Del clima de fiesta a la decepción: Kamala Harris no va a hablar y sus seguidores abandonan su búnker
Miles de personas se acercaron a la alma mater de la vicepresidenta para seguir el escrutinio
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WASHINGTON.- El clima de fiesta en el campus de la Universidad Howard, donde por la tarde la gente bailaba y cantaba mientras esperaba por su candidata, la vicepresidenta, Kamala Harris, comenzó a desvanecerse con el correr de las horas, y con cada noticia que llegaba a través de las pantallas gigantes instaladas para seguir el escrutinio al aire libre. Al final, cuando ya el triunfo de Donald Trump era una realidad cada vez más evidente, la gente se empezó a ir.
El cierre de la noche electoral en Howard, el alma mater de Harris, y un lugar con un enorme simbolismo para la comunidad afroamericana de Estados Unidos, ofreció un brutal contraste con el ambiente que se vivió en las horas previas al cierre de los comicios. La música retumbaba. La gente bailaba. Había un clima de fiesta en el prado central. Una mujer cantó el himno, y la gente la acompañó en un silencio de sepulcro. Un coro de gospel encendió después a la multitud. Un escenario con un podio rodeado con cristales blindados estaba listo para recibir a Harris delante del Frederick Douglass Hall, un edificio con un frente similar en estilo al de la Casa Blanca que lleva el nombre de una figura histórica: Douglas fue un esclavo que se convirtió en abolicionista y uno de los afroamericanos más prominentes del siglo XIX. Harris nunca apareció.
“No era lo que esperaba”, dijo a LA NACION Jasmine Buttolph al salir de Howard, cerca de la 1 de la madrugada. Había llegado por la tarde, y dijo estar “decepcionada” con la ausencia de Harris. “Ahora realmente no estoy segura de qué va a pasar cuando nos despertemos”, adelantó. Igual se aferraba a la esperanza. “La matemática es posible”, dijo.
El día había arrancado con otra atmósfera. Miles de personas comenzaron a llegar cuando todavía caía la tarde en un apacible día de otoño boreal en Washington, la capital norteamericana, un bastión demócrata, con expectativa de celebración. Un enjambre de periodistas, fotógrafos, camarógrafos y productores se agolpó en dos tarimas frente al escenario, y se repartió cada metro cuadrado disponible en el césped alrededor.
Con el correr de las horas, la ansiedad avanzó a medida que los resultados mostraban a Trump sacando ventajas en los estados clave, aunque la esperanza persistía con cada anuncio favorable a Harris, que se celebraba con gritos y aplausos. A las diez de la noche, los voluntarios de la campaña comenzaron a repartir banderas norteamericanas. Dos horas después, la gente empezaba a irse.
Lejos de allí, en su residencia en el Observatorio Naval, Harris seguía las primeras cifras del escrutinio junto con su familia, sus asesores y miembros del staff de su campaña. Nunca dejó su res
Horas antes, ya una larga fila recorría la avenida Georgia para ingresar a la universidad, alma mater de Harris, el lugar elegido como cuartel general para esperar el desenlace de la elección más importante de su vida, y una de las más trascendentales para el país. En esa fila se veían muchos afroamericanos, y muchas mujeres.
“Esta noche es histórica”, había dicho a LA NACION Denise Heart, una profesora afroamericana de la universidad mientras esperaba ingresar a lo que, esperaba, sería más tarde una fiesta. “Soy una exalumna, soy miembro del cuerpo docente de esta institución, pero además de eso, soy una exalumna, soy una mujer negra. Así que la campaña, esta noche, es histórica. Estoy aquí, como decimos, sobre los hombros de muchos. Mi abuela, mi madre, yo misma, los que están por nacer, ya sabes, estoy muy, muy, muy orgullosa”, afirmó.
Como muchos otros votantes demócratas, Heart y sus amigas esperaban los primeros resultados de la noche con una mezcla de esperanza, alegría y ansiedad, a sabiendas de la posibilidad de un triunfo de Trump.
Alex Hayden, 37 años, esperaba en la esquina del ingreso a la universidad vestido de traje con una gorra que decía: “Tipos blancos para Harris”. Hayden se mostraba convencido de un triunfo.
“Creo que ya terminó. Creo que Kamala va a ganar. Quiero decir, obviamente creo que será un partido reñido, pero creo que el tema del aborto es lo que la va a poner en la cima. Creo que va a ganar”, dijo a LA NACION.
Charkera Ervin, una abogada afroamericana de 38 años, confesó a este corresponsal que había estado llorando desde el día anterior ante la expectativa de ver a una mujer negra convertirse en presidente del país.
“Siento que tiene un significado muy complejo para mí, especialmente por ser una exalumna de Howard. Ella es una exalumna de Howard. Es miembro de mi hermandad, alpha, kappa, alpha”, dijo mientras caminaba hacia el ingreso al predio. “Con ella, su historia a nivel personal, y no sé, siento que es nuestra. Y es como si fuera nuestra, no solo nuestra campaña preferida en comparación con la campaña que yo hago o el partido con el que estoy alineada. Es como si realmente nos perteneciera”, remarcó.
Mia Naylor, una joven afroamericana de 22 años, dijo que las elecciones se vivían con mucha intensidad porque eran “realmente decisivas” para muchas personas.
“Creo que es realmente una decisión entre tener una democracia o tener una dictadura, y para ser completamente honesta, especialmente porque Donald Trump ha dicho en numerosas ocasiones que si votan por mí ahora, esta será la última vez que voten, ha dado la impresión de que va a intentar convertirse en un dictador y en el rey, y que estas serán las últimas elecciones”, indicó.
“Estoy un poco nerviosa –cerró después, sin prever lo que vendría después–, pero también muy emocionada”.
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