El futuro de Twitter: los interrogantes que se abren para las democracias en el mundo
La oferta de Elon Musk planteó la preocupación sobre el futuro de los contenidos de la red social más influyente en la política global; expertos advierten sobre los riesgos de que el magnate marque los límites de la libertad de expresión
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WASHINGTON.- La red social más influyente en la política del mundo en manos del hombre más rico del mundo. La nueva realidad que creó la adquisición hostil de Twitter por parte de Elon Musk puso sobre la mesa una preocupación inmediata, que encierra un riesgo latente para las democracias occidentales: cómo se decidirá, una vez que el magnate tome el timón, qué pueden decir los casi 400 millones de usuarios que día a día difunden información, leen, debaten y discuten en la plataforma.
La respuesta habita en la mente de Musk, que él mismo deja correr libremente en su timeline. “Estoy tuiteando más o menos una corriente de consciencia”, confesó hace poco en una entrevista TED. Esta semana, en un solo día, Musk chicaneó a Donal Trump, bromeó que quería comprar Coca-Cola “para poner la cocaína de vuelta”, dijo que Twitter debía ser “políticamente neutral” y enfurecer por igual a la extrema derecha y la extrema izquierda y que los mensajes privados debían estar encriptados, y convocó a lograr que la red sea “máxima diversión”. Musk se definió como un “absolutista” de la libertad de expresión, pero luego de ofrecer 44.000 millones de dólares por Twitter, tuiteó que la libertad de expresión –a la que llamó “el cimiento de una democracia funcional”– debía ajustarse a la ley.
La compra de Musk puso en guardia a la izquierda de Estados Unidos, preocupada por el futuro de los filtros que Twitter construyó para desterrar –o al menos reprimir– el contenido ilegal o que pueda incitar a la violencia, o simplemente vaya en contra de sus reglas para garantizar la seguridad, privacidad y la autenticidad de la plataforma. La derecha se encendió con la perspectiva de una red con menos filtros, menos censura, y el regreso de Donald Trump. Pero más allá de la disparidad en las reacciones, una misma inquietud quedó latente: qué hará Musk con Twitter. Esa preocupación tiene como telón de fondo un cambio notable: Musk sacará a Twitter de la bolsa, y, por ende, de los controles y regulaciones a los que se someten las compañías bursátiles.
“La oferta por Twitter ilustra una vez más los riesgos de tener plataformas de comunicaciones globales en las que las personas de todo el mundo confían para expresarse, participar en debates públicos y desafiar el poder, en manos privadas y sujetas a acuerdos corporativos sin transparencia”, remarcó en Twitter Deborah Brown, de Human Rights Watch.
Más allá de quién sea el dueño de Twitter, Brown recordó que la compañía tiene responsabilidades en lo que concierne al respeto por los derechos humanos, y que los cambios en sus algoritmos y políticas de moderación de contenidos, grandes o pequeños, “pueden tener impactos desproporcionados y a veces devastadores”, incluida la violencia fuera de la red.
Elizabeth Warren, una de las voces progresistas más mordaces del Congreso, dijo que el acuerdo era “peligroso para la democracia” y multimillonarios como Musk “juegan con reglas diferentes a las de todos los demás” acumulando poder para su propio beneficio. Warren insistió en que era necesario “reglas fuertes” para que las grandes tecnológicas rindan cuentas.
Santiago Cantón, director del Diálogo Interamericano y el primer relator Especial para la libertad de expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), coincidió en advertir que es “peligroso” que una persona tenga un control enorme sobre lo que el mismo Musk definió como “la plaza digital donde se debaten asuntos vitales para el futuro de la humanidad”. La Convención Americana sobre Derechos Humanos marca límites claros a la libertad de expresión: dice que está prohibida la propaganda en favor de la guerra y “la apología del odio nacional, racial o religioso que constituyan incitaciones a la violencia o cualquier otra acción ilegal similar contra cualquier persona o grupo de personas, por ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión, idioma u origen nacional”. El problema es cómo aplican las redes sociales esos principios.
“La incitación a la violencia es el límite más fuerte y claro, pero ahí parece el tema de determinar qué es incitación a la violencia”, explica Cantón. “Twitter, cuando le quita la cuenta a Trump, considera que hubo una incitación a la violencia en el contexto que se estaba viviendo. Eso te da la idea de la peligrosidad que tiene, porque, ¿cuál es el contexto? ¿Quién determina que es grave? El problema es quién lo determina, ¿Elon Musk? Ese es el problema”, continuó.
Sesgo ideológico
Twitter ha sido criticada por aplicar sus reglas de moderación de contenidos con discrecionalidad y con sesgo ideológico. Trump, sus aliados y los conservadores acusan a la empresa lisa y llanamente de ejercer censura –un brazo de la “cultura de la cancelación”–, mientras que los progresistas exigen mayores esfuerzos para atacar la desinformación, fake news, o el contenido que incite al odio y la violencia. La oferta de Musk no solo plantea el interrogante de cómo van a cambiar las prácticas de moderación de contenidos de la empresa. También lleva en última instancia a la pregunta más amplia sobre el futuro de la regulación, y quién modera.
“Esa pregunta está en el corazón de los debates de la libertad de expresión de las redes sociales”, indica Javier Pallero, director de Políticas Públicas de Access Now.
Pallero cree que, idealmente, la responsabilidad debe recaer sobre los gobiernos democráticos que pueden garantizar un debido proceso, abierto, compatible con los derechos humanos. Cantón coincide en que debe haber “normas claras”, pero también advierte sobre el riesgo de censura, tal como se ve en Rusia, China, Venezuela o Irán. Las empresas pueden ser “más rápidas, más ágiles”, apunta Pallero, pero también más opacas.
“Entramos en esta etapa donde se está buscando regular a las redes sociales, hay bastante nivel de acuerdo en que es necesario regularlas, pero existe el riesgo cierto, real, de que muchos gobiernos aprovechen esa excusa para controlar la libertad de expresión. Es una nueva etapa del tema libertad de expresión que es bastante complicada, compleja y peligrosa. Rusia te controla, Cuba te controla”, describe Cantón.
Pallero cree que la legislación europea va a marcar el camino. En Estados Unidos, indica, existe una diferencia filosófica fuerte entre republicanos y demócratas que, prevé, va a impedir consensos para tejer reformas regulatorias.
“Creo que no estamos lejos de una solución, la solución nunca va a ser perfecta ni va a dejar a todo el mundo contento. En Estados Unidos, unos piden que se modere menos, y otros piden que se modere más por parte de las plataformas. Es algo que como todo debate complejo de derechos en una sociedad democrática es difícil”, afirma Pallero.
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