¿Habrá trumpismo sin Trump? Los republicanos se animan a replantear su liderazgo de cara a 2024
El resultado de las elecciones de medio término dejó debilitado al magnate, blanco de todas las críticas de los republicanos por su mal desempeño; el gobernador de Florida, claro ganador
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WASHINGTON.- El escrutinio de las elecciones en Estados Unidos llevaba apenas unas horas cuando ya estaba claro quién era uno de los grandes ganadores de la noche: el gobernador de Florida, Ron DeSantis. “DeFuture”, tituló al día siguiente el New York Post, ícono del imperio mediático de Rupert Murdoch. Con el correr de las horas también fue evidente quién sería el gran perdedor, y el blanco de la enorme decepción de los republicanos por la “ola roja” que nunca llegó: Donald Trump. Con la mira puesta en la Casa Blanca, Trump y DeSantis quedaron enfrentados en un nuevo duelo por el liderazgo –y la identidad– del Partido Republicano, y el futuro del trumpismo.
“El trumpismo no va a ninguna parte. Los republicanos de la Cámara de Representantes son tan trumpistas como siempre, probablemente obtengan una mayoría y se sientan envalentonados”, dijo el historiador Julian Zelizer. “El único interrogante es el propio Trump. ¿Hay alguien, una nueva generación, DeSantis, que pueda hacer lo que hizo, pero de una manera más pulida y que pueda ampliar la base?”, preguntó.
Desde su irrupción política en 2015, Trump ha sido el director de orquesta del Partido Republicano. Subyugó al establishment, forzó a todos a elegir entre la lealtad o el destierro, y se adueñó del partido de Abraham Lincoln. Lo transformó en su partido, hogar de su movimiento. El ataque al Congreso el 6 de enero de 2021 marcó el pico de tensión más agudo en ese vínculo. Trump puso a los republicanos ante el dilema de respaldar la democracia o el partido. Es decir, a él. La gran mayoría de los republicanos lo siguieron, incluso en su aventura de ventilar conspiraciones sobre un inexistente fraude masivo, porque los votantes lo seguían. La última elección lo puso en duda. Su aura política quedó dañada. Ahora, muchos republicanos, como el Post de Murdoch, ven un futuro en DeSantis, sin Trump. Un trumpismo sin Trump.
La nueva interna de los republicanos fue uno de los temas que los periodistas le plantearon al presidente Joe Biden en la conferencia de prensa que brindó en la Casa Blanca después de la elección. Una periodista le preguntó quién creía que sería un competidor más duro en una eventual contienda en 2024. Un Biden muy confiado y feliz con el resultado electoral esquivo la respuesta, y optó por adoptar la postura de espectador ante una naciente interna feroz que los demócratas miran con cierto regocijo.
“Va a ser divertido verlos competir”, afirmó Biden.
Trump y DeSantis están un escalón por encima del resto de los republicanos presidenciales. Mike Pence, Nikki Haley, Mike Pompeo han mostrado interés en competir por la nominación, pero son actores de reparto. La pelea por el liderazgo es entre Trump y De Santis. Antes de la elección, Trump aparecía al frente en las encuestas. Pero DeSantis salió mucho mejor parado de los comicios. Joven, popular y ganador, encarnó la renovación, despojado del historial de escándalos y sin la carga de problemas judiciales y políticos de Trump. Así y todo, Trump es el padre del trumpismo, gestor de un lazo inquebrantable con sus fieles seguidores.
El partido parece listo para dar vuelta la página. Trump quedó abiertamente herido, debilitado. Hasta esta elección, pocos republicanos se atrevían a criticarlo abiertamente, y quienes lo hicieron sufrían un contragolpe mordaz. La elección evaporó esa renuencia: varios republicanos fueron a buscar los micrófonos para cargar la mochila de una victoria con sabor a derrota amarga sobre los hombros de Trump. Lo llamaron “tóxico”, un “lastre”, cuestionaron su liderazgo y su influencia.
“Estoy muy decepcionado”, dijo el senador Pat Toomey, de Pensilvania, quien deja este año del Senado y esperaba dejar su banca en manos de Mehmet Oz, el candidato trumpista a quien apoyó a regañadientes. Se la dejará al demócrata John Fetterman, ganador de la elección. Oz es un símbolo del fracaso republicano: un candidato “negacionista”, impulsado por Trump, repleto de deficiencias, que terminó perdiendo una banca que en los papeles era accesible para los republicanos. Toomey no lo dudó: “Un factor enorme en todo esto fue el papel desastroso de Donald Trump”, sentenció.
El Wall Street Journal, también de Murdoch, fue mucho más frontal. “Trump es el mayor perdedor del Partido Republicano”, fue el título de una editorial, publicada el día siguiente de la elección. “Desde su improbable victoria en 2016 contra la muy odiada Hillary Clinton, el señor Trump tiene una marca perfecta de derrota electoral”, afirmó el periódico, al recordar las midterms de 2018, la presidencial de 2020, y los comicios de esta semana. La editorial cierra con una chicana a una de las frases más célebres de Trump: “‘Vamos a ganar tanto’, dijo Trump, ‘que se van a enfermar y a cansar de ganar’. Quizá a esta altura los republicanos están hartos de perder”.
El análisis dominante
La lectura unívoca del establishment washingtoniano es que al Partido Republicano le fue mal en una elección que tenía ganada de antemano por culpa de Trump, y los candidatos que respaldó. Dentro de esa bolsa cayeron los “negacionistas”, la camada de políticos que se plegaron a sus denuncias falsas de fraude en la elección de 2020. La mayoría de esos candidatos ganaron, según un análisis del Washington Post, pero más de 90 perdieron, incluidos tres candidatos al Senado en Arizona, Pensilvania y New Hampshire, que dejaron el Senado a una banca de seguir en manos de los demócratas.
Los aguijones a Trump llegaron de todos los frentes: políticos, medios, estrategas, comentaristas de la ultraderecha. Karl Rove, estratega político de George W. Bush, dijo que el Partido Republicano llevó demasiados candidatos novatos con problemas para enarbolar un mensaje o montar campañas efectivas, algunos con “roperos llenos de problemas”, y todos “cortesía de Donald Trump”. Peggy Noonan, histórica columnista del Journal, escribió que “a los conservadores y republicanos normales les fue bien. Los candidatos respaldados por Trump cayeron”.
Trump planea seguir adelante, y podría anunciar su nueva campaña presidencial esta misma semana. La pregunta es si el electorado volverá a seguirlo.
Sin despegarse del libreto que lo llevó a lo más alto del poder, Trump expresó todas las críticas en su red social, Truth Social. Recordó la épica de su primera campaña presidencial, cuando todo el partido se opuso, y ganó gracias al respaldo de la gente. “Estamos en la misma posición ahora. Van a seguir viniendo por nosotros, pero en última instancia, ganaremos”, desafío. Trump le dedicó especial atención a una persona: Ron DeSantis, blanco de un largo mensaje partido en varias publicaciones en su plataforma. Una señal unívoca de quién es el rival a vencer. Otra: le puso un sobrenombre, “Ron DeSanctimonious”.
Trump se atribuyó la victoria de DeSantis en 2018, cuando lo respaldó. Lo menospreció como un político “promedio”, dijo que “estaba políticamente muerto” hasta que lo apoyó en su primera campaña para la gobernación.
“¡Y ahora, Ron DeSanctimonious está jugando! Los medios falsos le preguntan si se postulará si el presidente Trump se postula, y él dice: ‘Solo estoy enfocado en la carrera del gobernador, no estoy investigando el futuro’. Bueno, en términos de lealtad y clase, esa no es realmente la respuesta correcta”, dijo Trump.
DeSantis, quien nunca recibió tanta atención y tantos elogios como ahora, evitó responderle. A sabiendas, quizá, de que ya llegará ese momento.
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