Inquilinos notables, huelga de pago y una “fuente de la juventud”: la historia del monumental edificio de Nueva York donde se graba Only Murders in the Building
En la ficción de Star+ lo presentan como Arconia, pero su verdadero nombre es Belnord y está en el Upper West Side; tiene sus propios antecedentes de conflictos
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Esta nota contiene spoilers de la serie Only Murders in the Building.
NUEVA YORK.- Los fans de la serie Only Murders in the Building, cuya segunda temporada arranca esta semana por Hulu en Estados Unidos y que en la Argentina está disponible en Star+, conocen el edificio que da título al programa por el nombre de “Arconia”, donde Steve Martin, Martin Short y Selena Gómez interpretan a un improbable terceto de vecinos que se convierten en investigadores aficionados que tienen un podcast. Pero ese edificio de departamentos de estilo neorrenacentista está ubicado en el Upper West Side de Manhattan, en realidad se llama Belnord, y ha sido noticia de tapa en numerosas oportunidades durante más de un siglo.
El Belnord fue noticia desde el arranque: un monumento al exceso, el hogar de la exageración. En 1909, cuando concluyó su construcción —que cubre una manzana entera de Nueva York, en la esquina de Broadway y West 86th Street—, el arquitecto se jactaba de haber levantado el edificio de departamentos más grande de Estados Unidos, y tal vez del mundo. Los diarios promocionaban el patio interior como el más grande de Manhattan: un espacio abierto de 2000 metros cuadrados, con un jardín y césped “para que correteen cientos de niños”, todo coronado por una copiosa fuente de mármol de varios niveles.
La prensa estaba maravillada con sus espaciosos departamentos de alquiler, 175 en total, y todos de 15 metros de largo, desde el frente a la calle hasta el patio interior, con decoración interior “estilo Luis XVI” —paneles pintados de color pálido y “sedas armoniosamente teñidas” en las paredes—, además de todas las comodidades modernas de la época. Las heladeras tenían congelador, como dijo un diario, “para que ningún hielero tuviera que poner pie en el edificio”. Y cada departamento contaba con un lavadero propio en la terraza, un lujo de tecnología básica que incluía una batea de lavado, tabla de planchar y sogas para colgar, “para comodidad de las mucamas”.
Sería una ciudad en sí misma, prometía un periódico, con una población de más de 1500 residentes. A lo largo de los años tuvo algunos inquilinos notables: Lee Strasberg, el tiránico creador del método de actuación, que solía recibir la visita de su tímida protegida, Marilyn Monroe; Walter Matthau cuando era un ascendente actor de teatro y joven padre de familia: el actor Zero Mosel, que interpretó a Tevye en la producción original en Broadway de El violinista en el tejado; y el gran escritor Isaac Bashevis Singer, ganador del Premio Nobel, a quien le gustaba bajar a trotar al jardín en traje de tres piezas.
Pero en la década de 1970 Nueva York era un caos. La recargada estructura de caliza y terracota se venía abajo, el techo tenía goteras y las cañerías no daban más. En algunos departamentos se desprendía el cielorraso, y según informó The New York Times en 1980, en el subsuelo se había formado estalactitas. La fuente del patio llevaba rota muchos años, ya nadie recordaba desde cuándo, y el jardín era yuyal cercado, al que los residentes ya no tenían acceso.
La dueña del edificio, Lillian Seril, se había ganado la dudosa distinción de ser la peor propietaria de la ciudad: era conflictiva y recalcitrante, y se negaba a hacer los más mínimos arreglos, pero también era lo suficientemente enérgica para demandar no solo a sus inquilinos, sino también a la asociación de propietarios que la había expulsado por no pagar sus obligaciones. De hecho, los vecinos compraban sus propias heladoras y las hacían subir de incógnito con ayuda de algún miembro del personal del edificio, porque la señora Seril no les permitía ni reemplazar ni mandar arreglar los aparatos que se descomponían.
Los inquilinos del Belnord, muchos de los cuales pagaban apenas unos cientos de dólares por esos departamentos enormes, del tamaño de una casa, se organizaron y rebelaron. En 1978, iniciaron la “huelga de pago de alquiler” más larga de la historia de Nueva York.
Durante los 16 años siguientes, la batalla del Belnord fue tan encarnizada que un juez de un tribunal de vivienda declaró que los bandos se merecían mutuamente, y cuando el acuerdo que venía gestionando entre las partes se cayó, el juez se lavó definitivamente las manos. “He llegado a la conclusión de que inquilinos y propietaria están dispuestos a disputarse el edificio hasta la muerte”, dijo el juez en su resolución. Un funcionario de la ciudad comparó la situación con el asedio de Beirut.
Transacciones millonarias
La batalla terminó en 1994, cuando el desarrollador Gary Barnett, por entonces de apenas 38 años, compró el edificio por 15 millones de dólares junto a un grupo de inversores. (Como parte de la transacción, la señora Seril insistió en conservar un departamento de 300 metros cuadrados y alquiler congelado para ella misma: cuando murió, en 2004, pagaba apenas 450 dólares mensuales.)
Una década más tarde, Barnett y su empresa, Extell Development, construyó One57, el rascacielos de vidrio azul con forma de chimenea sobre West 57th. Street, que fue la primera “supertorre” de la ciudad, pero el edificio desató la furia de los conservacionistas, planificadores urbanos y agrupaciones de vecinos. Pero en aquel momento inicial, cuando compró el Belnord, Barnett era casi un héroe. El Belnord era su primera propiedad en Manhattan, y pensaba invertir 100 millones de dólares para ponerlo a punto.
Hizo varios acuerdos individuales con inquilinos mientras intentaba convertir el lugar en un edificio de alquiler de lujo, y algunas unidades se alquilaban por hasta 45.000 dólares al mes. A un rabino y su familia que pagaban 275 dólares por un apartamento de 400 metros cuadrados, Barnett directamente les compró una casa en los suburbios de Nueva Jersey. Y después estaba la inquilina del penthouse, que soñaba con vivir en el desierto: Barnett la llevó en avión a Las Vegas, la ayudó a elegir una casa con pileta, gestionó la compra y pagó los gastos de mudanza. Otros inquilinos optaron seguir pagando un alquiler bajo, pero aceptaron cambiar sus enormes apartamentos de 11 ambientes por otros más pequeños dentro del mismo edificio.
Una vez Barnett dijo bromeando que esa fuente que le había costado una fortuna poner a funcionar —hubo que desmontarla y trasladarla para su reparación—, era la fuente de la juventud, porque en el Belnord parecía no morirse nadie…
“Restaurar ese edificio fue una obra de amor”, dijo recientemente Barnett. “Pero la verdad que no sabía en lo que me estaba metiendo”.
En 2015, Barnett ya estaba fuera de escena: había vendido el edificio por unos 575 millones de dólares.
“Botox”
Como todo lo demás en el Belnord, los términos de la hipoteca de Barnett habían sido problemáticos y, durante un tiempo, después de que dejó de hacer los pagos del préstamo, la ciudad clasificó la propiedad como “en dificultades”. (La ecuación entre la deuda del edificio y los ingresos por alquiler nunca cerró del todo). Y así fue que ingresó un nuevo grupo de inversores —un elenco que siguió cambiando, ya que varios jugadores abandonaron por insolvencia, problemas judiciales y otras calamidades—, dispuesto a convertir el lugar en un condominio de lujo y transformar los casi 100 apartamentos disponibles en una exhibición de cocinas a la italiana revestidas de mármol.
Robert A.M. Stern, el arquitecto cuyo estudio se encargó de la reforma, describe el proceso como “un tratamiento de Botox de muy alta calidad”.
Los precios de las unidades renovadas oscilaron entre 3,6 y 11 millones de dólares, aunque algunos inquilinos compraron sus propios departamentos con fuertes descuentos. Después de un arranque difícil, las unidades ahora se están vendiendo rápidamente, al ritmo del mercado de alto nivel en la ciudad, señala Jonathan Miller, el veterano tasador de propiedades de Nueva York.
Y ahora el Belnord vuelve a ser el centro de atención, gracias a Only Murders in the Building. John Hoffman, creador del programa junto a Martin, se quedó encantado y a la vez sorprendido de haber conseguido esa locación para filmar, sobre todo en medio de la pandemia. Si bien los departamentos “de atmósfera” que aparecen en la serie —donde viven Martin, Short y Selena Gómez— se construyeron en un set de filmación, la historia necesitaba un edificio como el Belnord, con sus grandiosos detalles y el panóptico de un patio central.
“Estaba obsesionado”, dice Hoffman. “Sabía que con un edificio asombrosos como ese podíamos hacer algo bárbaro. Decir que el edificio es un personaje en sí mismo es un cliché, pero me gusta ir un poco más allá de ese cliché. ¿Qué nos impulsa a salir de nuestro departamento para conocer gente? ¿Qué tan bien conocés a tus vecinos? ¿Solo te relacionás con ellos cuando es imprescindible? En espacios como ese, lo realmente interesante son las formas de relación entre las personas”.
Por Penelope Green
Traducción de Jaime Arrambide
“Basado en hechos reales” es una serie de notas que describe el contexto histórico detrás de ficciones internacionales. En este link podrás acceder a todos los artículos.
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