El hecho se ha vuelto un foco de atención mediática sobre la creciente polarización en Estados Unidos en temas como la seguridad fronteriza, el crimen organizado y la inmigración
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Buaysiacobe es un pueblo de campesinos de poco más de 4000 habitantes en el sur del estado mexicano de Sonora, a unas ocho horas por carretera de la frontera con Estados Unidos. Allí nació hace 48 años Gabriel Cuen Buitimea, en una vivienda hecha de adobe donde aún viven su madre, su viuda, y algunos de sus seis hermanos.
Padre de siete hijos, Gabriel murió el pasado 30 de enero en un rancho de 68 hectáreas en Kino Springs, limítrofe con México en el estado de Arizona (EE.UU.). Una bala disparada con un fusil AK-47 entró por su espalda y salió por la parte izquierda del pecho, según la autopsia.
El propietario del rancho, George Alan Kelly, está acusado de asesinato en segundo grado y ataque con agravantes. El granjero estadounidense, de 74 años, se declaró inocente de todos los cargos el 7 de marzo y el juez fijó la fecha del juicio para el 6 de septiembre.
Dos versiones
Los fiscales basan su acusación en los testimonios de dos mexicanos que acompañaban a Gabriel cuando ocurrió el incidente. Explicaron que en la tarde del 30 de enero, un grupo de migrantes indocumentados y desarmados transitaba por el rancho de Kelly tras haber cruzado la frontera.
Sin advertencia previa, expusieron los fiscales, el granjero descargó contra el grupo “al menos 8 rondas” de disparos, de los cuales uno alcanzó fatalmente a la víctima. En la vivienda de Kelly se hallaron casquillos de AK-47.
La defensa presentó una versión completamente diferente. Afirmó que el acusado vio a un grupo de mexicanos, aparentemente miembros de un cartel, vestidos con ropa de camuflaje que trataban de dispararle con fusiles AK-47.
Kelly “disparó varios tiros con su rifle” para “asustar” a los invasores, pero “se preocupó de apuntar muy por encima de sus cabezas”, según el escrito presentado al juez por su abogada. Por ello, la defensa mantiene que el granjero no disparó la bala que mató a Gabriel Cuen Buitimea.
Y plantea la hipótesis de que la víctima pertenecía a un cartel delictivo y que fue un miembro de una organización rival quien probablemente le disparó. Argumentó que la zona es escenario habitual de violencia de los carteles mexicanos de la droga y que estos también suelen usar AK-47.
La víctima
Descubrir quién era realmente este mexicano de 48 años y por qué ingresó de forma irregular a EE.UU. es clave para saber cuál de las dos versiones se acerca más a la realidad. ¿Era un migrante económico como tantos otros o trabajaba para un peligroso cartel de la droga?
BBC Mundo habló con varios de sus familiares y con un excomisario de policía de su ciudad natal, Buaysiacobe.
“Nos criamos en una casa de adobe. Nos hacía falta todo. Vivíamos en pobreza extrema”, explica Julián Cuen, de 51 años, hermano de la víctima, a quien en el pueblo apodaban El Dengue. Su hermano mayor asegura que, como él, Gabriel se ganaba la vida desde niño como jornalero, cultivando tomates, cebollas o trigo para los latifundistas de la región.
“Él trabajaba con nosotros en el campo, ganando 260 pesos (US$14,40) diarios”. El hermano de la víctima no tiene teléfono propio, por lo que hablamos con él apresuradamente por el celular de un compañero mientras ambos trabajan en el campo.
A los tres minutos de conversación se impacienta: “¡Ándele, que nos corren los patrones si nos ven parados!”. Antes de colgar, nos cuenta que Gabriel era el principal sustento de su madre de 80 años, enferma del corazón, a la que enviaba parte de lo poco que ganaba como jornalero.
Su primo hermano, Juan Manuel Buitimea, corroboró esta información: “Era el que más se abocaba a mi tía, el que estaba más pendiente de ella; hablaba con ella por teléfono y siempre le mandaba su feriecita (dinero)”.
“Cuando estaba aquí trabajaba como jornalero. Iba a veces a buscar trabajo a Hermosillo (la capital de Sonora), en cultivos de tomate, en los invernaderos o directamente al campo”, agregó. En ocasiones, explican sus parientes, Gabriel cruzaba a Estados Unidos de forma esporádica y clandestina. “Iba a trabajar allá, porque rinde más la feriecita que aquí”, nos cuenta su primo.
Los registros federales de EE.UU. muestran que Gabriel Cuen Buitimea fue deportado por entrada ilegal en varias ocasiones, la más reciente en 2016.
En México, según los testimonios recabados por BBC Mundo, no tenía problemas con la justicia. “Era tranquilo, era calmado. Nunca se metió en problemas. Nunca supe que anduviera enredado en pleitos o así, pues, haciendo relajo. Siempre fue tranquilo. Es más, esquivaba los problemas”, nos explica por teléfono José Molina Alcalá, excomisario de policía de Buaysiacobe.
“Usted sabe que aquí cuando la gente es canija y desastrosa todos le sacamos la vuelta, pero no era su caso”, ilustra el excomisario del pueblo natal de Gabriel, donde éste pasó la mayor parte de su vida.
Su exesposa, a la que también contactó BBC Mundo, lo describió como “una buena persona que solo buscaba cómo traerles el pan a sus hijos”. Según sus familiares, llevaba más de un año sin volver a Buaysicobe porque se había instalado en Nogales.
Esta ciudad de más de 250 mil habitantes enclavada en la frontera entre México y Estados Unidos está a escasos 15 kilómetros de Kino Springs, donde El Dengue recibió el disparo que acabó con su vida.
En libertad condicional
El acusado, George Alan Kelly, recibió la libertad condicional a la espera de juicio tras pagar una fianza de US$1 millón.
El fondo lo aportaron donantes en varias plataformas de recaudación, entre ellas la red cristiana GiveSendGo, entre otras, después de que el caso alcanzara una fuerte relevancia mediática y grupos conservadores iniciaran una campaña para apoyar al acusado, a quien creen inocente.
“Es una tragedia que un simple granjero, que debería tener la protección del gobierno, haya sido abandonado y tenga que defenderse”, reza el comunicado para atraer donaciones. “El gobierno que causó esto, ahora desea perseguirlo. Este hombre no debería tener que pasar una sola noche en la cárcel”, sentencia.
Muchos conservadores en EE.UU. han tomado como suya la causa de Kelly. Creen firmemente en la versión de los hechos que presentó el granjero, a quien ven como una víctima del descontrol en los pasos fronterizos y la proliferación del crimen organizado mexicano en el sur del país.
El anciano tampoco tiene antecedentes penales ni se había visto implicado en casos similares, según los registros oficiales y la prensa estadounidense.
El juicio que comenzará en septiembre promete ser no solo un importante foco de atención mediática, sino un nuevo escenario de la creciente polarización política y social en Estados Unidos en torno a temas delicados como la seguridad fronteriza, el crimen organizado y la inmigración.
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