Joe Biden cree que Rusia invadirá Ucrania y reconoció que su primer año de gobierno causó “frustración”, pese a los logros
Con su popularidad en baja, el mandatario buscó torcer la narrativa negativa sobre su gobierno; anticipó una invasión de Rusia a Ucrania
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WASHINGTON.- Un año después de asumir la presidencia de Estados Unidos, Joe Biden defendió los avances forjados por su gobierno aunque reconoció que hay “mucha frustración y fatiga” en un país que todavía intenta dejar atrás la pandemia del coronavirus y sufre la inflación más alta en cuatro décadas. Criticado por haber prometido más de lo que cumplió, Biden buscó torcer la historia sobre su administración en una conferencia de prensa en la Casa Blanca al afirmar que logró más de lo que se esperaba. Biden anticipó además que Vladimir Putin invadirá Ucrania, una movida que será “un desastre para Rusia”, advirtió.
“Ha sido un año de desafíos, pero también de un enorme progreso”, evaluó Biden, en un breve mensaje antes de abrir la ronda de preguntas. “A pesar de todo este progreso, sé que hay mucha frustración y fatiga”, reconoció.
Biden tocó el tema más candente de política exterior: el conflicto latente con Rusia en Ucrania. Anticipó que Putin “entrará” en el país europeo, aliado de Estados Unidos, y anticipó una respuesta áspera de Occidente si el Kremlin avanza en esa dirección.
El mandatario demócrata respondió preguntas de los periodistas en la Casa Blanca en el peor momento de su joven presidencia en un intento por cambiar la narrativa sobre su gobierno. La caótica salida de Afganistán y la irrupción de la variante delta del coronavirus, en el último verano boreal, marcaron un quiebre: su popularidad comenzó una deriva que aún continúa. La última encuesta de Gallup le dio una aprobación a su gobierno del 40%, casi a la par del 39% que tenía Donald Trump un año después de mudarse a la Casa Blanca. Seis de cada diez norteamericanos creen que el país va en la dirección equivocada, según un promedio de sondeos de RealClearPolitics.
Biden dedicó el grueso de su mensaje inicial a la lucha contra el coronavirus y la inflación, los dos principales problemas que enfrenta su gobierno. Rechazó la idea de que la pandemia atormentará la vida de la gente por un tiempo indefinido, y dijo que sus propuestas ayudarán a controlar los precios, aunque dejó en claro que la Reserva Federal liderará esa batalla.
“Algunas personas lo llaman la nueva normalidad”, dijo Biden, sobre el estado actual de la pelea contra el coronavirus. “Yo lo llamo un trabajo aún no terminado”, cerró.
Preso de las expectativas que creó en su camino a la cima del poder, Biden tuvo además enormes dificultades para estar a la altura de una de sus promesas centrales de campaña: darle a Estados Unidos –y al mundo– un liderazgo estable, fuerte, pulido y eficaz después de los cuatro años caóticos de la presidencia de Donald Trump. Biden también fracasó hasta ahora en otra misión central que se fijó: unir al país, que hoy está tan polarizado como antes de que asumiera.
“No preví que habría un esfuerzo tan fuerte para asegurarse de que lo más importante fuera que el presidente Biden no hiciera nada”, se quejó el presidente, al criticar a la oposición y su rechazo a toda su agenda. “¿A favor de qué están los republicanos? ¿A favor de qué? Nombren una cosa que los republicanos estén a favor”, agregó.
La conferencia de prensa en la Casa Blanca fue en sí un evento atípico: apenas la décima presentación de Biden para responder preguntas de la prensa en su primer año, incluyendo seis conferencias de él solo, y tres junto a otros mandatarios. Es mucho menos que Trump, Barack Obama y George W. Bush durante su primer año en el cargo. Biden también ofreció menos entrevistas individuales a los medios. Su método predilecto para comunicar sigue siendo brindar discursos desde la residencia oficial.
El presidente intentó instalar ayer una mirada optimista, un esfuerzo que sus asesores más cercanos ya habían desplegado en los días previos. Biden y la Casa Blanca proyectaron el mensaje de que el primer año dejó un “enorme progreso” en la lucha contra el coronavirus, la campaña de vacunación, la creación récord de seis millones de puestos de trabajo –el desempleo cayó al 3,9 por ciento–, y la aprobación de un plan de infraestructura con el que los demócratas aspiran a modernizar la economía. Pero el problema para Biden no es que logró poco, sino que prometió mucho. Biden rechazó también esa idea. A las expectativas que quedaron en el camino, Biden sumó un problema que Estados Unidos no experimentaba desde hacía cuatro décadas: la inflación, un flagelo que golpea el bolsillo de todos los estadounidenses.
“No prometí demasiado, y probablemente hice más de lo que cualquiera pensó que sucedería”, desafío Biden.
A contramano de esa visión, la principal iniciativa de Biden, el proyecto “Reconstruir Mejor”, o Build Back Better, que prevé una histórica inversión de dos billones de dólares en una década para ampliar el gasto en salud, educación, el respaldo a las familias y la lucha contra el cambio climático está congelada en el Senado, paralizada por la falta de apoyo de los republicanos y las divisiones entre los demócratas.
Biden reconoció ahora que deberá “parir” ese plan, y espera conseguir “pedazos” del proyecto original. Lo mismo ocurre con una reforma que la Casa Blanca ha propuesto para garantizar el acceso al derecho al voto, y la reforma migratoria que aguardan millones de familias de inmigrantes indocumentados. Biden y los demócratas están urgidos por resultados: temen perder el Congreso en las próximas legislativas, un desenlace que, de concretarse, dejará a Biden prácticamente atado de manos durante el resto de su mandato.
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