Manuel Rocha, diplomático estadounidense en Bolivia, está acusado de actuar como agente de La Habana desde hace más de cuatro décadas; fue arrestado en Miami en diciembre del año pasado
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Cuando el exembajador de Estados Unidos en Bolivia, Manuel Rocha, fue arrestado recientemente en Miami y acusado por su anterior empleador, el gobierno de Estados Unidos, de haber pasado más de 40 años como agente cubano, se produjo uno de los mayores escándalos de espionaje que involucran a la isla.
El fiscal general de Estados Unidos, Merrick Garland, calificó los presuntos crímenes de Rocha como “una de las infiltraciones de mayor alcance y más duraderas en el gobierno de Estados Unidos por parte de un agente extranjero”.
Si bien Manuel Rocha aún no se ha declarado culpable, muchos observadores siguen desconcertados sobre cómo pudo haber ascendido tan alto en el servicio diplomático estadounidense mientras evadía la detección durante tanto tiempo, aparentemente perfeccionando una reputación de duro conservador, mientras secretamente albergaba una profunda lealtad a la Revolución Cubana.
La evidencia registrada por un agente encubierto del FBI, que se hacía pasar por un contacto del gobierno cubano, parece mostrarlo describiendo a Estados Unidos como el “enemigo”, elogiando al difunto líder cubano Fidel Castro y alardeando de haber mantenido exitosamente su doble identidad durante décadas.
Pero un hombre que no quedó del todo sorprendido fue James Olson, exjefe de contrainteligencia de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Tiene años de experiencia de primera mano en el servicio de inteligencia de Cuba: la Dirección General de Inteligencia (DGI).
“Yo los clasificaría probablemente como el servicio de inteligencia más irritante contra el que he trabajado”, dice. “Eso no solo porque sean tan tortuosos y despiadados, sino porque son muy buenos”. El exagente de la CIA Olson dice que la idea de que Cuba supuestamente “dirigió” a Rocha durante cuatro décadas es parte de su modus operandi, especialmente con espías ideológicos y no mercenarios.
“También dirigieron nuestras otras grandes pérdidas cubanas durante muchos, muchos años”, explica, refiriéndose a varios ciudadanos estadounidenses que se descubrió que habían espiado para Cuba. “Dirigieron a Ana Montes durante 16 años, a Philip Agee durante 15 años, al matrimonio Myers durante 26 años”. El caso Rocha, dice, es acorde con su trabajo.
“Nos vencieron”
Olson afirma que existe la idea errónea de que la DGI quedó debilitada después de la caída del Muro de Berlín, una vez que la KGB se retiró de la isla. No es así, argumenta. De hecho, cree que son más sofisticados que nunca. “Considero que los cubanos son más disciplinados y más efectivos comparados con lo que alguna vez fue la KGB. El hecho de que la KGB -o el SVR, como lo es hoy- quizás los esté patrocinando menos que en el pasado, no creo que haya afectado su capacidad para llevar a cabo operaciones de ninguna manera”.
“Han superado a la KGB en términos de habilidad, motivación y resistencia a la penetración”, dice. Es un punto que James Olson comprendió en junio de 1987, cuando un espía cubano, Florentino Aspillaga, entró en la embajada de Estados Unidos en Viena y desertó.
El testimonio que dio a los estadounidenses conmocionó a los jefes de inteligencia de ese país y reveló el alcance y el calibre de la red de espionaje de Fidel Castro. “Aspillaga me contó cosas muy inquietantes”, recuerda Olson. “Dijo que la DGI cubana había dirigido con éxito contra nosotros a 38 agentes dobles. Así que cada agente que pensábamos que habíamos reclutado en la isla estaba, de hecho, controlado por la DGI”.
Al agente retirado de la CIA todavía le molesta que, según él mismo admite, los cubanos lo derrotaron. “Ellos nos poseían. Nos vencieron. Esa es una de las razones por las que tengo este rencor personal contra el servicio de inteligencia cubano, porque han tenido mucho éxito operando contra nosotros”.
Como alto diplomático, Manuel Rocha tuvo acceso a una gran cantidad de información de inteligencia confidencial y clasificada. El gobierno de Estados Unidos ahora está tratando de establecer exactamente cuánta información supuestamente pasó a sus encargados cubanos mientras estuvo en el Departamento de Estado.
Por su parte, Cuba no se ha pronunciado sobre Manuel Rocha, su arresto o los cargos que enfrenta en Miami. Siempre que se menciona el espionaje o la destreza para espiar, la posición básica de Cuba es que se ha visto obligada a utilizar todos los métodos a su disposición para defender la revolución durante más de 60 años de sucesivos gobiernos estadounidenses que intentaron expulsar del poder al gobierno comunista.
Uno de los exespías cubanos más conocidos es Gerardo Hernández. Era el jefe de una red de cinco agentes de inteligencia cubanos que se infiltraron en grupos cubanoamericanos anticastristas en Florida en la década de 1990.
Fue arrestado en 1998 por conspiración para cometer delitos de espionaje y pasó 16 años en prisión antes de ser liberado como parte de un intercambio de prisioneros durante el deshielo de la era de Barack Obama con La Habana.
En una entrevista exclusiva en La Habana, Gerardo Hernández alegó que Estados Unidos seguía permitiendo que grupos armados anticastristas “operaran libremente” y “con impunidad” en suelo estadounidense, dejando a Cuba “sin otra opción que buscar ese tipo de información [encubierta]”.
Aunque insistió en que se había retirado como agente de inteligencia hace mucho tiempo, reconoció que el espionaje entre Cuba y EE.UU. sigue siendo una parte clave de su relación bilateral abiertamente hostil.
“Si en este momento hay gente planeando terrorismo contra Cuba, lo más probable es que haya patriotas cubanos buscando la información que necesitamos para proteger a nuestro país”, afirma. Antes del juicio de Manuel Rocha, Gerardo Hernández -ahora un influyente miembro del Consejo de Estado de Cuba- guarda silencio sobre el caso diciendo que lo único que sabe es “lo que he leído en las noticias”.
Sin embargo, al mismo tiempo reconoce que los espías ideológicos, como lo fue él mismo en la década de 1990, son más difíciles de detectar y más hábiles en su oficio que aquellos que lo hacen por dinero. “Alguien que hace algo no por dinero o por lucro, sino por sus ideales siempre es un mejor profesional en este ámbito”, afirma.
Como era de esperar, su antiguo adversario, James Olson, tiene una visión mucho más sombría del ahora caído en desgracia Manuel Rocha. “Es un traidor. Traicionó a nuestro país. Creo que eso es despreciable y no creo que vuelva a ver la luz del día”.
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