Ya está moviendo los hilos para volver a casa y dejar atrás un estado en el que se ha encontrado con un verdadero “choque cultural”. “California encarna el sueño americano. Es donde te puedes reinventar, donde puedes soñar. Todas las industrias creativas están allá”, explica.
“Mientras, el sueño texano es “que te den”, poder decírselo a quien sea. Es la ilusión de que tienes libertad, pero es eso: una ilusión”, cerró.
Por Leire Ventas
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