D. B. Cooper: el increíble crimen que el FBI jamás logró resolver e inspiró a Netflix para su nueva serie
Bajo una identidad falsa, un hombre secuestró un avión, escapó en paracaídas con el botín y desapareció para siempre; ahora, el gigante de streaming realizó un documental sobre él
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Hace 50 años tuvo lugar un crimen impensado. Un hombre secuestró un avión, pidió un rescate en dólares, se lanzó con un paracaídas desde la aeronave y se esfumó para siempre.
Su historia inspiró el último documental de Netflix D. B. Cooper: ¡Dónde estás?. Se trata de una miniserie de cuatro capítulos que se estrenó en la Argentina el 13 de junio pasado.
La identidad de DB Cooper constituye uno de los mayores misterios del siglo XX. A pesar de encontrar pistas y tener cientos de sospechosos, el Buró Federal de Investigaciones (FBI) nunca logró encontrar al hombre. Su rastro se perdió en el mismo momento en el que comenzaba su hazaña y el caso continúa sin resolverse.
Un pasaje de avión
El 24 de noviembre de 1971, un hombre, que se hizo llamar Dan Cooper (también conocido en los medios como DB Cooper), se acercó al mostrador de la aerolínea Northwest Orient en el aeropuerto de Portland, Oregón y pidió un pasaje de ida a Seattle, Washington. El vuelo era el número 305 y, según detallan en la página oficial del FBI, el hombre pagó en efectivo.
Cooper parecía tranquilo. Tenía alrededor de 40 años y vestía un traje con corbata negra y camisa blanca. Tras subir al avión, se sentó en la última fila, en al asiento 18-C, y mientras esperaba el despegue, le pidió un bourbon con soda a Florence Schaffner, la azafata.
La joven tenía 23 años y estaba acostumbrada a que los pasajeros le pidieran su contacto para invitarla a salir. Por eso, cuando a las 15 Cooper le entregó una nota, ella lo ignoró. Estaba segura de que era un nuevo “pretendiente”. Pero las intenciones de Cooper eran otras, por lo que el hombre insistió. Ante la persistencia, Schaffner no tuvo más remedio que recoger el papel.
“Tengo una bomba en mi maletín. Quiero que te sientes a mi lado”, se podía leer en la tarjeta. Sin entender bien qué sucedía, la aeromoza cumplió con el pedido y tomó asiento al lado del hombre, quien abrió el maletín para mostrarle una masa de cables y palos rojos. Entonces, le solicitó a la mujer que escribiera todo lo que acababa de suceder y que entregara una nueva nota al piloto del avión.
Unos minutos más tarde, Schaffner se dirigió a la cabina con un papel en el que Cooper exigía cuatro paracaídas y 200.000 dólares en billetes de 20 (alrededor de 1,3 millones de dólares a valores actuales).
Secuestro
Una vez que el avión aterrizó en Seattle, a Cooper le entregaron el dinero, que pesaba 9,5 kilos, y los paracaídas. En contrapartida, liberó a los 36 pasajeros del vuelo, aunque retuvo a varias personas de la tripulación en el interior de la aeronave.
Inmediatamente, le dio una nueva orden al piloto: que el avión volviera a despegar rumbo a la Ciudad de México. Además, le brindó instrucciones específicas, según describió la revista New York. El avión no debía superar los 3048 metros de altura y las alas debían estar a 15 grados, por lo que la velocidad sería de 200 nudos.
Pero en pleno vuelo, sucedió algo que nadie esperaba. En el tramo entre Seattle y Reno, después de las 20 horas, el secuestrador desapareció. Esa noche, bajo el fuerte viento y la lluvia, Cooper se ató los casi 10 kilos de dinero, se colocó en la parte trasera del avión con un paracaídas y saltó al vacío.
Más tarde los pilotos lograron aterrizar a salvo el avión, pero Cooper había desaparecido en medio de la noche.
El caso Norjak
Inmediatamente, el FBI comenzó a investigar lo sucedido y el caso fue llamado Norjak, por Northwest Hijacking (el secuestro de Northwest, en inglés).
Las autoridades buscaron a Cooper en el bosque durante varios días, pero no encontraron nada: ni un paracaídas, ni billetes ni un cuerpo. Un equipo de agentes también alquiló un submarino y descendió cientos de metros en el lago, pero no hallaron nada.
A la par, empezaron a averiguar sobre la identidad del perpetrador, pero pronto descubrieron que el nombre era falso. No existía ningún Dan Cooper. Para la investigación fueron entrevistadas cientos de personas y se siguieron pistas a lo largo y ancho de Estados Unidos. Pero no hubo rastro de Cooper.
Para 1976, la agencia de inteligencia había indagado a 800 sospechosos y eliminado del listado a todos, menos a 24, que continuaron siendo investigados.
Unas pocas certezas
Aunque las dudas del FBI eran más que las certezas, sin dudas a lo largo de los años las autoridades lograron armar un listado de “certezas” sobre el secuestrador.
Por un lado, sabían que Cooper no era un paracaidista experto. “Al principio pensamos que Cooper era un saltador experimentado, tal vez incluso un paracaidista”, indicó hace unos años el agente especial de Seattle, Larry Carr, quien se hizo cargo del caso en 2007. Sin embargo, años más tarde advirtieron que no era así, porque “ningún paracaidista experimentado hubiera saltado en la noche oscura como boca de lobo, bajo la lluvia, con un viento de 320 kilómetros por hora en la cara, con mocasines y una gabardina, porque era demasiado arriesgado”. Además, el agente explicó que Cooper no se dio cuenta de que su paracaídas era solo para entrenamiento y estaba cosido, datos que alguien experimentado hubiera comprobado.
El FBI también está seguro de que el hombre no tuvo ningún cómplice, porque, en caso de haber tenido, habría coordinado el momento justo para saltar y la zona en la que iba a caer. Pero Cooper simplemente le dijo al piloto que volara hacia México y en un momento del tramo saltó, sin saber exactamente dónde estaba.
A su vez, el FBI logró confeccionar una descripción física exacta de Cooper. “Los dos auxiliares de vuelo que pasaron la mayor parte del tiempo con él en el avión fueron entrevistados por separado la misma noche en ciudades separadas y dieron descripciones casi idénticas”, sostuvo Carr. Ambos coincidieron en que medía entre 1,78 y 1,80 metros, que el peso era de 77 u 81 kilos, que tenía alrededor de 40 años y sus ojos eran marrones.
Asimismo, el FBI logró recolectar una muestra de ADN de la corbata de Cooper para cotejar con los sospechosos.
La lista de sospechosos
De todos los sospechosos, un hombre resaltó: Richard Floyd McCoy. Incluso, menos de cinco meses después del episodio, McCoy fue arrestado por un secuestro de avión similar y fuga en paracaídas. El hombre era un exmaestro de escuela dominical de Utah y piloto de helicóptero de Vietnam.
El parecido con Cooper se hizo evidente cuando saltó de un avión sobre Utah con un rescate de 500.000 dólares. Unos días más tarde, el FBI logró capturarlo. Sin embargo, el hombre debió ser descartado dado que no coincidía con las descripciones físicas que habían proporcionadas por dos asistentes de vuelo, aunque sí fue condenado por el secuestro de una aeronave.
En 1980, las autoridades dieron con la única evidencia que indicaba que Cooper realmente existió. Ese año, un niño encontró un paquete podrido lleno de billetes de 20 dólares (5800 dólares en total) que coincidían con los números de serie del dinero del rescate. El hallazgo fue realizado en un banco de arena a lo largo del río Columbia, pero, a pesar de que la zona fue nuevamente rastreada, el FBI no logró encontrar otras pistas.
En 1995 surgió un nuevo sospechoso: Duane Weber. Según su esposa, justo antes de morir, el hombre le dijo: “Soy Dan Cooper”. Pero sus huellas dactilares y muestras de ADN no coincidieron con las que tenía el FBI en su archivo. También un hábil paracaidista llamado Kenneth Christiansen, otro sospechoso, fue descartado porque la descripción física no coincidía.
En los últimos dos años murieron otros dos hombres que alguna vez integraron la lista de sospechosos. En julio de 2019, falleció Robert W. Rackstraw, un expiloto de helicóptero del ejército acusado (y luego absuelto) de asesinar a su padrastro en la década del 70 y de falsificar cheques con su firma.
En enero de 2021, le tocó a Sheridan Peterson, marine, exempleado de Boeing, experto paracaidista y confeso adicto a la adrenalina. “El FBI tenía buenas razones para sospechar de mí -admitió en una edición de 2007 de la publicación Smokejumper-. En el momento del asalto, tenía 44 años. Esa era la edad aproximada que se suponía que tenía Cooper, y yo me parecía mucho a los bocetos del secuestrador. Pero lo que fue aún más incriminatorio fue la foto de mí simulando una maniobra de paracaidismo para un boletín de Boeing. Llevaba traje y corbata, el mismo tipo de atuendo que Cooper había usado, hasta los mocasines Oxford. Los paracaidistas normalmente no se visten tan formalmente”.
Aunque fue interrogado por el FBI y le tomaron una muestra de ADN, la acusación en su contra no prosperó.
Caso “cerrado”
Las autoridades creen que Cooper no sobrevivió al salto en paracaídas. “Se zambulló sin un plan, sin el equipo adecuado, en condiciones terribles. Probablemente ni siquiera consiguió abrir su paracaídas”, aseguraron desde el FBI. A pesar de eso, nunca encontraron el cuerpo.
“Aunque nuestra investigación ha permanecido abierta, no tiene sentido que el FBI asigne recursos sustanciales a este crimen de hace tantas décadas”, dijo en 2009 Carr, dos años después de hacerse cargo del caso. En julio 2016 el FBI anunció que “tras una de las investigaciones más largas y exhaustivas” de su historia, iba a redirigir los recursos monetarios y de personal destinados a la investigación del caso Cooper para centrarse en otras prioridades.
En esa ocasión, explicaron: “Durante el curso de la investigación Norjak de 45 años, el FBI revisó exhaustivamente todas las pistas creíbles, coordinó entre varias oficinas de campo para realizar búsquedas, recopiló todas las pruebas disponibles y entrevistó a todos los testigos identificados. A lo largo de los años, el FBI ha aplicado numerosas técnicas de investigación nuevas e innovadoras, además de examinar innumerables elementos en el laboratorio del FBI. La evidencia obtenida durante el curso de la investigación ahora se conservará con fines históricos en la sede del FBI en Washington, D.C.”.
Sin embargo, aclararon que, si bien ya no iban a investigar activamente el caso, seguían abiertos a recibir pruebas físicas concretas relacionadas específicamente con los paracaídas o el dinero tomado por el secuestrador.
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