El indulto de Biden a su hijo: un error grave, cuyo daño podría ser duradero
El consejo editorial de The New York Times cuestionó el indulto de Biden a su hijo Hunter, calificándolo como un abuso de poder que erosiona la confianza en la justicia y sienta un precedente peligroso
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El siguiente texto fue publicado por el consejo editorial del diario The New York Times bajo el título “El peligroso precedente del indulto de Biden”
NUEVA YORK.- Durante su mandato, el presidente Joe Biden ha indultado a solo 26 personas y ha conmutado la pena de 136 condenas a prisión. Aunque se lo ha criticado por su reticencia a indultar, los casos en los que lo hizo mostraron la mejor faceta de esa facultad presidencial, ya que borró la mancha del delito que pesaba sobre personas que habían sido injustamente condenadas o redujo el tiempo en prisión de quienes habían recibido sentencias excesivas. Ese acotado historial de indultos revelaba el admirable intento de Biden de restringir el uso de esa potestad absoluta para revocar una decisión de la Justicia que tan fácilmente puede ser objeto de abusos.
Pero el domingo pasado, en directa violación de sus propias promesas al respecto, Biden indultó a su hijo Hunter. Si bien adujo que su decisión fue producto de su amor paterno, sus explicaciones también apuntaron contra la investigación del caso de su hijo y también implícitamente contra el Departamento de Justicia de su propio gobierno.
Se trata de un error grave y cuyo daño podría ser duradero. No solo manchará el legado de Biden como defensor de las reglas de la democracia, sino que también será utilizado ávidamente para justificar los nuevos abusos de esa potestad que haga Donald Trump y sus ataques a la integridad del sistema de justicia.
En el nivel más básico, el indulto de Biden refuerza la sensación de que el uso sistemático del indulto que hizo Trump en su primer mandato no fue una aberración, sino que todos los presidentes, del partido que sean, abusan de su privilegio constitucional para beneficiar a sus parientes y compinches, y que solo hay justicia para los que tienen los contactos correctos. A partir de ahora, es fácil imaginar que el nuevo gobierno se defenderá con la frase “ellos también lo hicieron” si Trump llega a indultar a los responsables de los violentos ataques del 6 de enero de 2021 contra el Capitolio, como ha sugerido que hará. Por supuesto que los delitos de Hunter Biden no son ni remotamente comparables con la destrucción causada por los amotinados del 6 de enero, pero el indulto que le concedió su padre complica cualquier defensa contra futuros abusos.
Durante el derrotero judicial de las causas contra Hunter Biden por mentir en una solicitud de permiso de armas y por evadir impuestos, Biden y sus colaboradores prometieron repetidamente que el presidente no intervendría ni indultaría a su hijo, y lo siguieron diciendo incluso después de septiembre, cuando Hunter fue declarado culpable de nueve cargos federales de evasión impositiva. Esa promesa era coherente con su compromiso más amplio, central durante su campaña y su mandato, de proteger y la independencia e integridad del sistema de justicia.
El día después de los disturbios del 6 de enero de 2021, cuando presentó a Merrick Garland como su candidato para fiscal general, Biden condenó la interferencia de Trump en el Poder Judicial y dijo que las instituciones democráticas eran los guardarails de la nación.
“Ningún presidente es rey, ningún Congreso es la Cámara de los Lores”, dijo Biden ese día. “El Poder Judicial no responde a la voluntad del presidente ni existe para protegerlo. Nuestro sistema de gobierno tiene tres poderes que son co-iguales. Nuestro presidente no está por encima de la ley. La justicia está para servir al pueblo. No protege a los poderosos. La Justicia es ciega”.
Los presidentes tienen el derecho ilimitado de otorgar indultos por los delitos que puedan ser imputados por fiscales federales. Pero cuando los presidentes usan ese poder en nombre de sus seres queridos, de sus aliados políticos o de sus aportantes financieros, socavan la confianza en el ideal de una Justicia ciega y de que todos son iguales ante la ley.
Otros indultos
En la era moderna, el ejemplo más ignominioso -aunque también muy defendido- fue el indulto que Gerald Ford le otorgó a Richard Nixon en 1974. A lo largo del tiempo, presidentes de uno y otro partido se ganaron el desprecio público por utilizar esa facultad con fines aparentemente egoístas. En 1992, George H.W. Bush indultó a Caspar Weinberger, su exsecretario de Defensa, y a otras cinco personas implicadas en el escándalo Irán-Contras durante la administración Reagan, y en 2001, durante su última semana en el cargo, Bill Clinton indultó a Marc Rich, el financista prófugo cuya exesposa había hecho grandes aportes a los Clinton y al Comité Nacional Demócrata, y a su medio hermano, Roger Clinton, que se había declarado culpable de distribuir de cocaína.
Pero durante el primer mandato de Trump el abuso de autoridad para conceder indultos aumentó significativamente: Trump indultó a sus asesores Steve Bannon, Michael Flynn, Paul Manafort y Roger Stone, indultó a Charles Kushner, el padre de su yerno Jared, y después de la campaña de sus aliados en los medios conservadores, hasta indultó a tres militares en servicio acusados o condenados por crímenes de guerra, a pesar de las objeciones de sus propios funcionarios del Pentágono.
Obviamente, Trump nunca ha demostrado interés alguno por ceñirse al principio de que los presidentes no deben utilizar las palancas del poder, incluido el Departamento de Justicia, para castigar a sus enemigos y recompensar a amigos, partidarios y parientes. De hecho, Trump ya está prometiendo que indultará a “una gran parte” de las más de 1500 acusados por delitos federales por su participación en el motín del 6 de enero de 2021 para anular los resultados de las elecciones presidenciales de noviembre de 2020. Aquel ataque dejó un saldo de cinco policías muertos -cuatro de ellos se suicidaron-, y en los hechos, el indulto de Trump sería una recompensa para los violentos antidemocráticos que estén dispuestos a luchar en su nombre.
Biden ha sido lo suficientemente coherente en su defensa de la independencia judicial como para entender las implicancias de este abuso de poder. Esta semana, al justificar su decisión, acusó a su propio Departamento de Justicia de procesar a su hijo de manera “selectiva e injusta”. Por usar una palabra a la que suelen recurrir los demócratas para advertir sobre los peligros de pasar por alto el desafío de Trump a las normas y valores de nuestra democracia, Biden ahora ha “normalizado” lo anormal. Y al hacerlo, ha multiplicado las posibilidades de que se produzcan más abusos.
“Esto socava aún más la confianza de los norteamericanos en que la Justicia es imparcial e igual para todos”, dijo el senador demócrata por Colorado, Michael Bennet.
Biden se esforzó en señalar, no hay duda de que el procesamiento de Hunter Biden se produjo en un contexto de fuertes presiones políticas por parte de los enemigos del presidente. La causa por la solicitud de armas de fuego por la que fue condenado Hunter Biden no incluye ningún hecho violento y esos casos rara vez terminan en un procesamiento, especialmente si se trata de un infractor sin antecedentes. Y está claro que muchos de los candidatos de Trump para los puestos ejecutivos más importantes, en particular Kash Patel como director del FBI, están decididos a cumplir las órdenes de Trump de perseguir en la Justicia a quienes percibe como sus críticos y enemigos, incluida la posibilidad de que presenten más cargos contra Hunter Biden que hasta podrían ser infundados.
Pero eso no cambia el hecho de que Hunter Biden, cuyo largo historial de explotación de su apellido y de la influencia de su familia cruzó constantemente todos los límites del decoro, efectivamente violó la ley. Después de ser condenado por un jurado de sus pares por la causa del permiso de armas, se declaró culpable de nueve cargos tributarios federales. No hay explicación que alcance para justificar un uso tan egoísta del indulto presidencial, y menos aún un indulto tan amplio como este, que exonera a Hunter Biden de cualquier delito que pueda haber cometido en los últimos 10 años, probablemente el indulto más amplio desde el que benefició a Nixon.
En cambio, Biden debería usar su potestad de indultar para abordar las inequidades reales del sistema legal, que está plagado de ellas. Biden sí emitió indultos masivos para miles de personas condenadas por posesión de marihuana según la ley federal -aunque en el momento del indulto ninguno de ellos estaba en la cárcel exclusivamente por ese delito- y para veteranos militares anteriormente condenados por mantener relaciones homosexuales. Pero en el Departamento de Justicia hay más de 8000 peticiones de indulto pendientes y a la espera de ser evaluadas, y la Casa Blanca debería examinar tantos casos como sea posible e indultar a aquellos que merecen más clemencia que el hijo del presidente.
Traducción de Jaime Arrambide
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