Cumplió su sueño con un trabajo cada vez más común en Estados Unidos y sugiere cómo conseguir la visa
Para este joven, la experiencia lo llevó a ampliar sus horizontes; ahora muestra el paso a paso para obtener el documento para viajar al país norteamericano en verano, algo que a él le cambió la vida y piensa que puede ayudar a muchos
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Una oportunidad y un viaje le cambiaron la vida, incluida la brújula que le ha marcado el rumbo a seguir. Con el verano en marcha en Estados Unidos, hay oportunidades para trabajadores extranjeros que quieran vivir una experiencia, también algunos peligros que se asoman en propuestas falsas que pueden truncar el camino, pero dicen que si quieres cumplir tus sueños, tienes que tenerlos. Sandro Lara es un mexicano nacido en Yucatán, que se arriesgó y tomó una decisión laboral que cambió su dirección durante los últimos años. Todo comenzó con una propuesta de trabajo y un viaje al país norteamericano, con 100 dólares en su cartera y muchas ganas de adentrarse a otras culturas.
En diálogo con LA NACION, Sandro cuenta el paso a paso para aprovechar estas oportunidades para los extranjeros y lanza algunas advertencias, al narrar su propia historia de vida. “Fui desde que tenía 19 años a través de un programa que hubo en mi escuela y tuve la oportunidad de viajar desde 2015 por dos meses cada verano”, recuerda emocionado. Desde siempre soñó con conocer otros lugares y en su colegio le dieron la oportunidad de trabajar en un campamento durante el verano. Él estudiaba gastronomía y vio en la convocatoria varios detalles que llamaron su atención tras tener una inspiración en casa: “Mi hermano quería trabajar en un crucero y estaba en el trámite. Decidí seguir su ejemplo con este campamento en Nueva York. Al final a él no le dieron el trabajo y a mí sí”, señala sobre el inicio de su travesía.
Muchos extranjeros, como los mexicanos, colombianos o argentinos, pueden aplicar a estos programas para trabajar en Estados Unidos. El proceso se realiza mediante una agencia y, una vez que se aprueba y los empleadores aceptan, le mandan al interesado un contrato para que pueda tramitar su visa con vigencia de unos meses para viajar al país norteamericano. Este fue el trámite que Sandro hizo durante los últimos años, excepto en 2020 por la pandemia de Covid.
En 2015 tenía 19 años, mucho miedo y ni un dólar en su cuenta. Primero le dijo a su familia y las reacciones pudieron desanimarlo, pero le dieron fuerza para continuar. “Mi papá desde un principio me dijo que así empezaría a cumplir mis sueños. Mi mamá, por otro lado, que tal vez sería una estafa”, añade el mexicano.
Finalmente, siguió con todos los detalles y, antes de partir, su tío lo llamó, le dio 100 dólares y le deseó buen viaje. “Eso era todo lo que tenía en mi cartera en el avión”, revela. “Ese año no tenía dinero, fui con mi familia y les pedí ayuda. Ahorraba el dinero de mis becas que siempre he tenido y mi papá me apoyó”.
Un futuro desconcertante
El programa de intercambio para trabajar en campamentos de la nación norteamericana era reciente. Él nunca había escuchado la experiencia de otra persona y la única forma de saber los detalles era anotándose. “Te preguntas si será o no real. La primera vez que vine, nadie me apoyó. Fue un programa nuevo en mi escuela. Solo había estudiado ocho meses de inglés cuando llegué a Estados Unidos y me quedé a dormir en el aeropuerto. No tenía señal y no había roaming. Tenía miedo. A cada rato le enviaba un correo a mi jefe, hasta que a la mañana empiezo a ver gente reuniéndose con el uniforme del campamento. Sentí alivio”, cuenta.
Sandro trabajó en la cocina durante los meses del campamento, hasta que año a año subió de puesto hasta ser el chef. En este contexto, es inevitable no preguntarse la carga del trabajo y él no planea suavizar la respuesta. “Eran largas horas, pero siempre respetan al personal. Tenía que alimentar a muchas personas y estar pendiente del staff. Había dos cocinas y, como era un campamento judío, en una se hacían los lácteos y en otra las carnes”, explica a LA NACION.
Al final de la travesía, tras el tiempo de arduo trabajo, le pagaron 2540 dólares. Desde el 16 de junio hasta finales de agosto, una cantidad que incrementó conforme pasaron los años.
Otro de los temas que no pueden escaparse es el ambiente. Si hay racismo o discriminación, Sandro no las ha vivido. Él siente que hay tantas culturas en EE.UU. que por eso le abrieron las puertas. Sin embargo, hay excepciones y él las reconoce, la gente que no habla inglés no siempre puede atravesarlas sin cuidado. “Los hacen menos”, expresa.
Historias de un campamento de verano en Estados Unidos
Tras sus breves temporadas, cuando el tiempo de la visa está por expirar, Sandro vuelve a México y le da un propósito al dinero que acumuló en su trabajo, así ha llegado a Francia, República Checa, Austria, Perú, Colombia y Ecuador, tras conocer personas que cambiaron su vida en el campamento.
“Hice amigos porque va gente de diversos países. Un año fueron de Colombia, Polonia, República Checa y fue muy unido, formamos lazos de amistad muy grandes y dije, esto no se puede quedar así. Los quiero volver a ver, así que cuando me pagan invierto en aquellas personas que se volvieron mis amigos. Siempre nos invitamos a viajar, convivimos tanto que sabes todo de ellos. Una de mis mejores amigas, Brenda, es de Puebla y Jonathan es de Ciudad de México. Fueron mis padrinos de bodas”.
La experiencia para Sandro fue tan significativa que se casó con su esposo en el campamento en Nueva York. A él lo conoció en su natal Mérida, pero decidieron viajar juntos un verano y arriesgarse a compartir sus vidas. El requisito que pone el gobierno de Estados Unidos para este tipo de uniones es un estatus legal en el país.
¿Cómo trabajar en un campamento en Estados Unidos?
Más allá de las experiencias personales, Sandro cuenta un paso a paso del proceso que él siguió para poder concretar sus viajes a Estados Unidos.
Lo primero es el contacto con las agencias, pero hay que tener mucho cuidado y revisar los detalles con atención. También piden cartas de recomendación y, en la entrevista de la visa J1, preguntan aspectos básicos como a dónde se va y los motivos. No obstante, el mexicano reconoce que, conforme pasaron los años, cada vez fueron más preguntas en estos encuentros.
“Al principio, debes llenar la solicitud en línea de que quieres ir al campamento. Te piden referencias y hacer un video en inglés de tus razones, un certificado de salud y otros detalles”. Otro de los requisitos es ser estudiante, principalmente de alguna universidad en el país de origen y se puede elegir entre una amplia disponibilidad de campamentos en diferentes áreas de Estados Unidos.
El proceso para trabajar en un summer camp en Estados Unidos
Tras inscribirse en la plataforma de la agencia, ésta se encarga de hacer el enlace con los campamentos, quienes ven el perfil de las personas y eligen a algunas. Luego envían la oferta de trabajo y ahí hay un primer pago por este vínculo que en su caso fue de 500 dólares. Además, quien tramite debe pagar su visa y su seguro médico. Finalmente, una vez aprobada, se podrá iniciar el viaje.
Durante la estancia, los gastos de comida y alojamiento corren por parte del campamento, así que lo que se paga es el vínculo, la visa y los boletos de avión.
El peligro de las estafas para viajar a Estados Unidos
Con un método así es importante no confiarse y verificar siempre las fuentes, como en todo proceso, hay personas en busca de quienes caigan en sus trampas y a Sandro le ocurrió una vez.
“Un amigo me dijo que estaban contratando para Texas y empecé mi proceso. Cuando les pregunté qué visa teníamos que sacar, no respondían. Me enviaron una carta y me dijeron que la lleve para el trámite. Había ido antes, sabía que algo andaba mal”.
Con las sospechas, este joven decidió buscar ayuda de profesionales. “Les dije, necesito tramitar una visa para este trabajo y solo me dan una carta y me respondieron que no era un trabajo oficial. Decía que era una constancia de capacitación, que no me iban a dar número de seguridad social, solo visa de turista, pero que sí me hacían trabajar cuando llegara ahí, era ilegal”.
Todas estas alarmas hicieron que no siguiera el proceso con ellos, más allá del trámite de la visa, sobre todo porque se enteró de alguien que sí fue y luego lo descubrieron y, como castigo, le prohibieron la entrada a Estados Unidos. “Contratan mexicanos para no pagar impuestos, la empresa se deslinda y arruinan tu reputación”, comenta.
Como apunte final, Sandro tiene un último consejo para aquellos que están indecisos sobre arriesgarse. “Váyanse, viajen. Te abre la mente y te hace madurar”, recomienda. Sobre el futuro, quiere seguir apoyando a las comunidades de latinos. “Estoy estudiando para ser profesor de inglés. Me gustaría ayudar a los latinos como yo, sobre todo porque a veces no los tratan bien por solo hablar español. Quiero ayudar porque sé lo que es ir sin dinero y sin saber cómo moverte”, concluye.
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