Se trata de una corriente político-filosófica que tiene gran arraigo en el país norteamericano desde su fundación
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“Todo en exceso es malo”. Esta máxima tan citada parece que no solo se aplica a temas relacionados con la medicina, sino también a la libertad. Y prueba de ello es Grafton, un pequeño pueblo al noreste de Estados Unidos, el cual a principios del siglo fue el escenario de un experimento político sin precedentes.
Un grupo de libertarios se instaló allí y puso en marcha sus ideas, reduciendo las regulaciones e impuestos con el propósito de probar que la intervención gubernamental es opresiva y produce pobreza; mientras que si se deja a la sociedad actuar por su cuenta florece y es capaz de autorregularse.
Sin embargo, a la vuelta de unos pocos años la localidad del estado de New Hampshire, fronterizo con Canadá, es conocida por el drástico deterioro de sus servicios públicos, el aumento de la violencia criminal; y sobre todo por una serie de inusuales ataques de osos negros contra algunos de sus residentes.
Un experimento único
“En 2004, cientos de personas se trasladaron a Grafton para fundar lo que llamaron el Free Town Project (Proyecto del Pueblo Libre) y demostrar la factibilidad del libertarismo creando una comunidad utópica”, explicó a BBC Mundo el periodista estadounidense Matthew Hongoltz-Hetling, quien en 2020 escribió el libro A Libertarian walks into a bear (en español se podría traducir como Un libertario se cruza con un oso), en el cual relató lo ocurrido en el pequeño pueblo.
El libertarismo es una corriente político-filosófica que coloca a “la libertad individual como el valor político supremo” y considera cada persona tiene derecho a vivir su vida y a hacer con su cuerpo y con sus propiedades lo que considere pertinente, siempre que no interfiera con los derechos de otros a hacer lo mismo, explicó el politólogo venezolano Luis Salamanca.
“Para el liberalismo clásico el Estado debe ser mínimo; es decir acepta que el Estado exista, pero sólo como vigilante de la actividad productiva y regulador mínimo. Sin embargo, para los anarcocapitalistas, quienes son los libertarios más puros y radicales, esto es opresión. Para los anarcocapitalistas el Estado es el enemigo y hay que liquidarlo”, agregó el exdirector del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
El libertarismo tiene gran arraigo en Estados Unidos desde su fundación. “El mejor gobierno es aquel que gobierna menos”, llegó a decir Thomas Jefferson, uno de los firmantes de la Declaración de Independencia y tercer presidente de ese país, recordó el profesor de Teoría Política e Historia estadounidense Eric-Clifford Graf.
El experto también destacó que en el Partido Republicano ha habido -y hay- sectores e individualidades que defienden estas ideas.
¿Pero por qué Grafton? “Los libertarios estudiaron docenas de ciudades en New Hampshire antes de decidirse por Grafton, pero este resultó atractivo por varias razones: Allí vivía un libertario llamado John Babiarz, que se postuló a gobernador. También tenía una población pequeña, de unas 1000 personas, lo que significaba que un número relativamente pequeño de votantes libertarios podría ejercer una enorme influencia a la hora de aprobar ordenanzas municipales e impuestos”, enumeró el periodista.
“Y, por último, Grafton tenía una profunda historia de rebeldía contra la autoridad. A finales del siglo XVIII votó por separarse de los entonces recién constituidos EE.UU. por cuestiones fiscales, y muchos de sus habitantes ejercían la desobediencia fiscal (no pagaban impuestos)”, remató.
Hongoltz-Hetling, en su libro, afirmó que en cuestión de meses unos 200 libertarios, el grueso de los cuales se conocieron por Internet, se mudaron a la localidad para poner en marcha su experimento.
Los nuevos vecinos eran mayoritariamente hombres blancos, solteros y partidarios de la posesión de armas de fuego.
Sin embargo, desde el punto de vista económico el perfil de los recién llegados era más variado, algunos tenían mucho dinero y otros eran pobres y no tenían nada que los atara a sus lugares de origen
Esto último explica por qué el número de personas viviendo en casas rodantes o en tiendas de campaña en los bosques que rodean a la localidad aumentó de manera significativa.
Una invasión no tan silenciosa
Los nuevos “graftonianos” comenzaron a hacerse sentir pronto. “Eran muy activos y participaban en el proceso político local, lo que les permitió imponer muchas de sus ideas a la comunidad”, relató Hongoltz-Hetling.
Y aunque fracasaron en sus intentos de sacar al pueblo del Distrito Escolar, autoridad que se encarga de supervisar a los colegios, o declarar a la localidad como “zona libre de las Naciones Unidas”, sí convencieron a sus vecinos de que recortaran en 30% el ya pequeño presupuesto municipal, el cual era de apenas US$ 1,3 millones.
Sin embargo, la promesa de que el tijeretazo se traduciría en menos impuestos y más dinero en los bolsillos de los pobladores no terminó siendo tal.
Por ejemplo, en Canaan, un pueblo vecino, los habitantes pagaban sólo 70 centavos más en impuestos en promedio que los de Grafton y tenían calles y carreteras asfaltadas e iluminadas.
Asimismo, para 2011 las vías de Grafton se llenaron de baches, el alumbrado público y el servicio de recolección de basura casi desaparecieron, la biblioteca pública tuvo que reducir su horario a apenas 3 horas diarias y la vigilancia policial mermó, porque la policía sólo contaba con recursos para pagar a un oficial a tiempo completo (el comisario en jefe).
La reducción del patrullaje, junto a la llegada de más pobladores armados y convencidos de que tenían derecho a hacer lo que quisieran, explican por que el pueblo registró en la década pasada sus primeros dos asesinatos en tiempos recientes y un alza de 12% en el número de delitos violentos, de acuerdo con las estadísticas regionales.
Como salido de una mala comedia
Pero como si tener vías en peor estado y más delincuencia no fuera suficiente, los habitantes de Grafton tuvieron que lidiar con un problema no visto en un siglo: una ola de ataques de osos.
Precisamente los asaltos de estos animales hicieron que Hongoltz-Hetling fijara su atención en el pueblo, donde encontró que la mezcla entre desregulación, recortes impositivos e ideas libertarias resultó en un coctel peligroso.
“Muchos de los libertarios que vivían en el bosque no seguían las recomendaciones sobre la eliminación de residuos, lo que creó una fuente de alimento fácil para los osos. En segundo lugar, algunos de los libertarios empezaron a alimentar a los osos, del mismo modo que otros alimentan a los pájaros o las ardillas en su patio trasero, lo cual atrajo a los animales a las zonas residenciales”, narró.
“Y en tercer lugar, la ciudad rechazó llamar a las autoridades regionales para que consideraran la posibilidad de matar o reubicar a las bestias problemáticas, sino que individualidades intentaron disuadirlas, de formas que no eran eficaces (usando fuegos artificiales). Con el tiempo, los osos se volvieron más audaces y se interesaron más por los humanos como fuente de alimento e incluso dejaron de hibernar”, aseveró.
Para 2016 el experimento había naufragado y muchos de los libertarios que se instalaron en Grafton se fueron.
No obstante, poco se ha hecho para reparar el daño ocasionado, aseguró Hongoltz-Hetling.
“El presupuesto del pueblo no ha crecido para compensar los años perdidos y los servicios municipales siguen siendo deficientes en comparación con los de otras localidades vecinas. Sin embargo, el ambiente es más tranquilo que antes, y no ha habido más ataques de osos, así que quizás eso sea una victoria”, aseveró el periodista.
Pero, ¿cómo un grupo de recién llegados pudo casi controlar un pueblo y desmantelarlo sin que nadie tomara cartas en el asunto? “Los libertarios actuaron dentro del Estado de Derecho, por lo que no había motivo para que intervinieran las autoridades estatales o federales”, replicó.
“El fiasco de Grafton fue en parte el resultado de un proceso democrático justo, en el que los residentes con mentalidad comunitaria no se organizaron tan eficazmente como los libertarios. Para mí, los libertarios tienen responsabilidad moral, pero no legal, por lo que les ocurrió a las personas que fueron atacadas por los osos”, agregó el periodista y autor.
Una teoría en boga
La victoria del economista Javier Milei en las elecciones primarias obligatorias de Argentina del pasado 13 de agosto ha colocado al libertarismo en la palestra.
“Yo considero al Estado como un enemigo; los impuestos son una rémora de la esclavitud”, ha declarado el controvertido candidato, quien de acuerdo con las encuestas tiene las mayores posibilidades de ganar las presidenciales de octubre próximo.
Milei se ha declarado “libertario” y “anarcocapitalista”; y ha prometido que, de imponerse en los comicios, “dinamitará” el Banco Central, reducirá el número de ministerios y legalizará el porte de armas de fuego.
Sin embargo, lo ocurrido en Grafton arroja dudas más que razonables respecto a que el libertarismo se pueda poner en marcha de manera exitosa.
“El experimento permitió ver las bondades, pero sobre todo los problemas que genera prescindir del Estado”, afirmó el politólogo Salamanca.
“La basura es el ejemplo más patético y muestra que no puedes dejar todo al mercado. El mercado puede regular los precios, pero hay otros aspectos de la vida humana que no cubre y es allí donde falla el modelo anarcocapitalista”, sentenció.
“En Grafton se privilegió la libertad sobre el orden, pero la libertad total lleva a la pérdida del orden y donde no hay orden predomina la fuerza y la ley del más fuerte”, dijo el experto.
Salamanca recordó que la historia de la Humanidad antes del Estado moderno es cosa increíblemente caótica y violenta.
“Cualquiera te podía invadir tu casa, quitarte a tu esposa o matarte (…) La conclusión que manda este caso es que la libertad sola, sin orden, termina siendo negativa para ella misma y que los más débiles terminan siendo perjudicados”, apuntó.
Por su parte, el profesor Graf admitió que los ideales libertarios son inspiradores y pueden resultar muy atractivos para electorados desencantandos con los políticos tradicionales.
Sin embargo, el experto advirtió que entregarle el poder a los seguidores de esta corriente política “es arriesgarse al caos y a la anarquía, lo que nos puede devolver a la tiranía”.
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