En una campaña llena de vértigo, los demócratas ingresan en un terreno desconocido
La decisión de Biden ha generado una mezcla de expectativas y temores, mientras el partido se prepara para afrontar los desafíos que este cambio conlleva
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WASHINGTON.- Las palabras “histórico” y “sin precedentes” se usaron tanto para describir el estado de la política norteamericana en los últimos años que se habían convertido en moneda devaluada, hasta este domingo, cuando el presidente Joe Biden lanzó la bomba de que se bajaba de la carrera presidencial 2024.
Su decisión quedará como un hito indeleble en los anales de la política: un presidente en ejercicio que renuncia a su candidatura presionado por otros líderes de su partido. El guión para 2024, un año electoral de idas y vueltas que parecen no tener fin, se va reescribiendo sobre la marcha, a gran velocidad. Y ese vértigo ha dejado sacudido y tambaleante al electorado. Primero Donald Trump se convirtió en el primer expresidente condenado por un delito penal, luego el intento de asesinato en su contra y ahora, apenas ocho días después, la decisión de Biden de retirarse. ¿Qué sigue?
El impactante anuncio de Biden marca el final de una notable historia personal, una carrera de casi 52 años en la política que lo vio ascender desde su elección para el Senado a los 29 años, lo vio atravesar de múltiples tragedias familiares, dos campañas fallidas para llegar a la Casa Blanca, más tarde la vicepresidencia, y finalmente el objetivo que se había fijado cuando era joven, con su victoria de 2020 sobre Trump. Ahora, con un chasquido de dedos, todo se acabó. Se irá cubierto de elogios y agradecimientos de sus compañeros demócratas, los mismos que lo forzaron a esta decisión, pero habiéndose negado a sí mismo la posibilidad de presidir Estados Unidos durante un segundo mandato.
La declaración de Biden, junto con su respaldo a la vicepresidenta Kamala Harris como líder del partido hasta las elecciones de noviembre, deja a los demócratas en un rumbo incierto, por más que sea el rumbo que muchos de ellos prácticamente estaban exigiendo. El partido tiene reglas que lo guiará para convertir a Harris, o quizás a otra persona, en el candidato. Pero no hay reglas para que una candidata pase de desempeñar un papel secundario, alentando y defendiendo lealmente a Biden, a convertirse de la noche a la mañana en una líder y poder defender su propia agenda. Seguramente Harris haya estado pensando en eso, pero este giro de los acontecimientos la pondrá a prueba como nada antes en la vida.
Ninguna persona ni ningún partido está nunca del todo preparado para un momento como éste. Lo que en abstracto podría haber parecido simple y sensato -cambiar a Biden por otro candidato- se convierte ahora en una serie de desafíos y problemas concretos, y no solo para Harris, sino para el equipo de campaña de Biden-Harris, para los dirigentes del partido que sigilosa y no tan sigilosamente le pidieron a Biden que abandone la carrera y, no menos importante, para los demócratas de base, que serán convocados a apoyar a Harris con más fuerza y entusiasmo del que han mostrado por Biden.
Los demócratas empezaron a presionar a Biden para que se baje de la carrera desde su vacilante actuación en el debate del 27 de junio en Atlanta. Temían que no pudiera derrotar a Trump y que su debilitada candidatura hiciera que los republicanos terminaran controlando ambas cámaras del Congreso. Después de la convención republicana de la semana pasada, donde un partido rehecho a la imagen de Trump se encolumnó sin chistar detrás de su candidato, esas preocupaciones de los demócratas se profundizaron aún más, así como la presión sobre el actual presidente.
Entonces Biden cedió y tomó la decisión que tantos querían, por dolorosa que haya sido para alguien tan orgulloso, obstinado y resiliente como él. Ahora las grandes preguntas son si Harris, cuya campaña para la Casa Blanca en 2020 colapsó en Iowa antes de la línea de largada, podrá encolumnar a todos los demócratas detrás de su candidatura y, lo que es más importante, si demostrará ser una líder más convincente y una candidata más eficaz que Biden para enfrentar a Trump.
My fellow Democrats, I have decided not to accept the nomination and to focus all my energies on my duties as President for the remainder of my term. My very first decision as the party nominee in 2020 was to pick Kamala Harris as my Vice President. And it’s been the best… pic.twitter.com/x8DnvuImJV
— Joe Biden (@JoeBiden) July 21, 2024
De eso no hay garantía alguna, sólo las ansiosas ambiciones de un partido que parece haber logrado lo que quería y ahora deberá aceptar con las consecuencias. Las encuestas preliminares sobre Harris vs. Trump sugieren que mide ligeramente mejor que Biden, pero no ha pasado por los rigores de una campaña en la que será la principal protagonista ni por la carrada de críticas que seguramente le tiene preparadas el equipo de campaña de Trump, y todo en un lapso de tiempo tan comprimido como nunca se ha visto en la era moderna.
Desafíos
A Harris también la esperan otras preguntas. Por razones obvias, todavía no ha podido sugerir ningún desvío de la plataforma propuesta por Biden. En materia de política y de políticas públicas, tuvo que marchar a la par de Biden en todo momento. ¿Qué cambiaría con una presidencia de Harris, más allá de que sería la primera mujer elegida presidente, lo que ya no es poca cosa? ¿Se presentará con una nueva visión, o su tarjeta de presentación será simplemente que es más joven y fuerte que el hombre que la eligió como compañera de fórmula hace cuatro años?
La Convención Nacional Demócrata arranca el 19 de agosto en Chicago y ese será su momento para definir sus propias posturas. Pero todavía queda mucho por definir antes de que empiecen a llegar los delegados. ¿Tendrá algún rival para la candidatura? Muchos destacados demócratas, incluido el propio Biden, están haciendo todo lo posible para ungirla directamente, pero alcanzan apenas 300 firmas de los casi 3900 delegados para que pueda postularse otro precandidato. Esta semana, en varios estados norteamericanos seguirán las conversaciones para definir si Harris tendrá algún contendiente en la interna.
Ahora, el gran dilema para los demócratas es cómo elevar a la candidatura Harris con un proceso que sea visto como justo y abierto, y no como una apurada manipulación partidaria, sin que desemboque en caos y división. Los republicanos ya están acusando a los demócratas de antidemocráticos, por forzar a Biden a dar un paso al costado, ignorando la voluntad de los votantes de las primarias que se expresaron abrumadoramente a favor de Biden como candidato y cuando ningún dirigente importante de su partido levantó la mano para oponerse. Por su parte, Trump no perdió el tiempo y salió a fustigar duramente a Biden tras el anuncio.
El comité de reglas de la convención demócrata se reunirá nuevamente en estos días para determinar si avanzan con una votación nominal virtual a principios de agosto, que algunos funcionarios del Comité Nacional Demócrata creen necesaria para garantizar que el candidato quede habilitado para las votaciones en todos los estados. Si se lleva a cabo ese pase virtual, la nominación de Harris podría confirmarse semanas antes de la convención de Chicago.
Harris también tendrá que elegir a un compañero de fórmula, un proceso que normalmente lleva meses de una cuidadosa investigación de antecedentes, después ir acortando esa lista, y luego la agonía del candidato a presidente para elegir entre unos pocos finalistas a la persona que quiere como su confidente y aliado más cercano. Harris deberá hacer todo eso en cuestión de semanas, además de todo lo concerniente con recibir la batuta de manos de Biden y hacer avanzar la campaña contra Trump. Además, algunos de los gobernadores demócratas que Harris evaluará como compañeros de fórmula son los mismos que podrían atreverse a desafiar su nominación y presentarse como precandidatos.
El anuncio de Biden trajo el recuerdo del sorpresivo mensaje de aquel domingo a la noche que hizo el entonces presidente Lyndon B. Johnson en marzo de 1968, cuando dijo que no buscaría ni aceptaría la candidatura demócrata para competir por un segundo mandato. Tanto Johnson como Biden dijeron hacerlo para concentrar todas sus energías en los deberes y responsabilidades presidenciales hasta completar su mandato.
La decisión de Johnson llegó en medio de la guerra de Vietnam, con las protestas estudiantiles en auge y el presidente en una situación política muy débil. El renunciamiento de Biden llega en un año en el que la ya profunda grieta que existe en la política norteamericana se ha agravado. 1968 fue un año marcado por la violencia, incluidos los asesinatos de Martin Luther King Jr. y de Robert F. Kennedy. Y este año quedará marcado por el intento de magnicidio contra Trump hace poco más de una semana.
En agosto de 1968, cuando los demócratas se reunieron en Chicago para elegir al entonces vicepresidente Hubert H. Humphrey como su candidato, la convención estuvo signada por la violencia y la discordia. Nadie espera ocurra lo mismo que el mes que viene, cuando los demócratas, irónicamente, vuelvan a reunirse en Chicago, pero el renunciamiento de Biden dará lugar a una convención como ninguna otra en la era moderna y a una campaña política que hace un año, ni siquiera hace unos meses, nadie se veía venir.
Por Dan Balz
Traducción de Jaime Arrambide
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