Guerra Rusia-Ucrania: el ensayo de misiles de Rusia alimenta el temor a un Putin cada vez más aislado
En el gobierno de Biden inquieta la posibilidad de que el presidente ruso ya no vea razones para refrenar sus provocaciones en medio del conflicto
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WASHINGTON.- La calculada movida del presidente Vladimir Putin, que el miércoles autorizó el lanzamiento de prueba de un nuevo misil balístico intercontinental como advertencia hacia aquellos que “intenten amenazar a nuestro país” desde Occidente, profundizó un temor particular del gobierno de Joe Biden: que Rusia esté tan aislada del mundo que Putin ya no vea razones para refrenar sus provocaciones.
Ya antes del lanzamiento de ayer, los funcionarios de Estados Unidos y sus aliados habían empezado a sopesar si su éxito en cercenar el acceso de Rusia a gran parte de la economía global y transformarla en un paria diplomático no terminará fogoneando la decisión de Putin de reafirmar el poderío de su nación. El primer lanzamiento del misil con capacidad nuclear Sarmat es apenas el último recordatorio que Putin le envía al mundo sobre las capacidades rusas —en el espacio, en el ciberespacio, y a lo largo de las costas de Europa—, a pesar de sus reveses iniciales en Ucrania.
“Ahora está inmerso en su propia lógica de guerra”, dijo la semana pasada el canciller austríaco Karl Nehammer, tras su encuentro con Putin en Rusia, y agregó que el presidente ruso está más decidido que nunca a contrarrestar lo que ve como una creciente amenaza de Occidente y a recapturar los territorios de la esfera de influencia de Rusia en Europa Oriental.
El director de la CIA, William Burns, dijo la semana pasada que “Putin demuestra día a día que las potencias en decadencia pueden ser tanto o más disruptivas que las potencias en ascenso”, y agregó que “su apetito por el riesgo va en aumento a la par del endurecimiento de su política interior.”
En privado, los funcionarios de Estados Unidos son más directos sobre la posibilidad de que un Putin aislado se descargue por medios aún más desestabilizadores. “Tuvimos tanto éxito en desconectar a Putin del sistema global que ahora tiene más incentivos que antes para generar disrupciones mucho más allá de Ucrania”, confiesa un alto funcionario de la inteligencia norteamericana bajo condición de anonimato. “En su desesperación, es capaz de hacer cosas totalmente irracionales”.
Las evaluaciones que llegaron a los despachos de la Casa Blanca concluyen que Putin está convencido de estar ganando, según las mismas fuentes de inteligencia. Y de hecho, parece actuar en base a esa convicción.
Era previsible que Putin ni se echaría atrás por las sanciones y medidas económicas tendientes a cortar el acceso su país a la tecnología que necesita para construir nuevas armas y algunos bienes de consumo. Ya en el pasado el presidente ruso desdeñó las sanciones de Occidente y aseguró ser capaz de esquivarlas fácilmente.
“Fue un fracaso”
“Ya podemos decir sin temor a equivocarnos que esta política hacia Rusia fue un fracaso”, dijo Putin en lunes. “La estrategia de la guerra económica relámpago falló”.
Pero fue desmentido casi de inmediato por la propia jefa del banco central ruso, Elvira Nabiullina. “Por el momento, tal vez el problema no se sienta tanto, porque a nuestra economía le quedan reservas”, dijo la funcionaria. “Pero todos los días agregan sanciones nuevas, y ninguna economía puede vivir de sus reservas por tiempo ilimitado”.
Pero es una realidad que Putin ni parece haber asimilado. Muy por el contrario, se ha vuelto más combativo, tiene apuntados sus cañones hacia Mariupol, y en las próximas semanas sus fuerzas tratarán de asegurarse el control de toda la región del Donbass. Y ante visitantes como Nehammer, Putin insiste en que está decidido a cumplir sus objetivos.
Si bien los rusos han sufrido muchas bajas y Putin ha tenido que recalcular sus ambiciones en Ucrania, las evaluaciones de inteligencia de Estados Unidos concluyen que el presidente ruso está convencido de que las medidas de Occidente para castigarlo y contener el poder de Rusia se irán resquebrajando con el tiempo. Parece creer que con la ayuda de China, la India y otras naciones de Asia, logrará evitar un verdadero aislamiento, tal como lo hizo tras la anexión de Crimea, en 2014.
Pero en Washington ya todos se preparan para la creciente posibilidad de una larga guerra de desgaste, y no han pasado desapercibidas las repetidas advertencias de Putin de que el mundo se está metiendo con una potencia nuclear y debería andar con cuidado.
El miércoles, después de advertirle al Pentágono sobre el inminente ensayo misilístico —una notificación impuesta por el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas START III, al que le quedan cuatro años de vigencia—, Putin declaró que el lanzamiento “tendría que hacer pensar dos veces a quienes, en el fragor de su retórica agresiva, tratan de amenazar a nuestro país”.
Lo cierto es que el misil en cuestión representa una mejora mínima de la capacidad bélica de Rusia, pero el lanzamiento tuvo más un sentido simbólico y de oportunidad.
Siempre se supuso que si Putin decidía apuntar contra Estados Unidos en represalia por los efectos de las sanciones sobre la economía rusa, lo haría a través de su arsenal cibernético. Pero ocho semanas después del inicio del conflicto, no se han producido ataques cibernéticos importantes, más allá del ruido de fondo habitual de actividad cibernética rusa en las redes estadounidenses, incluidos los ataques de ransomware, o “secuestro de datos”.
Sin embargo, y a pesar de todos esos riesgos, la posición de Estados Unidos sigue siendo la de aumentar la presión sobre Putin, con sanciones y aislamiento diplomático, y dotar de armas más potentes al ejército ucraniano. “Ucrania ya ganó la batalla por Kiev”, dice un funcionario norteamericano, y agrega que su gobierno “continuará suministrando armas a Ucrania en gran cantidad, así como entrenamiento e información de inteligencia, para que siga ganando la guerra”.
Pero hay que ver si los ucranianos pueden “seguir ganando” ahora que el terreno de operaciones se alejó de las calles de Kiev y se desplazó hacia las planicies abiertas del Donbass.
Y tampoco está claro qué tendría que pasar exactamente para que el gobierno de Biden abandone su estrategia de presionar cada vez más a Rusia.
Señal de poder
Al comienzo de la guerra, Putin puso públicamente en alerta a sus fuerzas nucleares, como una señal del poder de Rusia, aunque Burns, el director de la CIA, dice que no hay evidencia de que esas fuerzas hayan pasado realmente a estado de alerta máxima.
El ensayo del miércoles del misil Sarmat, que está en desarrollo desde hace años, fue otra señal mixta. Si bien Putin lo describió como “capaz de superar todos los medios modernos de defensa antimisiles”, los expertos en armas dicen que es una exageración. Pero es una exageración que se ajusta a determinado patrón.
Los historiadores de la Guerra Fría señalan que nada de esto es demasiado nuevo. George F. Kennan —el arquitecto de la “estrategia de contención”, para limitar el alcance del poder soviético—, siempre advirtió que la contención tenía sus límites. “La preocupación de Kennan era que si Rusia se convertía en una nación paria, ya no habría efectivamente ningún modo de influir sobre ella”, dice Michael Beschloss, un historiador de las presidencias norteamericanas que ha escrito mucho sobre la época de la Guerra Fría.
Y esa también podría ser la nueva preocupación de Biden en los próximos meses.
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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