Donald Trump ganó las elecciones frente a Kamala Harris y volverá a ser presidente de Estados Unidos
El expresidente se imponía en los siete estados pendulares y también en el voto popular, en una paliza para el Partido Demócrata
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WASHINGTON.- Donald Trump ganó con amplitud las elecciones presidenciales en Estados Unidos y volverá a la Casa Blanca tras cuatro años de gobierno demócrata del presidente Joe Biden, un extraordinario retorno político para un líder que fue condenado en los tribunales, y dejó la presidencia bajo la sombra de dos juicios políticos, sin reconocer su derrota, tras haber desplegado una campaña para permanecer en el poder con denuncias infundadas de fraude que terminó con el ataque trumpista al Congreso.
La nueva victoria de Trump, que fue mucho más contundente que la de 2016, estuvo apalancada por el fuerte descontento de los norteamericanos con la economía y el rumbo del país, y la impopularidad de Biden.
Trump se encaminaba a ganar el voto popular y una mayoría en ambas cámaras del Congreso, una verdadera paliza para el Partido Demócrata, que intentó por todos los medios impedir su regreso al poder, y forzó a Biden dar un paso al costado y a entregarle la candidatura a su vice, Kamala Harris, para lograr un triunfo.
Aunque las encuestas vaticinaban una elección cerrada, Trump se imponía con holgura en los siete estados pendulares o “swing states” en los que se definió el colegio electoral: Pensilvania, Michigan y Wisconsin, los estados de la región del Medio Oeste conocida como el “Cinturón del Óxido” por su glorioso pasado metalúrgico, y Arizona, Nevada, Carolina del Norte y Georgia en el sur del país, en el “Cinturón del Sol”.
Trump recuperó todos los estados que Biden le arrebató hace cuatro años. El republicano se impuso con comodidad en Georgia y Carolina del Norte, en el sur del país, y también volvió a demoler el llamado “muro azul” en el Medio Oeste, Wisconsin, Michigan y Pensilvania, los tres estados donde los demócratas habían puesto sus principales esperanzas para retener la Casa Blanca. También ganaba en Arizona, en la frontera con México, otro estado que Biden ganó hace cuatro años, y en Nevada, con un alto respaldo del crucial voto latino.
La agencia de noticias AP declaró a Trump presidente electo a las 5.38 de este miércoles, hora del este de Estados Unidos, las 7.38 en la Argentina. Al igual que en 2016, Wisconsin fue el estado que le dio la victoria.
Harris y su entorno permacieron en silencio durante gran parte del día. La vicepresidente recién reconoció su derrota por la tarde al llamar por teléfono a Trump, antes de dar su discurso de concesión en la Universidad Howard.
“Es una victoria política que nuestro país nunca ha visto antes”, celebró en la madrugada Trump en su cuartel general en West Palm Beach, en Florida, en medio de aplausos y vítores de sus seguidores.
“Esta será verdaderamente la era dorada de Estados Unidos”, vaticinó.
Además de ganar la presidencia, el avance del Partido Republicano en el Congreso le daba a Trump amplio poder para llevar las riendas del país, y un mandato para dar un volantazo y torcer el rumbo de Estados Unidos.
Una campaña divisiva
Desde muy temprano, millones de norteamericanos se volcaron masivamente a los centros de votación en todo el país a votar en persona, y a poner punto final a una elección divisiva, marcada por una retórica ácida y violenta –incluidos dos intentos de magnicidio a Trump–, en la que demócratas y republicanos pusieron en juego el rumbo del país, su futuro, la salud de su democracia, y su vínculo con el resto del mundo. La elección giró, una vez más, alrededor de la candidatura de Trump, que buscó la presidencia por tercera vez consecutiva y fue por la revancha tras su derrota ante Biden hace cuatro años, en medio de la pandemia del coronavirus.
Estados Unidos llegó al cierre de la elección sumido en una fractura profunda que, por momentos, parece ya irreparable, y desanimado por el rumbo del país y la economía, uno de los temas centrales de la campaña, junto con la inmigración, el aborto, y la democracia. Una encuesta a boca de urna de la cadena CNN mostró que los republicanos votaron con la mente puesta en la economía –el país sufrió el peor brote inflacionario de los últimos 40 años luego de la pandemia– y la inmigración, mientras que los demócratas priorizaron el aborto y la democracia. Los sondeos de la cadena también indicaron que una mayoría de los votantes en algunos estados clave —Arizona, Michigan y Wisconsin— desaprueban la gestión de Biden, cuya popularidad ha estado desinflada desde hace meses.
El fantasma del asalto trumpista al Congreso el 6 de enero de 2021, durante la última transición presidencial, y las denuncias continuas de fraude y de robo electoral por parte de Trump enturbiaron una atmósfera ya de por sí espesa al final de los comicios, que quedaron envueltos de un dramatismo y una trascendencia sin precedentes en la primera potencia global.
“Se habla mucho de un fraude masivo en Filadelfia. ¡¡¡Viene la policía!!!”, posteó Trump en su red social, Truth Social, por la tarde del martes, usando su habitual estilo hiperbólico cuando la votación todavía no había cerrado.
La pelea por Pensilvania
Justamente en Filadelfia, capital de Pensilvania, el más importante de los siete estados pendulares o “swing states” donde estaba en juego la presidencia, la campaña de Harris se esperanzaba con una alta participación de votantes, incluidos puertorriqueños, un electorado enfurecido por el cierre de campaña de Trump en el Madison Square Garden, en Nueva York, en el que un comediante dijo que Puerto Rico era “una isla flotante de basura”. Pese a la ventaja inicial de Trump, en el equipo de Harris no perdían la esperanza de un cambio de tendencia en el recuento de votos.
Cerca de las 11 de la noche, el equipo de Harris insistía en que podía ganar: en un memo interno, la jefa de la campaña, Jen O’Malley Dillon, dijo que el camino a la presidencia pasaba por ganar los estados del llamado “muro azul”, Wisconsin, Michigan y Pensilvania. Pese a la ventaja que mostraba Trump, O´Malley Dillon dijo que se se sentían bien con los datos que estaban viendo.
“Llevamos semanas diciendo que esta carrera podría no declarar al ganador esta noche. Aquellos que estuvieron presentes en 2020 lo saben bien: lleva tiempo que se cuenten todos los votos”, escribió.
Pero la victoria de Trump ya parecía a esa altura un hecho consumado. Horas después, el avance del recuento confirmó otro desenlace histórico: Estados Unidos jamás eligió a un criminal convicto para ocupar la presidencia, y ser el comandante en jefe del ejército más poderoso del planeta. El triunfo de Trump le dio un segundo y último mandato en la Casa Blanca.
Con el retorno de Trump al poder, el país parece asomarse a un nuevo período de convulsión interna: medio país ya se prepara para renovar renovar la “resistencia” que nació luego de su triunfo hace ocho años ante Hillary Clinton. Sin embargo, el triunfo de Trump ahora fue mucho menos sorpresivo que el de hace ocho años, y mucho más contundente.
Votación récord
Ya desde antes del cierre de la votación, tanto la campaña de Harris como la de Trump auguraban que el resultado podía llegar a estirarse más allá de la noche del martes. Casi 85 millones de personas votaron de manera anticipada, según datos de la Universidad de Florida, ya sea por correo o entregando su boleta en persona en las casillas de votación habilitadas en los estados que permiten el sufragio con antelación. El recuento de esas papeletas –un voto que suele ser favorable a los demócratas–, sobre todo en estados críticos como Pensilvania, Arizona o Nevada, estiró el suspenso, aunque menos de los que ambas campañas habían vaticinado en la víspera.
A lo largo del país, millones de norteamericanos decidieron el futuro del país al elegir entre dos candidatos antagónicos, a quienes desde ambos lados de la grieta miran con pánico y desprecio. Para los demócratas, Trump es un autoritario, un fascista, un xenófobo, un racista y una amenaza para la democracia. Para el trumpismo, Harris es una marxista, una comunista, una socialista, una incompetente que puede destruir al país. Ese antagonismo se palpitó en cada estación de votación a lo largo del país.
En Washington, un bastión demócrata, Alice Thompson, una mujer afroamericana de 78 años, se entusiasmaba por la mañana con la esperanza de una victoria de Harris. Como muchos otros demócratas, Thompson confesó su nerviosismo, pero se mostró confiada.
“El gran asunto es Kamala Harris. Queremos que gane. Tiene que ganar. Debe ganar”, remarcó. “Es la mejor candidata. Trump no es presidenciable en absoluto. Cíteme, no es presidenciable en absoluto. No debería siquiera estar en estas elecciones. Y no puedo entender por qué la gente de los Estados Unidos de América no elige una mejor opción y reconoce que una persona como él no puede siquiera pensar en postularse para presidente. Es terrible”, insistió.
Del otro lado del río Potomac, en una escuela en Arlington, Virginia, un estado que hasta hace unos años era “pendular”, pero que ahora se volcó hacia los demócratas, John Lambrou, 59 años, votó por Trump, a quien llamó “uno de los mejores presidentes” de la historia.
“Creo que es uno de los mejores presidentes que hemos tenido en la historia de Estados Unidos, por muchas cosas categóricas. Carisma, liderazgo, cumplir promesas de campaña, fuerza, política exterior, la economía, todo eso. Le da puntos muy altos. La oposición no tiene ninguna de ellas. Por eso lo voté”, afirmó.
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