Estudiantes universitarios de EEUU describen parálisis en las discusiones sobre Israel y Hamás
WASHINGTON (AP) — Al ser un alumno de nuevo ingreso en la Universidad George Washington, todos los días Ty Lindia conoce a estudiantes recién llegados. Pero debido a la sombra de la guerra entre Israel y Hamás que pende encima del campus en Washington, D.C., donde todo el mundo tiene una opinión sobre política, cada nuevo encuentro es tenso.
“Esta idea de que yo pudiera decir algo inadecuado como que me asusta”, dijo Lindia, que estudia ciencias políticas. “Tienes que andar con mucho cuidado en temas de política hasta que una persona dice algo que significa que se inclina en cierta dirección sobre el asunto”.
Él ha visto amistades —incluidas algunas de las suyas— llegar a su fin por la expresión de puntos de vista sobre la guerra. En público se guarda su opinión por miedo a que futuros empleadores pudiesen usar eso en contra de él.
“Antes del 7 de octubre (de 2023), realmente no había un miedo grande”, dijo Lindia, de Morristown, Nueva Jersey.
Un año después del ataque de Hamás en el sur de Israel, algunos estudiantes dicen sentirse renuentes a hablar porque ello podría enfrentarlos a sus compañeros, profesores o incluso posibles empleadores. Las divisiones en torno a la guerra han conducido al surgimiento de burbujas sociales. Las nuevas normas contra las protestas en muchos campus conllevan el riesgo de ser suspendido o expulsado.
Las tensiones con respecto al conflicto estallaron el año pasado en medio de emotivas manifestaciones tras el ataque del 7 de octubre. En la primavera, una ola de campamentos de carpas de manifestantes pro palestinos derivó en unos 3.200 arrestos.
El ambiente en las universidades de Estados Unidos se ha apaciguado desde esas protestas, pero persiste un desasosiego.
En una discusión reciente sobre el género y las fuerzas armadas en una clase de la Universidad de Indiana, la alumna de segundo año Mikayla Kaplan dijo que pensó en mencionar a sus amigas que sirven en el ejército israelí. Pero debido a que se encontraba en una habitación llena de compañeros políticamente progresistas, decidió guardar silencio.
“Siempre estoy pensando acerca de cosas que debería o no debería decir”, señaló Kaplan.
Kaplan, que orgullosamente porta una cadenita con la Estrella de David, dice que antes de llegar a la universidad tenía muchos amigos de distintas religiones, pero después del 7 de octubre casi todos sus amigos son judíos.
La guerra comenzó cuando milicianos encabezados por Hamás mataron a unas 1.200 personas, en su mayoría civiles, en el ataque de ese día en el sur de Israel. Secuestraron a otras 250 personas y aún tienen a aproximadamente 100 rehenes. En su campaña en Gaza, Israel ha matado al menos a 41.000 palestinos, según el Ministerio de Salud de Gaza.
En la Universidad de Connecticut, algunos estudiantes dijeron que el tema del conflicto no surge mucho en las clases. Ahmad Zoghol, estudiante de ingeniería, indicó que sigue siendo un asunto tenso y que ha escuchado que posibles empleadores escudriñan declaraciones políticas que los alumnos efectúan en la universidad.
“Definitivamente a muchas personas les preocupa, incluido a mí, que si hablamos sobre ello va a haber algún tipo de repercusión”, manifestó.
En comparación con las protestas universitarias de mucho mayor tamaño durante la Guerra de Vietnam, cuando pocos estudiantes respaldaban abiertamente el conflicto, en la actualidad los campus parecen estar más divididos, dijo Mark Yudof, expresidente del sistema de la Universidad de California. Para muchos se trata de una cuestión más personal.
“El cuerpo docente está enfrentado entre sí. El cuerpo estudiantil está enfrentado entre sí. Se está librando una guerra de ideologías”, señaló.
Algunas universidades intentan cerrar la brecha con eventos sobre discurso civil en el campus, y en ocasiones invitan a oradores palestinos y judíos que comparten el escenario. En la Universidad de Harvard en Massachusetts, un sondeo reciente halló que muchos estudiantes y profesores se sienten renuentes a compartir sus puntos de vista en el salón de clases. Un panel sugirió soluciones a ello, incluida la “confidencialidad en el salón de clases” y el enseñar cómo estar en desacuerdo en forma constructiva.
Mientras tanto, muchos campus están añadiendo políticas que restringen las protestas: con frecuencia prohíben instalar campamentos y limitan las manifestaciones a ciertas horas o ubicaciones.
En la Universidad de Indiana, una nueva política prohíbe la “actividad expresiva” después de las 11 de la noche, entre otras restricciones. El estudiante de doctorado Bryce Greene, que ayudó a encabezar un campamento pro palestino el semestre pasado, dijo que fue amenazado con ser suspendido tras organizar una vigilia a las 11:30 de la noche.
Ese es un contraste con protestas pasadas en el campus, incluida una manifestación sobre el clima en 2019 que atrajo a cientos de estudiantes sin que la universidad interviniera, agregó.
“Definitivamente hay un efecto inhibidor que ocurre cuando la expresión está siendo restringida de esta manera”, declaró Greene, que participó en una demanda que impugna la nueva política. “Esta es sólo una forma para que ellos le restrinjan a la gente hablar en favor de Palestina”.
El ambiente tenso ha llevado a algunos profesores a repensar la enseñanza de ciertos temas o a meterse en ciertos debates, dijo Risa Lieberwitz, abogada general de la Asociación Estadounidense de Profesores Universitarios.
Lieberwitz, que da clases de derecho laboral en la Universidad de Cornell, se ha sentido preocupada por el creciente número de colegas que requieren que los alumnos registren sus protestas con días de anticipación.
“Es tan contradictorio a la idea de cómo se llevan a cabo las protestas y manifestaciones”, señaló. “A veces son espontáneas. No se planean en la forma en que los eventos se planean en general”.
Las protestas han continuado en muchas universidades, pero a menor escala y con frecuencia dentro de los confines de las nuevas normas.
En la Universidad Wesleyan en Connecticut, el mes pasado la policía esposó a estudiantes partidarios de los palestinos que participaban en una sentada en un edificio del campus antes de que accedieran a retirarse. El presidente de Wesleyan, Michael Roth, dijo que respalda los derechos de los estudiantes a la libre expresión, pero “no tienen derecho a apoderarse de parte de un edificio”.
Wesleyan ofrece nuevos cursos sobre desacuerdo civilizado más adelante este año, y el profesorado está trabajando para ayudar a fomentar discusiones entre alumnos.
“Es un reto para los estudiantes, al igual que para los adultos; la mayor parte de los adultos no conversan con personas que no están de acuerdo con ellos”, dijo Roth. “Estamos tan segregados en nuestras burbujas”.
Las universidades estadounidenses se enorgullecen de ser sitios de apertura para el discurso en los que los estudiantes pueden interactuar a pesar de sus diferencias. Desde el 7 de octubre, han estado bajo una tremenda presión para garantizar la libertad de expresión y a la vez proteger a los alumnos de ser discriminados.
El Departamento de Educación federal está investigando a más de 70 universidades por reportes de antisemitismo o islamofobia. Líderes de varias universidades prestigiosas han sido convocados al Congreso por republicanos que los acusan de ser blandos ante el antisemitismo.
Sin embargo, hallar la línea donde termina la libertad de expresión protegida es igual de difícil que siempre. Las autoridades se preguntan si deben autorizar cánticos que algunos consideran exhortaciones para apoyar a los palestinos y que para otros son una amenaza contra los judíos. Es especialmente complicado en las universidades públicas, que están obligadas a respetar la Primera Enmienda constitucional, la cual protege la libertad de expresión, mientras que las universidades privadas tienen la flexibilidad de imponer mayores límites a ésta.
En la Universidad George Washington, Lindia dijo que el tema de la guerra surge frecuentemente en sus clases, pero en ocasiones tras un periodo de preparación. En una clase, la discusión fluyó después de que el profesor se percató que la mayoría de los alumnos compartían puntos de vista similares. Incluso cuando uno camina a clase hay un recordatorio visible de la tensión. Cercas altas rodean ahora el University Yard, el espacio cubierto de césped donde la policía disolvió un campamento de tiendas en mayo.
“Es un sitio para la libertad de expresión, y ahora está completamente bloqueado”, señaló.
Algunos estudiantes dicen que las voces moderadas se están perdiendo.
Nivriti Agaram, alumna de primer año en George Washington, dijo creer que Israel tiene derecho a defenderse, pero cuestiona el gasto de Estados Unidos en la guerra. Esa opinión la pone en desacuerdo con estudiantes más liberales, que la han llamado “facilitadora del genocidio” y cosas peores, señaló.
“Es muy sofocante”, lamentó. “Creo que hay una mayoría silenciosa que no habla”.
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El periodista de The Associated Press Michael Melia en Storrs, Connecticut, contribuyó a este despacho.
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