Joe Biden prepara la factura que Vladimir Putin deberá pagar si invade Ucrania
Estados Unidos da detalles del precio que tendrá que pagar Rusia si inicia una operación militar. Incluye medidas económicas, políticas y militares
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Washington.- Para dejarle en claro al presidente Vladimir Putin el alto precio que tendría que pagar si Rusia decide invadir Ucrania, el gobierno de Biden y sus países aliados están armando un paquete de sanciones financieras, tecnológicas y militares que entrarían en efecto no bien las tropas rusas pongan un pie del otro lado de la frontera.
Por primera vez, varios funcionarios norteamericanos dieron detalles de esos planes, en vísperas de una ronda de negociaciones que intentará desactivar la actual crisis con Moscú, tal vez la más grave que vive Europa desde el final de la Guerra Fría.
Entre otras medidas, Estados Unidos y sus aliados evalúan excluir de las transacciones globales a las mayores instituciones financieras rusas, imponer un embargo a la tecnología de fabricación o diseño norteamericanos necesarias para las industrias de la defensa y el consumo, y enviar armas a los insurgentes de Ucrania, que de ser necesario llevarían adelante una especie de guerra de guerrillas contra las fuerzas de ocupación rusas.
De jugadas como esas no suele mandarse un telegrama de preaviso. Pero con las negociaciones en puerta y con el destino de las fronteras europeas y de las fuerzas de la OTAN en juego, los asesores del presidente Biden quieren transmitirle a Putin la dimensión exacta de lo que enfrentaría, en su país y en el extranjero, si no cambia de actitud en las próximas semanas.
Las conversaciones que arrancan el lunes serán encabezadas por la subsecretaria de Estado, Wendy Sherman, una experimentada diplomática que negocio el acuerdo nuclear con Irán en 2015. Se cree que los delegados de Rusia plantearan sus reclamos de “garantías de seguridad”, como la prohibición de instalar en Europa cualquier misil con capacidad de alcanzar territorio ruso y de desplegar armas o tropas en los exEstados soviéticos que se unieron a la OTAN después de la caída del Muro de Berlín.
Putin también exige poner fin a la expansión de la OTAN, incluido el compromiso de que Ucrania nunca se unirá a la alianza nuclear atlántica. Aunque el gobierno de Biden dice estar dispuesto a discutir todas las inquietudes de seguridad que tiene Rusia —y tiene una larga lista de sus propias preocupaciones al respecto—, lo cierto es que Putin prácticamente está pidiendo el desmantelamiento de la arquitectura de defensa que se construyó Europa tras el colapso de la URSS.
El miércoles, los miembros de la OTAN se reunirán con Rusia en Bruselas. Al día siguiente, los funcionarios ucranianos también se sentarán por primera vez a la mesa en Viena, para las conversaciones en el seno de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa. Pero es una agrupación tan numerosa —57 miembros— que nadie espera que las negociaciones sean en serio.
Los diplomáticos estadounidenses temen que después de una semana a las corridas los rusos digan que no están conformes y utilicen el fracaso de las conversaciones para justificar una acción militar. “No me sorprendería que Rusia instigue una provocación o un incidente, y luego trate de usarlo como excusa para una intervención militar, con la esperanza de que cuando el mundo se dé cuenta de la artimaña ya sea demasiado tarde”, dijo el viernes el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken.
“Por eso esta vez queremos ser claros, para que Rusia sepa lo que tendrá que enfrentar si sigue por este camino, incluidas algunas medidas económicas nunca aplicadas y que tienen inmensas consecuencias”, disparó Blinken.
Esa advertencia, sin embargo, es una admisión tácita de que la respuesta de la administración Obama en 2014, cuando Putin invadió partes de Ucrania, fue débil y vacilante. Ahora los funcionarios estadounidenses están tratando de aprender de sus errores pasados.
Las sanciones de Obama empezaron con acciones contra algunos pequeños bancos rusos y personas directamente involucradas en la invasión. Prácticamente todas esas sanciones —incluidas las medidas adicionales impuestas después de la interferencia de Rusia en las elecciones norteamericanas de 2016 y el ciberataque de 2020 contra los programas informáticos utilizados por el gobierno federal y las empresas estadounidenses—, siguen vigentes. Pero no parecen haber servido para disuadir a Putin, que comenzó a amasar fuerzas cerca de la frontera con Ucrania justo cuando Biden anunció su respuesta a los ciberataques.
En vez de empezar con movimientos contra los bancos pequeños y los comandantes militares en el terreno, los funcionarios dicen que las nuevas sanciones estarán dirigidas a bloquear el acceso de las grandes instituciones financieras rusas a las transferencias financieras globales de las que dependen, “una respuesta de acción rápida y alto impacto que no aplicamos en 2014″, dice una fuente de la Casa Blanca.
Las sanciones tecnológicas apuntarían a algunas de las industrias favorecidas de Putin, en particular la aeroespacial y de armas, que son las mayores generadoras de ingresos para el gobierno ruso. El blanco principal serían los aviones de combate de fabricación rusa, los sistemas antiaéreos, los sistemas antisatélite, los sistemas espaciales y las tecnologías emergentes en las que Rusia espera obtener ganancias, como la inteligencia artificial y la computación cuántica.
También están considerando otras opciones que van mucho más allá de prohibir simplemente la venta de chips de computadora. Un paso más allá, según los mismos funcionarios, sería que el Departamento de Comercio de Estados Unidos emita un fallo que prohíba la exportación a Rusia de cualquier bien de consumo —desde teléfonos celulares y computadoras portátiles hasta refrigeradores y lavadoras—, que contenga tecnología electrónica de fabricación o de diseño norteamericano. Y eso se aplicaría no solo a los fabricantes estadounidenses, sino también a los europeos, surcoreanos y otros extranjeros que utilizan chips o software estadounidenses.
A diferencia de China, Rusia no fabrica muchos de estos productos, y los efectos sobre los consumidores rusos serían graves.
Mientras los departamentos de Comercio y del Tesoro preparan esas sanciones para maximizar el poder disuasorio de Estados Unidos, el Pentágono tiene sus propios planes, con reminiscencias de las guerras subsidiarias de las décadas de 1960 y 1970.
Para dejar en claro el peligro que enfrentaría Rusia, el jefe del Estado Mayor Conjunto norteamericano, general Mark Milley, habló con su homólogo ruso hace dos semanas y le despachó un duro mensaje: Efectivamente, Rusia puede invadir Ucrania y pasar por encima al ejército ucraniano. Pero a esa victoria relámpago, le habría dicho Milley al general Gerasimov, la seguiría una sangrienta insurgencia similar a la que obligó a la Unión Soviética a retirarse de Afganistán hace más de tres décadas.
Después de visitar Ucrania el mes pasado, el legislador demócrata y exoficial de Infantería de Marina, Seth Moulton, opinó que Estado Unidos “tiene que lograr que Rusia pague con dolor la más mínima incursión en territorio ucraniano”.
“Tenemos poco margen de tiempo para tomar medidas decisivas que disuadan a Putin de una verdadera invasión”, dijo Moulton. “Mucho me temo que hasta el momento nuestras tácticas disuasorias parecen más destinadas a responder a una invasión que a impedirla.”
(Traducción de Jaime Arrambide)
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