La investigación de una periodista cruzó fronteras y expuso un tabú que se tiene respecto a la participación del género femenino en la mafia; quiénes son las líderes de estos clanes que son buscadas por las fuerzas policiales
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La reciente detención en Honduras de Herlinda Bobadilla provocó multitud de preguntas sobre quién era esta mujer de 61 años que, presuntamente, se había convertido en líder de uno de los principales carteles de droga de Centroamérica. Muy poco se sabía públicamente sobre La Chinda, según BBC Mundo, pese a ser considerada jefa de un clan al que se le acusa de despachar toneladas de cocaína mediante nexos con carteles mexicanos y colombianos hacia Estados Unidos, país que ofrecía incluso una recompensa de US$5 millones por información que llevara a su captura.
Su historia, al igual que la de muchas mujeres narcotraficantes de alta jerarquía en carteles de América Latina, pasan mucho más desapercibidas para el mundo e, incluso a veces, para las propias autoridades que las investigan. El rol de las mujeres en el crimen organizado se presenta generalmente ante la opinión pública como el de la pareja o familiar del líder narco que realmente controla el negocio. O como una persona que hereda de manera casi involuntaria y obligada esa tarea una vez que el hombre es detenido.
Pero, ¿cuáles son en realidad los roles reales de las mujeres en el crimen organizado? BBC Mundo entrevistó sobre este tema a Deborah Bonello, periodista maltesa-británica que vive desde hace casi 20 años en América Latina e investiga el crimen organizado en la región.
En los últimos cuatro años, su trabajo se centró en conocer más sobre el papel de las mujeres en estos grupos, lo que se tradujo en un amplio reportaje publicado en octubre en el sitio web de VICE bajo el título Las patronas: la historia secreta de las jefas de cárteles en América Latina y que el año próximo verá la luz como libro.
¿A qué cree que se debe esta percepción estereotipada sobre las mujeres en el crimen organizado?
Deborah Bonello dijo que la mayoría de periodistas que trabajan estos temas son hombres: “Y no quiero que suene a crítica, pero obviamente todos llevamos nuestros lentes. Siento que, en general, el hombre llega con una idea de quién está al mando de estos grupos y cómo son las estructuras de poder, por lo que no incluyen apenas a mujeres en las investigaciones”, dijo.
¿Estamos equivocados entonces sobre los roles que cumplen las mujeres en estos grupos?
En ese sentido, Bonello comentó que “la intención criminal no es exclusiva de los hombres, ellas tienen la misma capacidad de manejar armas de fuego y de ser autoras de crímenes. Pero siempre se dibuja a las mujeres como víctimas, como que lo hicimos porque el marido nos obligó. Lo cual, a medida que investigaba, me parecía más bien el deseo que el mundo tiene de ver a las mujeres así”.
¿Sus motivaciones para adentrarse en el crimen sí son diferentes a las de los hombres?
Para la periodista, las mujeres pueden desear la misma posición de poder que los hombres: “No sé por qué existe esa idea de que las mujeres no quieren poder y estatus. Eso es un mito. Igual que los hombres, las mujeres se dedican a esto porque quieren el poder, el dinero… Muchas me dijeron que les gustaba la adrenalina que llega cuando una toma el riesgo de meterse en este mundo. Pocas lo hacen porque tenían una pistola en la cabeza. En las zonas donde vivían, en una cultura súper machista donde ellas tienen aún más desafíos para triunfar, la violencia es como uno se gana el respeto”.
Entonces sí, algunas de estas mujeres querían sacar a sus hijos adelante, pero también querían un carro y lujos: “Varias eran de clase media, Luz Fajardo estudiaba Derecho… Ellas no eran mujeres con recursos tan limitados sin más opción que meterse al narco. Lo hicieron porque quisieron, no fue obligación. Si realmente no quieres meterte en esto, buscas otra cosa”, mencionó.
¿Qué fue lo más difícil de investigar sus historias?
Para Botello, lo más difícil de trabajar en la investigación de esta rama es que “hay muy poca información sobre ellas, así que tuve casi que empezar de cero. Segundo, que la mayoría está en cárceles de Estados Unidos o en proceso de quedarse en aquel país. Por eso no quieren hablar, porque si están, por ejemplo, en proceso de hacerse residente, el juez de migración no va a ver bien que hablen con periodistas sobre su trayectoria, parecería que les diera orgullo. Así que son pocas las que hablaron conmigo, por lo que tuve que buscar mucho en documentos judiciales, viajar [a sus lugares de origen] para conversar con conocidos y familiares”, reveló.
Bajo ese argumento, dijo que muchas personas pensarán que, si no hay tanta información sobre ellas, será porque no eran tan importantes dentro de los carteles; sin embargo, ella cree que el punto no es si hay una versión femenina del Chapo: una mujer que fuera tan poderosa en el crimen organizado tendría un tipo de poder diferente. Y si la hubiera, probablemente no se sabría porque los medios no lo quieren ver.
Por ejemplo, la mujer con rango más alto en el Cártel de Sinaloa fue Guadalupe Fernández Valencia, que manejaba toda la logística y estaba involucrada al máximo nivel. Fue pieza clave durante el juicio al Chapo, pero por ejemplo en Internet apenas y hay información sobre su caso.
¿Por qué eligió a estas seis mujeres para su investigación publicada el año pasado?
“Hay otras mujeres poderosas en la región como Enedina o Griselda Blanco, de las que ya se ha escrito mucho, así que no quería repetirme”, dijo. “Además, yo quería elegir mujeres más contemporáneas, ya que entiendo mejor el narco de los años 90 y 2000 que el de los 70 y 80″.
Dijo que hay muchas otras, pero ella quería enfocarse en pocas para profundizar y desarrollar más sus historias. También las escogió al tener en mente si su gente cercana iba a dar información sobre ellas.
“Y creo que es más fácil cuando ellas están en la cárcel o pertenecieron a una organización ya desmantelada. Todo esto me influyó a la hora de elegir a estas seis mujeres”, dijo la periodista.
Estas son los perfiles de las 6 mujeres líderes del narco investigadas por Bonello
Digna Valle (Honduras)
Digna Valle fue la matriarca del narcotráfico en la zona y rostro principal del brutal cartel de Los Valle.
Marixa Lemus (Guatemala)
A Marixa Lemus, de 40 años, se le conoce como la Patrona o el Chapo de Guatemala por las dos ocasiones en que consiguió escapar de la cárcel. En 2016 saltó una pared de prisión y fue detenida en cuestión de horas.
Sebastiana Cottón Vásquez (Guatemala)
Sebastiana Cottón Vásquez vivió sus primeros años como una campesina de escasos recursos y sin apenas educación formal en el pueblo de Malacatán, en la frontera de Guatemala con México, otro punto estratégico del narcotráfico internacional.
Marllory Chacón Rossell (Guatemala)
La de Marllory Chacón fue otra de las declaraciones clave en el juicio de los Lorenzana para que fueran condenados de por vida. Con ellos mantuvo su primer encuentro de cooperación en 2004, cuando necesitaba ayuda en su primer gran negocio de drogas: pasar una tonelada de cocaína desde la frontera con Honduras.
Aunque tenía familia en una zona rural de Chiquimula, Guatemala, Chacón -apodada como La Reina del Sur- era más bien una joven de clase media que llegó a estudiar varios años de la carrera de psicología, inteligente y con habilidades para los negocios.
Guadalupe Fernández Valencia (México)
Pese a ser el miembro operativo femenino de más alto rango hasta la fecha en el cartel de Sinaloa, poco se conoce sobre Guadalupe Fernández Valencia. Sin embargo, ella era la única mujer en la lista de ocho nombres que aparecían en el acta de acusados que ayudó a enviar al Chapo a prisión.
La mexicana pasó más de tres décadas en el negocio de las drogas. Primero en EE.UU., a donde llegó como indocumentada desde su natal estado de Michoacán y donde fue encarcelada antes de ser deportada.
Luz Irene Fajardo Campos (México)
Luz Fajardo Campos era una abogada mexicana de clase media que provenía de una familia de agricultores cerca de Cosalá, en una zona rural de Sinaloa, pero que decidió introducirse en el negocio de las drogas junto a sus dos hijos.
Llegó a dirigir su propia célula de narcotráfico internacional que hasta 2016 estuvo asociada con el Cártel de Sinaloa, aunque sin formar parte de la organización.
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