Gastó una fortuna para verse como si tuviera “un filtro de Instagram” y el resultado la devastó

La vida de Kim Booker, de 34 años, tomó un giro devastador después de más de una década en la que se sometió a todo tipo de intervenciones estéticas. Finalmente, la diagnosticaron con un trastorno dismórfico corporal, lo que la llevaba a tener una visión distorsionada de lo que veía cuando se miraba en el espejo.

En efecto, ella nunca estaba conforme con su apariencia y es por eso que desde los 18 años optó por hacerse diferentes cirugías. En la última de ellas quiso verse como si tuviera “un filtro de Instagram” y el resultado tampoco fue el esperado.

La mujer estaba obsesionada con hacerle arreglos a sus fotografías a través de la red social, ya que con eso se sentía un poco más satisfecha, según consignó el medio Daily Star. En una ocasión, entre las ediciones que hacía en la plataforma, se percató de que le fascinaba cómo la hacía lucir un filtro, así que le pidió al cirujano que la hiciera verse idéntica.

En realidad fueron diferentes factores los que la animaron a cambiar radicalmente su apariencia. Además del trastorno que padecía, cuando tenía 24 años había participado en concursos de fisicoculturismo y creía que el régimen alimenticio le había transformado la cara. Su grasa corporal disminuyó, lo que la llevó a pensar que se veía más “vieja y cansada”.

Sumándole un motivo más, vio cómo había quedado Kylie Jenner después de los procesos quirúrgicos a los que se había sometido y quiso seguir sus pasos. Analizó la manera en la que aparecía la influencer en cada fotografía y de inmediato quiso ingresar al quirófano.

Gastó poco más de 18.000 dólares en esas cirugías, entre rellenos en labios, mejillas, mandíbula y debajo de los ojos y la nariz. En un principio todo iba bien porque suponía que había logrado el rostro “simétrico” que tanto deseaba, pero con el paso del tiempo todo empeoró y vivió algunas de las experiencias más traumáticas y dolorosas de su vida.

El doloroso cambio para “vivir” con un filtro

A sus 18 años, estaba feliz por el primer relleno de labios que se había hecho. Consideró que sus primeras inyecciones le dieron “nueva oportunidad de vida”, ya que por fin podía presumir la sonrisa de sus sueños. Pero, a medida que pasaban los años, también aumentaban las sustancias dentro de su cuerpo, hasta que fue insostenible.

Poco de a poco, los efectos secundarios la invadieron, entre ellos los ojos hinchados y los labios “explosivos”. Una mala reacción tuvo ese efecto: “Fue una de las cosas más dolorosas que he experimentado”, dijo. Además, las bolsas de sus ojos quedaron completamente hinchadas durante varios años, mientras que en el caso de los rellenos de mejillas, una aplicación negligente la hacía ver como si estuviera triste todo el tiempo.

Tras haber atravesado todas esas intervenciones, y sus efectos, la joven decidió quitarse los rellenos y de hecho ahora ya no utiliza ni siquiera herramientas de edición en sus fotos. Después de la terrible depresión que sufrió por los cambios en su cuerpo, Booker quiso dejar un mensaje de aceptación para quienes conocieran su historia.

Actualmente trabaja como voluntaria en la Body Dysmorphic Foundation para ayudar a eliminar el estigma y la vergüenza que se tiene por padecer el trastorno de dismorfia corporal: “Empecé a asumir la responsabilidad de mi enfermedad, que era la fuerza que me impulsaba a querer ser perfecta. No quería seguir viviendo de la misma manera”, concluyó.

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