Donald Trump lanzó su candidatura a la presidencia y busca renovar la mística de sus comienzos para regresar a la Casa Blanca
Bajo un aluvión de críticas por el mal desempeño del Partido Republicano en las elecciones de medio término, el magnate apuesta a la lealtad de su base para volver a la presidencia
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WASHINGTON.- A mediados de 2015, cuando Donald Trump lanzó su primera campaña presidencial en la Torre Trump en Nueva York, nadie lo tomó en serio. Trump bajó por la escalera mecánica junto a su mujer, Melania Trump, y anunció su candidatura con un discurso que incendió todos los protocolos y tradiciones políticas de Estados Unidos y cambió el tono de la pelea por la Casa Blanca. Un año y medio después, juró como presidente.
Trump busca ahora renovar la mística de esa campaña, con el sueño de regresar a Washington para volver a ser presidente de Estados Unidos a principios de 2025. Ya no es el político novato de 2015, sino el fundador de un movimiento –un culto, para sus críticos–, y el arquitecto de una forma de hacer política que cambió el rumbo de la primera potencia global, y fue replicado en países de Europa y América Latina por otros líderes populistas que buscaron imitar su éxito.
“Para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande y glorioso anuncio esta noche mi candidatura a la presidencia de Estados Unidos”, dijo este martes Trump, ahora de 76 años, más maquillado y con el color de su pelo más oscuro que de costumbre, en un discurso de una hora desde su residencia de Mar-a-Lago, en Florida, en el que repasó su gestión como mandatario.
La gran incógnita es si Trump volverá a desafiar todos los pronósticos que auguran su ocaso político –tal como hizo ya en varias ocasiones–, o si, por el contrario, acaba de abrir su último acto. Estados Unidos buscará la respuesta durante los próximos años.
La frase más recordada de su primer gran acto político, en 2015, marcó un estilo que sigue vigente. “Cuando México manda a su gente, no está mandando lo mejor. No los están mandando a ustedes. Están mandando gente que tiene muchos problemas y traen esos problemas con nosotros. Están mandando drogas. Están mandando el crimen. Son violadores. Y algunos, supongo, son buenas personas”, dijo Trump, al lanzar su primera campaña. Siete años más tarde, Trump insiste con la misma acidez para captar la atención del país, y la inmigración, la frontera, el muro y el crimen siguen siendo sus temas predilectos.
“Tenemos inmigrantes viniendo, es como un ejército”, exageró, en uno de sus actos de campaña. “Están asaltando nuestro país, están asaltando nuestras fronteras”, siguió.
Trump también mantiene su costumbre de quebrar con las tradiciones políticas. Sólo un presidente en la historia de Estados Unidos tuvo dos mandatos que no fueron consecutivos: Grover Cleveland en 1884 y 1892. Los dos últimos mandatarios que fueron derrotados al intentar lograr su reelección, Jimmy Carter y George H.W. Bush, abandonaron la política al dejar la Casa Blanca. Trump anhela una revancha sin haberse reconocido jamás como un perdedor.
A diferencia de 2015, Trump tiene detrás suyo un movimiento político, el trumpismo, sostenido por la fidelidad a prueba de todo de sus seguidores. “Podría pararme en medio de la Quinta Avenida y dispararle a alguien, y no perdería ningún votante, ¿OK?”, bromeó en un acto en 2016, en su primera campaña.
Esa frase será puesta a prueba. Trump mantiene su estilo, tiene su movimiento y la lealtad de sus seguidores, pero perdió un de los sustentos de su primera campaña: ser la novedad. A diferencia de 2016, los norteamericanos ya saben quién es, y todo lo que genera. Estados Unidos ya lo conoce, y Trump ya no es un misterio, tiene un mandato sobre sus espaldas, con todo lo bueno y todo lo malo. La mayoría de los republicanos respaldó y celebró sus políticas, y la economía fue el gran sostén de su popularidad hasta la pandemia. Pero su desprecio por las reglas, las instituciones, y sus rivales y sus detractores, su sesgo autoritario y, por encima de todo, su ataque frontal e incesante a la elección presidencial de 2020 con denuncias infundadas de un fraude masivo –la “Gran Mentira”– le quitaron sustento. El ataque trumpista el 6 de enero de 2021 al Congreso es una mancha imborrable en su archivo.
Resistencia
Otra diferencia fundamental es que Trump ahora encontrará una resistencia mucho más aceitada. En 2016, Trump venció a 16 contrincantes en la interna republicana. Su campaña fue un fogonazo que tomó a todos desprevenidos. La próxima primaria presidencial estará menos poblada, y el establishment republicano, que nunca lo digirió del todo, estará mejor preparado para enfrentarlo. Las recientes elecciones de medio término fueron un desastre para el Partido Republicano, y varias figuras han cargado el desempeño opositor sobre los hombros de Trump, a quien acusan de llevarlos a la derrota tres veces -en 2018, 2020 y 2022-. Nadie quiere repetir en 2024.
El partido ha comenzado a mirar con enorme entusiasmo al gobernador de Florida, Ron DeSantis, el gran ganador de las elecciones, a quien Trump ya comenzó a criticar, anticipando el duelo. DeSantis lo ninguneó: dijo que era “solo ruido”.
“Una de las cosas que aprendí en este trabajo es que cuando lideras, cuando haces las cosas, quieren quemarte”, dijo DeSantis, al responder una pregunta sobre los ataques de Trump. “Lo que aprendes es que todo eso es solo ruido. Y realmente lo que importa es, ¿estás liderando? ¿estás al frente de los problemas? ¿estás entregando resultados para la gente? ¿estás defendiendo a la gente? Si haces eso, nada de lo otro importa. Eso es lo que hemos hecho, nos enfocamos en los resultados y el liderazgo. Y al final del día, simplemente le diría a la gente que revise el tablero del martes por la noche. El hecho es que fue la mayor victoria republicana en la historia del estado de Florida”, afirmó.
Trump quiere que 2024 sea el nuevo 2016, pero el pasado no siempre vuelve.
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