Es argentino, vive en Miami y encontró una manera para conectar a los migrantes con sus seres queridos
Santiago Rossi llegó a Miami junto a su familia para buscar una nueva oportunidad profesional; luego de transitar distintas experiencias emprendió un desarrollo junto a sus socios con la idea de ayudar a los migrantes con pocas posibilidades de enviar remesas a sus familiares
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MIAMI.- Santiago Rossi vivía en Argentina cuando en 2013, la compañía Emerging Markets Communications (EMC) para la cual trabajaba, le ofreció un puesto en Miami. Los últimos años ya pasaba más días allí que en Buenos Aires, por lo que decidió mudarse con su esposa y sus tres hijos.
Aterrizar como inmigrante lo llevó a andar caminos desconocidos, atravesar desafíos propios y conocer los ajenos. Pero no hay mal que por bien no venga: su posición como inmigrante fue el motor para crear su próxima compañía.
“La empresa que me trajo a Miami se terminó vendiendo. Yo venía del rubro de la tecnología y me encontré con que siendo un inmigrante, quería desarrollar algo para aquellos que viven su destierro cien veces peor que yo. Yo llegué por el aeropuerto y con una visa. La mayoría llega a este país cruzando un río o caminando y escondiéndose, las familias se van separando, pero los afectos se mantienen”, relata Rossi.
“Estas personas que cruzaron las fronteras no tienen la posibilidad de ir a visitar sus países en Navidad. Tienen la obligación de generar acá para mantener a su familia, pero enfrentando los problemas de no estar bancarizados, no hablan el idioma, no manejan la tecnología. Ese movimiento de gente que viene de sur a norte se traduce en un flujo exactamente inverso de dinero que regresa a su familia que quedó en sus países”, cuenta Rossi, que hoy vive en Key Biscayne, ciudad que eligió por su gran comunidad de argentinos.
Hasta ahora, para el inmigrante enviar remesas a sus parientes tenía un alto costo. Si alguien tiene 100 dólares para enviar por Western Union, su pariente en Latinoamérica recibe aproximadamente US$ 85. A su vez, las últimas innovaciones a través de la digitalización como Remitly o Xoom de PAYPAL se asocian a la cuenta bancaria, pero desplaza a quienes no están bancarizados.
“Vimos que había oportunidad de mover dinero para aquellos que no están bancarizados, y encontramos una solución distinta desde nuestro conocimiento siendo migrantes y latinos. Desarrollamos una plataforma donde conectamos a empresas en Latinoamérica con el cliente final en cualquier lugar del mundo, y empezamos en Estados Unidos. Si sabemos para qué manda el dinero, sea ropa, supermercados, remedios, pensamos que en vez de mandar el dinero, se mande la compra prepagada”, expone Rossi.
Así nació OKY en 2021 con el fin de ofrecer un envío de poco valor a bajo costo. Para eso, tienen una red de 6000 tiendas en Estados Unidos donde el cliente puede ir con el efectivo y hacer una compra en la tienda para el país que elija, o recargar una tarjeta virtual para luego comprar online. “En nuestra tienda podés ponerle 20 dólares al super de tu mamá, o comprarle una pizza”, acota el ejecutivo. El destinatario del regalo en Latinoamérica recibe en un mensaje un link a un código que debe mostrar en el negocio adonde debe retirar o elegir su regalo. Hay clientes de todo tipo, desde padres que le envían a sus hijos una cajita feliz de McDonalds, hijos que le compran un televisor a sus padres, o envían el prepago en la farmacia para sus medicamentos.
Un argentino en Key Biscayne
La idea central de este emprendimiento es poder ofrecer, mediante la plataforma, un contacto o regalos cotidianos entre el inmigrante y sus seres queridos. “Mis hijos ahora nos marcarán dónde vamos a pasar los próximos años, pero Buenos Aires es la mejor ciudad del mundo, mis afectos y mi familia están ahí. Por suerte Miami queda de paso y tenés siempre gente, es menos duro que migrar a otros lugares. Llegamos a Key Biscayne porque nos dijeron que había una gran comunidad de argentinos y así fue. Los amigos de mis hijos son argentinos, la cultura tira mucho. En general emigrás por inseguridad, por trabajo o falta de trabajo, pero me encantaría volver a Buenos Aires. No me veo envejeciendo acá”, relata.
Cada uno en la familia Rossi tuvo que enfrentar desafíos distintos: sociales, el idioma, la cultura. “Yo nunca quise emigrar, y nunca percibí los desafíos de ser inmigrante. Siempre se ve la parte linda, la experiencia internacional. Pero también es estar lejos, es no tener a tus amigos de toda la vida, tus hermanos, tus padres, es bravo. Cuando ves las historias de nuestros clientes, son héroes en nuestro día a día. Pasaron las de Caín para venir y después acá viven otro Viacrucis para sobrevivir y proveer a su familia”, argumenta.
El negocio detrás del emprendimiento
OKY llega a 15 países de Latinoamérica a través de más de mil marcas. Tiene más de 200.000 transacciones por mes, con un ticket promedio menor a 20 dólares. A diferencia de las empresas tradicionales de envío de remesas, donde se paga una comisión en las dos puntas, es decir al que envía el dinero y otra al que recibe, este sistema solo cobra a quien envía y con un costo mucho más bajo. “Nosotros le cobramos a quien entrega el dinero en la tienda, pero a aquel que recibe el producto no se le cobra nada, porque es la marca la que le paga a Oky por la venta que gestioné desde EEUU. Eso es lo que logro como beneficio al migrante. Si mandas un vale de McDonalds de 14 dólares, podés mandarle algo puntual o un vale que lo usa de la manera que quiera. Si mandas un Big Mac de 6,5 dólares, el migrante paga 8 dólares. La tasa depende del valor y la tienda. En rasgos generales, hasta 20 dólares es un dólar de costo; para enviar 50 dólares son 3 de costo; y arriba de 50 dólares no importa el monto, son 5 dólares”, informa Rossi.
Si bien hay países o tiendas que pueden tener una tecnología más preparada para este tipo de servicios, el empresario asegura que no todos los retailers en Latinoamérica están preparados para eso.
“Hay gente que no tiene un banco, o que no puede mandar 300 dólares, quiere mandar 20. Tal vez solo le va pasando por los próximos días, porque también él vive al día. No había una opción para migrantes de enviar envíos de bajo valor. Cuando pensás en remesas, pensás en 300 dólares. Y si yo quisiera mandar 20 dólares de forma tradicional, me saldría otros 10. Esa fue la razón por la cual con tecnología permitimos poner cash y mandar desde acá mediante un mensaje de texto, y sin necesidad de bajarte una aplicación”, sostiene.
El efecto que tiene en el migrante, asegura, va más allá de la posibilidad de brindar un apoyo económico. Es sentirse cerca. “Una de las cosas que aprendimos de esto es que pensamos que íbamos a vender más televisores, teléfonos. Lo que más vendemos son hamburguesas, pizzas, restaurantes. Aprendimos que antes no se podía mandar seis dólares, ahora lo hacen cada dos o tres días para que el hijo cuando vuelve del colegio se pueda comer una hamburguesa”, remata Rossi.
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