Es argentino, nunca imaginó dejar el país, pero ahora entrena en Miami a tenistas de élite que enamora con su ‘método’
Durante más de dos décadas, Diego Varela formó a miles de jóvenes en el Racket Club de Buenos Aires y en la Sociedad Hebraica Argentina; hoy, desde Florida, disfruta su nueva etapa profesional, pero destaca una cualidad de los jugadores latinoamericanos
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Transcurría 1985 y un joven, atlético y sobre todo disciplinado Diego Varela participaba del Mundial de Tenis en Japón. El deportista, que formaba parte del equipo que representaba a la Argentina, se enfrentó a Estados Unidos, cuyo entrenador era nada más y nada menos que Nick Saviano, un reconocido tenista y entrenador profesional que hoy lidera una de las mejores academias de esta disciplina en su país. Estos dos hechos no tendrían relación si no fuese porque más de 35 años después, el estadounidense que alguna vez formó a sus contrincantes lo llamó para ser Head Coach en su instituto en el sur de Florida.
No obstante, cuando esa oferta se puso sobre la mesa, Varela no solo no recordaba que se había cruzado con Saviano, sino que vivía una vida cómoda en Buenos Aires. Durante más de dos décadas estuvo al frente del Racket Club de Buenos Aires como director del Centro de Alto Rendimiento donde, acompañado de un equipo multidisciplinario de profesionales en nutrición, preparación física, alto rendimiento, deportología, kinesiología y psicología, se encargó de formar a jóvenes de entre ocho y 17 años.
Desde muy pequeño, Diego conoce los conceptos de disciplina y constancia. En diálogo con LA NACION, el entrenador cuenta desde la academia situada en Davie, Florida, que se inició en la disciplina a los ocho años en el Club Ferro Carril Oeste y, en un momento, el tenis pasó de ser un deporte a convertirse en una forma de vida. Comenzó a competir desde antes de los diez años y logró destacarse a nivel nacional para luego hacerlo en el extranjero. Como profesional de la ATP, ocupó el puesto 230 en individuales y 180 en dobles.
Por la academia del argentino, en el Racket Club, pasaron algunos jugadores en etapas de desarrollo como Guillermo Coria, Franco Squillari, Agustín Calleri y Martín Vasallo Argüello. Desde agosto del año pasado, Varela empacó las valijas y junto con su familia se mudaron a Davie para que él comenzara a trabajar en la Academia Saviano High Performance Tennis, una de las tres mejores escuelas del país y de las diez mejores del mundo. Ahora, le cuenta a LA NACION cómo fue su experiencia desde que llegó a Estados Unidos.
“Trabajé durante 25 años como director de la Academia del Racket Club y después me contrató la Sociedad Hebraica Argentina para que manejara la escuela de menores donde también estuve 20 años hasta que me vine para acá. Me despedí de los dos clubes y me ofrecieron esperarme para ver si me adaptaba o no y me devolvía. Cuando pasaron dos meses, les dije que me quedaba en Estados Unidos”, expresa.
Diego nunca tuvo la intención de irse de la Argentina por trabajo. De hecho, manifiesta que nunca quiso ser coach de jugadores profesionales porque eso implicaba viajar y él se consideraba una persona muy “familiera”. Además, “tenés menos posibilidades de crecer como entrenador, ya que tu trabajo es desarrollar la carrera del atleta”.
Las décadas de trabajo en la Argentina le permitieron profundizar su expertise como coach en el Racket Club y logró que la Sociedad Hebraica Argentina fuese reconocida como mejor club en la disciplina durante cuatro años seguidos. En palabras de Varela, sentía que había tocado un techo y no tenía mucha más posibilidad de crecer.
Fue en ese momento que la oportunidad de viajar a impartir tenis en un país diferente se convirtió en una oferta atractiva y una manera de “empezar de nuevo” después de tantos años. “Me renovó totalmente”, dice.
El hambre de éxito de un tenista argentino supera a los estadounidenses
Aquel que no conoce el tenis en profundidad podría pensar que un profesor y un entrenador cumplen las mismas funciones y que tienen un objetivo similar. Nada más alejado de la realidad. Para Varela, ambas figuras son necesarias en la formación del jugador. Mientras que el profesor enseña los fundamentos de la disciplina, el entrenador “se encarga de desarrollarlo”. “Se ocupa no solo de la parte técnica, sino de que el chico esté asistido físicamente, de la manera en que se alimenta, cómo se prepara para los torneos y cómo va a competir”, cuenta.
En la academia de Saviano, como Head Coach, Diego puede elegir a los jóvenes tenistas que entrenará, una facultad de la que no todos gozan. Durante su experiencia en suelo extranjero, ha tenido la oportunidad de poder diferenciar a los deportistas argentinos de los estadounidenses por su manera de comportarse en la cancha.
“Yo soy de entrenar duro. Me gusta la harta exigencia y los entrenamientos rigurosos. El jugador americano le huye a esta modalidad, porque no está acostumbrado a entrenar duro como el argentino. Me ha pasado que quedan fascinados con la forma y como que ‘se enamoran’ de mi método. Pero, por otro lado, también me ha pasado con alguno que me dice ‘no, este pibe está loco’”, comenta.
Varela es enfático cuando sostiene que un jugador argentino sufre mientras juega al tenis, pero no deja de pelear. “Cuando vos entrenás y lo hacés de una forma exigente, en la cancha vos sufrís. Padecés el calor, la exigencia, el correr y agitarte y acá es incluso mucho más cómodo entrenar. Aquí, los chicos tienen la vida cómoda, proyectada y no tienen tanta ‘hambre’ como el que viene de la Argentina. Tienen un espíritu de lucha que no tiene el americano. Mi prioridad uno acá es tratar de hacerles cambiar esa manera de pensar”, dice.
Si bien en Miami no hay muchos jugadores de élite que sean argentinos, el entrenador explica que sí hay muchos que son de origen latinoamericano y que, aunque no son “tan aguerridos” como los argentinos, tienen ese espíritu de lucha. “Cada vez que un tenista estadounidense se encuentra con un latino, la sufre, porque sabe que va a tener que pelear el partido de verdad”.
No obstante, para Varela, la forma en la que se estructura el tenis, como una puerta a una carrera en la universidad, es una manera útil y astuta de que los jóvenes se conviertan en profesionales. En Estados Unidos, desde que los chicos tienen 12 o 13 años practican el deporte sabiendo que eso les va a permitir aplicar para una beca para su educación superior. “La diferencia de cuán buenos son definirá la universidad a la que pueden aspirar, pero la universidad la van a conseguir igual. En cambio, en la Argentina, la persona se tiene que matar para por ser buen jugador y eso no garantiza que logre ir a la universidad”, dice.
Tras un largo recorrido profesional y que está lejos de acercarse al ocaso, Diego reflexiona y ofrece una recomendación para aquellos que quieren dedicarse por completo al tenis. “Hoy, las universidades se organizan de tal forma que los chicos siguen compitiendo y entrenando en estándares de alto rendimiento. Los mejores americanos que están en el circuito profesional son todos egresados de la universidad y siguen compitiendo. Yo le diría a los chicos de 12 años en la Argentina y a los padres que, desde esa edad, traten de estar en contacto con agencias o con personas que los puedan conectar con las universidades acá, porque todos van a tener una posibilidad de poder desarrollarse. Lamentablemente en el país que vivimos, esta es una salida espectacular por desarrollarse en todo el mundo”, cierra.
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