Frank Sinatra, Jackie Kennedy, Muhammad Ali, Sylvester Stallone y hasta el capo de la mafia Meyer Lansky supieron ocupar los asientos preferentes de unas gradas repletas, con más de 10.000 personas cada noche
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Hay dos cosas que hacen del jai alai un deporte único. La primera: es el juego de pelota más rápido del mundo, ya que la bola alcanza velocidades de entre 180 y 300 km/h. Y la segunda: es el único deporte (si no se considera como tal la tauromaquia) inventado en España.
Nació hace siglos en la región del País Vasco, donde se llama “cestapunta” y en menor medida jai alai, que significa “fiesta alegre” en euskera. En el siglo XIX se expandió por América Latina y a principios del XX llegó al país donde inesperadamente acabaría triunfando: Estados Unidos.
Lo que comenzó como un deporte tradicional acabó convirtiéndose en uno de los símbolos del Miami de los años 70 y 80, la época más salvaje y desbocada de la ciudad, que llegó a las pantallas de todo el mundo con la serie Miami Vice, la película Scarface y el documental Cocaine Cowboys. Así fue el auge, la caída y la resurrección del jai alai en la que fue la capital del desenfreno.
La ciudad del vicio
En las décadas de 1970 y 1980, Florida se convirtió en la puerta de entrada principal en EE.UU. de la cocaína que llegaba de Colombia. Esto inundó el estado de dólares y desató una imparable oleada de violencia, con un promedio de más de 1000 asesinatos al año en aquellas dos décadas.
El lujo, los excesos y la corrupción definían el Miami de esa época. Y, en el centro de todo, un deporte poco convencional: el jai alai.
“Los viernes y sábados por la noche la gente iba al jai alai; los famosos iban al Jai Alai; la gente se disfrazaba, cenaba, apostaba en los partidos, y esa era la noche de Miami”, explica Scott Savin, director de operaciones del casino Magic City.
Este casino alberga el único frontón de jai alai que queda operativo de los más de 15 que solían operar simultáneamente en pleno auge del juego.
Desde Frank Sinatra, Jackie Kennedy, Muhammad Ali o Sylvester Stallone hasta el capo de la mafia Meyer Lansky, las figuras de la época ocupaban los asientos preferentes de unas gradas repletas que reunían a más de 10.000 espectadores cada noche.
“La gente manejaba mucho dinero y venía a apostar al frontón”, explica a BBC Mundo Juan Ramón Arrasate, “Arra”, considerado una de las grandes figuras de este deporte.
Arra, que a sus 64 años trabaja como entrenador en Magic City, llegó a Miami en 1977 como tantos otros jóvenes jugadores o “pelotaris”, a quienes cazatalentos estadounidenses reclutaban en el País Vasco.
“Ser pelotari era impresionante. Se llenaba el frontón y casi ni se oía la pelota por el escándalo que había. Un ambiente fenomenal”, asegura.
También conversamos con Miguel Salazar, de 73 años, quien jugó entre 1969 y 1988. Nos cuenta que, en aquella época, los pelotaris se codeaban con las celebridades en la noche miamense.
Recuerda cómo participó, junto a sus compañeros en la filmación de la película Par Impar, en la que Bud Spencer interpreta a una estrella del jai alai.
“Le tiraba la pelota a Bud Spencer y no había forma de que la cogiera, porque no veía mucho. Tuvimos que cambiar la escena y darle la bola en la mano”, relata, entre risas.
Sin embargo, no todos los recuerdos de aquella época son divertidos. A principios de los años 80 una serie de asesinatos conmocionó al mundo del jai alai.
Un cadáver en el maletero
En 1981 el crimen se disparó a tal extremo en Miami que los servicios forenses tuvieron que alquilar un camión refrigerador para almacenar el exceso de cadáveres.
Con poco más de 1,7 millones de habitantes, la ciudad cerró el año con el escandaloso récord de 671 asesinatos. Uno de ellos fue el del empresario Roger Wheeler, que recibió un disparo en la cabeza dentro de su vehículo cuando salía de jugar al golf.
Wheeler había descubierto una trama corrupta en World Jai Alai, la organización que había comprado cuatro años antes operaba una tercera parte de los frontones del país y estaba infiltrada por la mafia.
Al de Wheeler siguieron en 1982 otros dos asesinatos relacionados con este deporte, uno de ellos el del presidente de World Jai Alai, John Callahan, cuyo cuerpo fue hallado dentro del baúl de su propio automóvil en el aeropuerto de Miami.
Mientras, el público seguía abarrotando los frontones y los pelotaris disparando bolas a más de 250 km/h contra la pared, siempre con un ojo puesto en lo que sucedía a su alrededor. “Era como si vieras una película: pues mira, oye, ¿a quién se han cargado? A fulano. ¡No me digas! Ese era el comentario típico”, rememora Salazar.
Explica que los directivos vinculados al crimen organizado “eran gente con la que hablabas todas las semanas”. “Cuando negociábamos los contratos les decíamos cualquier barbaridad. Y luego piensas, ¿con qué tipo de gente discutíamos y les decíamos cualquier cosa? Ellos se reirían; dirían, qué insensatos son estos”.
Una de las claves del éxito del jai alai en aquella época es que era una de las pocas actividades legales para apostar, junto a la hípica y las carreras de perros. Esto atraía a millonarios, celebridades y capos de la mafia, que se jugaban miles de dólares a sus pelotaris favoritos.
“Las grandes figuras del crimen que estaban en Miami, como Meyer Lansky, iban a las carreras de caballos, de perros y al jai alai; estaban allí para apostar, para ser vistos, para fumar puros y comerse un steak”, describe Scott Savin.
Los gángsteres, además, veían otra oportunidad en el deporte vasco: lavar el dinero negro que ingresaban del tráfico de droga y otras actividades ilícitas.
Cuando las apuestas subían a cientos de miles de dólares, “llegaba un hombre con un maletín lleno de billetes y jugaba todas las combinaciones posibles, acertaba y salía con gran parte de su dinero limpio”, explica, por su parte, el expelotari Miguel Salazar.
Todos los entrevistados niegan que se amañaran partidos. Aseguran que esto no sucedía ya que en el jai alai los jugadores cobran por cada victoria y, a medida que ganan y aumenta su caché, del mismo modo se elevan sus ingresos. “Donde hay juego siempre se piensa mal, pero esto no pasaba”, asegura Salazar.
En todo caso, los asesinatos y los escándalos de corrupción hicieron que el jai alai perdiera fuelle ya entrados los años 80. Y, a finales de la década, esto se combinó con una serie de eventos que pusieron a este deporte en riesgo de extinción en Miami y lo hicieron desaparecer en el resto de Estados Unidos.
La huelga más larga del deporte
Primero, el oligopolio del juego se fue abriendo poco a poco. En 1986 se autorizaron los “casinos flotantes” en aguas internacionales que comenzaron a operar en Miami y áreas cercanas.
Y, sobre todo, en enero de 1988 Florida legalizó la lotería, que desde el inicio alcanzó una gran popularidad. Ambas actividades plantearon una fuerte competencia al jai alai al atraer a muchos amantes de las apuestas hasta entonces asiduos a los frontones.
Los ingresos de los empresarios caían y esto impactaba en las condiciones laborales y salariales de los jugadores. “A los chavales que venían no se les respetaba, no se les daba contrato de todo el año ni seguro. Y entonces saltó la chispa e hicimos una huelga monstruo que yo creo que terminó de liquidar el tema”, afirma Salazar.
La huelga de pelotaris, que comenzó en 1988 y se extendió por unos tres años, es hasta hoy la más larga de la historia del deporte. Durante la protesta algunos empresarios contrataron novatos y los pusieron a jugar, lo que desplomó la calidad del espectáculo y provocó la espantada de gran parte de los aficionados.
Cuando acabó la huelga en 1991, recuerda Scott Savin, “los jugadores y los directivos pensaban que iba a ser igual que antes, pero no fue así”. “Si la huelga nunca hubiera ocurrido, el jai alai sería hoy tan grande como lo fue, pero perdió la afición”, opina.
Las siguientes dos décadas estuvieron marcadas por la escasez de público en los frontones. “Fueron años muy tristes, poco a poco para abajo, para abajo, para abajo… Hasta que se cerraron todos, menos uno”, lamenta Arra.
Si este deporte no llegó a morir del todo fue gracias a los casinos: las leyes de Florida exigían a los empresarios del juego ofrecer actividades como jai alai o carreras como condición para operar máquinas tragamonedas. Así, el jai alai pasó a ser un deporte dependiente de los casinos, que en muchos casos contaban con un frontón en sus instalaciones aun sin considerarlo rentable.
Tras desaparecer en 2021 la ley que vinculaba las tragamonedas al jai alai, el Magic City se enfrentó a un dilema: morir o adaptarse a los nuevos tiempos.
El nuevo jai alai
“Estamos reinventando el deporte del jai alai”, asegura su director de operaciones, Scott Travis.
Travis explica que han reducido las dimensiones del campo y modificado las reglas del juego para convertirlo en algo más similar al tenis, con un ritmo más rápido y puntos más cortos.
También han captado el interés de celebridades locales, como el exluchador de UFC Jorge Masvidal, que en junio compró uno de los equipos para la próxima temporada de otoño.
Y, por encima de todo, el último reducto del jai alai confía la continuidad de este deporte a las apuestas online y a las redes sociales. En TikTok la cuenta oficial de la liga ya supera los 300.000 seguidores, la mayoría nacidos mucho después de la época dorada del jai alai.
“Nuestra visión de futuro es una audiencia en sus 20 y 30 años. A muchos de estos jóvenes que nunca habían visto este deporte ahora les encanta por lo rápido, frenético y peligroso que es. Ningún otro deporte es tan rápido”, alega.
El Magic City cuenta con 32 jugadores de cuatro nacionalidades diferentes: España, EE.UU., Francia y México. Entre ellos Iñaki Goitia, tercera generación de una familia de pelotaris. Tanto su padre como su abuelo jugaron en Estados Unidos.
“Cuando éramos niños nuestra meta era llegar a Estados Unidos a jugar al jai alai, a la cestapunta. Era lo máximo cuando la situación estaba bien”, indica.
Goitia reconoce que “la vieja usanza ya se ha visto que no ha funcionado” y ve con optimismo los recientes cambios en el juego para llegar a un público más joven y amplio.
“No tengo miedo de que vayan a cerrar. Cuando llegué me dijeron, ¡aprovecha, que va a ser el último año! Y ya llevo 10 aquí.”, asegura.
Adaptarse a los nuevos tiempos sin perder su identidad es la apuesta más decisiva en la historia del jai alai.
Solo así el deporte más rápido del mundo podrá mantener la esencia competitiva que mantenga vivo el “sueño americano” para las próximas generaciones de pelotaris, como los hijos de Goitia.
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