Elecciones en Estados Unidos: la democracia norteamericana se desliza hacia el “autoritarismo competitivo”
Hace años que los analistas políticos que monitorean la salud de las democracias a nivel global dieron la voz de alarma
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WASHINGTON.- El término “autoritarismo competitivo” es un concepto que está dando vueltas desde hace dos décadas. Fue acuñado por los politólogos Steven Levitsky y Lucan Way en un ensayo publicado en 2002 en Journal of Democracy para describir ese fenómeno particular de regímenes “híbridos” que quedaron bajo la lupa tras el final de la Guerra Fría. A contrapelo de la ola de optimismo de la década de 1990, Levitsky y Way argumentaban que ciertas formas de gobierno del mundo no debían ser vistas como transiciones hacia la democracia, sino más bien como una forma de cuasiautoritarismo que se afianzaba a través de estructuras electorales mayormente normales.
“En los regímenes de autoritarismo competitivo, las instituciones formales de la democracia son consideradas básicamente el medio principal para obtener y ejercer autoridad política”, escribieron los politólogos, apuntando a gobiernos como el de Slobodan Milosevic en Yugoslavia o de Alberto Fujimori en Perú, que inclinaban el tablero a su favor gracias a medios de comunicación adictos o cooptados, y otras formas de abuso del poder estatal. “Los gobernantes violan las reglas a tal punto y con tanta frecuencia que esos regímenes no cumplen con los estándares convencionales mínimos de una democracia”.
En 2020 actualizaron su texto y advirtieron que un buen número de los regímenes de “autoritarismo competitivo” que habían señalado anteriormente seguían en curso, a los que se habían sumado muchos otros países más. Pensemos en Turquía bajo el presidente Recep Tayyip Erdogan, o el régimen establecido por el fallecido demagogo venezolano Hugo Chávez. También el gobierno iliberal del primer ministro húngaro, Viktor Orban.
“El autoritarismo competitivo no solo está más fuerte que nunca, sino que avanza hacia el oeste. Hoy por hoy, ninguna democracia puede darse por sobrentendida”, escribieron en la edición revisada de su ensayo. “Esa misma tendencia ha llegado incluso a Estados Unidos, donde el gobierno de Trump hizo propio el relato del ‘Estado profundo’ que los autócratas de Hungría y Turquía suelen usar para justificar sus purgas y cambios en la Justicia y otras instituciones claves del Estado”.
La voz de alarma
Los norteamericanos votaban en las elecciones legislativas bajo el ominoso espectro del “autoritarismo competitivo”. Tal vez esto sorprenda a quienes siguen creyendo que la democracia de Estados Unidos no tiene parangón, envuelta en mitos de excepcionalismo y preeminencia, pero hace años que los analistas políticos que monitorean la salud de las democracias a nivel global dieron la voz de alarma.
Y como ejemplo señalan la toxicidad de la polarización política en Estados Unidos, el sesgo partidario de la Suprema Corte, la constante manipulación de los distritos electorales que tergiversa los resultados a favor del partido que define esos límites en el mapa, y el “impugnacionismo” electoral del Partido Republicano, que en varios estados controlados por sus correligionarios impulsa leyes que según sus críticos son medidas antidemocráticas que atentarán contra la soberanía popular.
Ahora es perfectamente posible que los funcionarios republicanos de los estados más reñidos tengan suficiente poder –o se sientan lo suficientemente empoderados– para impugnar las presidenciales de 2024 si el resultado no se ajusta a sus intereses. A nivel de los estados, los republicanos están manipulando el sistema de manera flagrante: aunque Wisconsin, por ejemplo, es un estado que se divide 50-50 en la preferencia de los votantes, un mapa de distritos electorales manipulado por los republicanos podría darles poder de veto con supermayoría en la legislatura. La semana pasada, el candidato republicano a la gobernación, Tim Michels, dijo jocosamente que si fuera elegido su partido “nunca más perderá una elección” en Wisconsin.
Y todo eso ha sido planeado, señala Rachel Kleinfeld, del Fondo Carnegie para la Paz Internacional. “Apoyados en las bancas que tienen garantizadas y en la polarización, los políticos antidemocráticos pasaron a la delantera y empezaron a aplicar el manual del autoritarismo”, dice Kleinfeld. “Y en los últimos cinco años, la aplicación de ese manual ha acelerado vertiginosamente la desintegración democrática”.
Los demócratas también han sido funcionales a esta polarización, señala Kleinfeld, pero “el veloz retroceso democrático es asimétrico, y es impulsado fundamentalmente por un Partido Republicano muy diferente, por ejemplo, al de los tiempos del presidente Ronald Reagan”.
Los académicos que estudian la democracia coinciden en su temor a la sistemática y sostenida erosión de las barreras de protección del sistema democrático norteamericano. De hecho, la decadencia de la democracia en Estados Unidos ha sido constatada de numerosas formas. La organización Freedom House, por ejemplo, ha demostrado que en los últimos años se ha producido un fuerte retroceso de Estados Unidos como “sociedad libre”, y en 2017, la Unidad de Inteligencia del grupo The Economist incluyó a Estados Unidos en la lista de “democracias fallidas”, mientras que el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral, una organización europea, ahora califica a Estados Unidos como “democracia en retroceso”.
El Índice de Variedades de Democracia (V-Dem) de la Universidad de Gotemburgo, Suecia, registra un creciente “devenir autocrático” de Estados Unidos en las últimas décadas, acentuado por la deslegitimación que hizo Trump de las elecciones de 2020 y por el apoyo generalizado del Partido Republicano a ese negacionismo. En un cuadro aparte, el V-Dem también expone la forma en que los republicanos fueron virando profundamente hacia una derecha iliberal, afín a las facciones nacionalistas que gobiernan países como la India y Turquía, así como los partidos de ultraderecha de Occidente. Por el contrario, los aliados históricos de los republicanos en Europa Occidental hoy por hoy están mucho más cerca del Partido Demócrata.
Defensa del sistema
Ante esta situación, los demócratas, incluido el presidente Joe Biden, han hecho un desesperado llamado a los votantes para que defiendan el sistema electoral y protejan la democracia del país. Pero esos intentos podrían resultar insuficientes ahora que el debate político quedó subsumido al machaque republicano sobre el precio del combustible y la inflación, señala Mark Copelovitch, politólogo de la Universidad de Wisconsin, en Madison. “Ese mensaje es más directo y tangible que cualquier advertencia sobre el colapso de la democracia o la salud de las instituciones legislativas de Wisconsin”, dice Copelovitch.
El politólogo pone el ejemplo de los votantes polacos en 2015, cuando una mayoría significativa apoyó al partido opositor de ultraderecha populista Ley y Justicia, tras su exitosa campaña centrada en las angustias económicas. Desde entonces, el partido sigue en el poder, y ha consolidado su control del Estado y la Justicia polaca con una brutalidad iliberal que despierta temores entre los funcionarios de la Unión Europea sobre el futuro de la democracia y el imperio de la ley en Polonia.
“Si el martes los republicanos ganan a lo grande, será porque una porción significativa de votantes se han volcado al Partido Republicano –un patrón similar al registrado en Polonia y otros países–, convencidos de que mejorarán sus expectativas económicas”, dice Copelovitch.
Levitsky y Way, por su parte, no sienten tanto temor de que el autoritarismo competitivo tome el control en Estados Unidos. A principios de este año escribieron que Estados Unidos sigue contando con una sociedad civil fuerte, una oposición política sólida –los demócratas, según su argumentación– y suficiente capacidad institucional en su sistema federal descentralizado como para frustrar cualquier intento de verdadero autoritarismo.
Pero no hay razones para celebrar: “Más que una democracia, Estados Unidos parece derivar hacia un régimen de inestabilidad endémica”, escribieron en la revista Foreign Affairs. “Ese escenario estaría signado por permanentes crisis institucionales, como elecciones cuestionadas o robadas, y graves conflictos entre los presidentes y el Congreso, la Justicia y los gobernadores. Probablemente, Estados Unidos ingrese en una dinámica pendular entre períodos de democracia disfuncional y períodos de imperio del autoritarismo competitivo durante los cuales los gobernantes de turno tolerarán o alentarán el extremismo violento y harán abuso del poder estatal para inclinar la cancha en contra de sus adversarios”.
Traducción de Jaime Arrambide
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