El doble para llenar el tanque y góndolas distintas: cómo viven en Estados Unidos la suba de precios: “Es preocupante”
El país atraviesa el pico de inflación más significativo desde la década de 1980; cómo aumentaron los alimentos, la nafta y el ocio y qué impacto tiene en sus bolsillos; LA NACION conversó con algunos de ellos y un economista dio las proyecciones para el cierre del año
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Las terribles cifras de la inflación en Estados Unidos son solo una muestra de los difíciles días que se avecinan en el país y en todo el mundo. La Oficina de Estadísticas Laborales informó que el Índice de Precios al Consumidor de junio fue de 9,1%, el cual superó con creces el pronóstico de 8,8%, y registró el nivel más alto desde 1981. El impacto en el bolsillo de los residentes es casi una constante desde mediados de 2020, cuando marcó un 0,6% que se incrementó paulatinamente, pero que en enero de este año comenzó a subir a pasos agigantados hasta convertirse en el temible número que hoy roza los dos dígitos.
Los estadounidenses se enfrentan a gastos de alimentos, combustible y vivienda más caros, y algunos buscan respuestas sobre qué causa el aumento de los precios, cuánto tiempo podría durar y qué se puede hacer para resolverlo. Mientras, la Reserva Federal hace malabares para no aumentar las tasas de interés. Tan solo el mes pasado anunció el mayor incremento de tres cuartos de punto porcentual de un rango de 1,5% a 1,75%, y los expertos advierten que esto podría repetirse en julio.
Entretanto, los consumidores deben sortear el día a día y algunos de ellos ya cambiaron su comportamiento de consumo. Es el caso de Carlos Cabrera, un venezolano que migró al país hace poco más de tres años. “En general, todo está más caro, pero lo que subió de manera exponencial fue el combustible y la comida”, expresa en diálogo con LA NACION. Residenciado en Houston, Texas, cuenta que en el último tiempo se privó de salidas a restaurantes y hasta dejó de comprar comida rápida.
Cabrera, quien trabaja como agente de seguros de salud y vida y además es conductor de Uber, Lyft y otras plataformas, cuenta que, cuando va al supermercado al final del día, suele encontrar ciertas góndolas vacías. A su vez, expresa que existen opciones para todos los tipos de bolsillo. En este sentido, mientras que aquellos con mayor poder adquisitivo compran en Whole Foods Market, la clase media suele hacerlo en Walmart y en HEB. Esta última cadena tiene mucha presencia en el estado sureño.
No obstante, el precio del combustible es uno de los rubros que más le impresiona. En menos de un año, Carlos pasó de pagar el galón de gasolina de 2,21 dólares a 4,80. Con un promedio nacional de US$5, este número se volvió desagradablemente común en todo el país.
En el caso de Marie Monique Koller, una argentina nacida en Estados Unidos y radicada en el país desde hace más de dos décadas, si tiene que pensar rápidamente el aumento de algún producto, en su mente aparece la leche. Alguna vez llegó a pagar US$1,30 por un envase y ahora necesita US$4,90 para comprar la misma cantidad en Walmart.
“La comida es lo más costoso en este momento”, expresa Koller a LA NACION. Asimismo, añade que “no se ha tratado de aumentos bruscos como en la Argentina, sino de algunos centavos”, pero que sí se notan al momento de armar el presupuesto semanal. Asimismo, comenta que en su casa se consumen alimentos orgánicos y para celíacos y que, si bien las cosas están más caras, no ha tenido que cambiar sus hábitos de consumo. Usualmente, va al supermercado semanalmente, alterna entre Publix, Aldi o Trader Joe’s y gasta cerca de US$300.
En ese sentido, la variación en el precio del combustible también la inquieta. “Que suba la gasolina es preocupante”, manifiesta, y añade que, en lo que va de año, pasó de llenar el tanque de su vehículo con 18 dólares semanales, pero después aumentó casi el doble y necesitó 33 dólares. Luego de que a fines del mes pasado el presidente Joe Biden suspendiera por 90 días el impuesto federal a la gasolina, Marie Monique requiere 27 dólares para cargar el auto y trasladarse por Coral Springs, ciudad de la Florida donde vive.
Tanto para Koller como para Cabrera comparar la inflación que viven actualmente en Estados Unidos con la de sus países de origen es imposible. En el caso de Marie Monique, su familia migró de la Argentina en 2001 luego del Corralito. “No queremos volver de ninguna manera. Acá podés planificar, hay trabajo y existen posibilidades”, manifiesta.
En cuanto a Carlos, la crisis política, económica y social que atraviesa Venezuela obligó a este ingeniero químico a abandonar el país junto a su esposa y sus dos hijos.
Las temibles dos cifras
Es probable que no existan respuestas fáciles o soluciones indoloras cuando se trata de inflación, que a nivel global y a grandes rasgos son el resultado de la ruptura de la cadena de distribución desde el inicio del Covid-19 y posteriormente la guerra en Ucrania, que elevó el precio de los commodities. En el caso de Estados Unidos, algunos analistas coinciden en que los billones de dólares en los programas de estímulo que Biden gastó en su implementación para enfrentar los estragos de la pandemia formaron parte del escenario actual.
Para Alejandro Grisanti, economista y socio fundado de Ecoanalítica, “la generación millennial no está acostumbrada a vivir con inflación”, según manifestó a LA NACION, por lo que muchos empresarios en Estados Unidos se encuentran ante un fenómeno completamente desconocido.
De acuerdo con el análisis de Grisanti, la inflación tiene dos efectos. El primero de ellos, y el más evidente para el consumidor, es el aumento en los costos y precios. Sin embargo, existe un efecto de “second round” o “segunda vuelta” en el cual el empresario no espera que aumenten los precios, sino que se adelanta a los incrementos y se crea un “círculo vicioso”.
El economista sostiene que el aumento de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal fue una “reacción tardía”. Proyecta que el año podría cerrar en 7%, pero no descarta que roce las temibles dos cifras.
Algunas familias se reorganizan económicamente para hacer frente a los aumentos. En ese sentido, hacen grandes compras de productos no perecederos que pueden almacenar durante meses, como es el caso de detergentes, papel higiénico y de cocina, y artículos de aseo personal.
Lo mismo ocurre con el combustible. Muchos trazan previamente la ruta diaria y coordinan sus acciones de manera tal que gasten la menor cantidad posible de gasolina.
En la visión de Ingrid Zúñiga, quien vive en Key Biscayne desde 2019, el aumento más impresionante ha sido en materia inmobiliaria. “Una locura lo que subieron los precios para comprar o alquilar. Al menos en esta zona, la renta aumentó casi un 100% y es difícil encontrar opciones porque no hay disponibilidad”, comenta a LA NACION.
Esta venezolana, que anteriormente vivió tres años en la Argentina, señala que con su esposo e hijas no salen a comer a restaurantes como solían hacerlo en Buenos Aires y lo considera un lujo. “Un café en la calle te puede costar fácil 5 dólares”, dice.
Para ella, el costo de la gasolina tampoco se queda atrás. Cuenta que hace tres años llenaba el tanque del auto con 47 dólares, y ahora le cuesta 70. En el caso de los alimentos, tampoco hay mucha diferencia. “Subieron de una manera exorbitante, y algo que me sorprende es que los supermercados no están llenos de inventario. Me sentía abrumada cada vez que entraba a uno. Ahora no. Hay de todo, pero no como antes”, cierra.
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