Crisis en la frontera: la migración a Estados Unidos alcanza niveles récord y complica al gobierno de Joe Biden
Una nueva ola de migrantes con decenas de miles de cubanos, venezolanos, nicaragüenses y haitianos genera desbordes en el límite con México; reclamos de organizaciones civiles a la Casa blanca; hubo más de 2,5 millones de arrestos en 2022
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WASHINGTON.- En Estados Unidos cambian los gobiernos y las promesas, pero la crisis en la frontera con México sigue igual, o peor. Solo cambia la gente que llega. Una ola de migrantes jamás vista generó un pico histórico de detenciones, y llevó a la Casa Blanca a endurecer el puño. Joe Biden llegó a la presidencia con la promesa de eliminar las políticas draconianas de Donald Trump y construir un sistema migratorio “humano y justo” para poder recibir a los extranjeros que llegan al país, restaurando los valores y la historia que hicieron de Estados Unidos “una nación de inmigrantes”.
Pero dos años después, Biden ha quedado en la misma vereda que Trump, cubierto de críticas por haber roto promesas y haber expandido las mismas políticas que antes defenestraba como candidato en un intento por frenar la nueva “Gran migración” de cubanos, nicaragüenses, venezolanos o haitianos que arriesgan todo en busca de una vida mejor.
En 2022, las autoridades de Estados Unidos detuvieron en la frontera con México a más 2,5 millones de personas, según cifras oficiales del gobierno federal, el pico más alto desde principios de siglo, cuando comenzaron a llevarse registros. Solo en diciembre, los agentes fronterizos impidieron el ingreso de más de 250.000 personas en el sur del país, un récord histórico para un mes.
La inseguridad, la falta de oportunidades económicas, la pandemia del coronavirus y los desastres provocados por el cambio climático desataron un desplazamiento nunca visto de gente desde América Latina hacia Estados Unidos, la primera economía global y el país más rico de la región. Ahora, además de migrantes de México o del “Triángulo Norte” en América Central, llegan decenas de miles de personas de otros países, principalmente Cuba, Nicaragua, Venezuela, Colombia y Haití.
“Estamos viendo números que no hemos visto en 20 años, y los países de origen de dónde viene la gente son distintos a los que hemos visto en décadas anteriores”, describe Mark Lopez, director del Centro de Investigaciones Pew, que monitorea los movimientos migratorios.
“A principios de los 2000, México era la fuente principal de personas detenidas en la frontera, después desde 2013, 2014 hasta 2019 fue América Central, Honduras, Guatemala y El Salvador. Recientemente es Cuba, Nicaragua, Venezuela, gente de Colombia o Perú, y los números crecieron desde el piso de la pandemia, cuando las fronteras estaban cerradas”, describió.
Las imágenes en Ciudad Juárez, en México, la ciudad “gemela” de El Paso, en Texas, da testimonio de una realidad que se repite a lo largo de la frontera. Miles de migrantes durmiendo a la intemperie, entre alambrados, envueltos en frazadas o en carpas. Los albergues están desbordados. Las autoridades no dan abasto. Para muchos migrantes, es el final de un viaje que incluye el peligrosísimo cruce del Tapón del Darién, entre Colombia y Panamá. Y el inicio de un órdago legal, que puede terminar en larga estadía en México o en una expulsión inmediata a su país de origen.
El gobierno de Biden diseñó al principio una estrategia de largo aliento con la idea de atacar las “raíces de la migración”, con programas de desarrollo y fortalecimiento institucional enfocados en América Central. Ese enfoque no rindió frutos, al menos en lo inmediato. De hecho, la cruda realidad que viven varios países de América Latina llevó a más personas a migrar en busca de una nueva vida. A la lista histórica de razones para emprender el viaje –dictaduras, crimen e inseguridad, narcoviolencia, falta de oportunidades– ahora se suma el impacto de los desastres atados al cambio climático.
Un problema político
Para Biden, la crisis en la frontera es un problema político enorme y muy delicado. Su némesis, Donald Trump, construyó su movimiento alrededor de la promesa singular de levantar un muro en el límite con México. Y los republicanos acusan constantemente a Biden y a los demócratas de ser permisivos y alentar la llegada de más extranjeros con un enfoque de “fronteras abiertas”, una etiqueta de alto impacto mediático, aunque esté muy alejada de la realidad.
Biden intentó eliminar las políticas que implementó Trump para frenar a las personas que llegan a Estados Unidos en busca de asilo. Pero la Justicia se lo impidió, y al final terminó expandiéndolas. Los republicanos bloquearon un proyecto de reforma migratoria que envió al Congreso al inicio de su gobierno, y también le negaron un pedido de 3500 millones de dólares para sumar personal, jueces, e instalaciones en la frontera para evitar desbordes. Limitado, Biden intenta ahora impedir que lleguen más migrantes, un giro fuertemente criticado por aliados de su administración.
Con ese objetivo, la Casa Blanca implementó a principios de este año un enfoque de “garrote y zanahoria”: amplió las expulsiones y endureció la frontera, y puso en marcha un plan para que miles de cubanos, nicaragüenses, haitianos y venezolanos puedan solicitar una residencia legal, bajo ciertas condiciones, y siempre que lo hagan lejos de la frontera.
“El gobierno de Biden mantuvo o expandió las políticas de la administración Trump”, señala Ari Sawyer, investigadora de la frontera de Human Rights Watch (HRW). “Se habló mucho sobre el equipo de transición de Biden y la creación de una frontera humana. Y lamentablemente esa gente se ha ido y el gobierno de Biden ha comprado esta política de disuasión, esta mentalidad antiinmigrante de muchos de los políticos que lo precedieron en lugar de tomar una postura basada en principios. Cualquier política como esta pone en peligro a las personas que cruzan la frontera y a las comunidades fronterizas”, remarcó.
Radicada en México, Sawyer realizó investigaciones en varias ciudades fronterizas, incluida Ciudad Juárez, Nuevo Laredo, Matamoros, Tijuana o Nogales. Documentó casos de violación, extorsión, secuestro y ataques físicos, tanto a manos de carteles y de organizaciones criminales como de fuerzas de seguridad. Los migrantes, dice, son particularmente vulnerables a los secuestros por parte de criminales que luego exigen rescate a familiares en Estados Unidos. Para Sawyer, las políticas de disuasión son inútiles porque la gente nunca dejará de migrar, y Estados Unidos debería “honrar las leyes de asilo”.
Discusión conflictiva
Pero la inmigración, como el aborto o el derecho a portar armas, ha sido en las últimas décadas una de las discusiones más conflictivas de la política norteamericana. Los tibios intentos de los demócratas de expandir los derechos de los migrantes han chocado con el férreo deseo de los republicanos de restringir la llegada de extranjeros. Vanessa Cárdenas, directora Ejecutiva de America’s Voice, una organización a favor de los derechos de los migrantes, dijo en una llamada con periodistas esta semana que los demócratas “están perdidos en acción”, y que los republicanos han sido tomados por extremistas “con una peligrosa retórica antiinmigrante y nacionalista blanca”.
Las acciones de Biden, indicó, no son más que “curitas”, y lo que hace falta es modernizar el sistema migratorio del país. Nada sugiere que vaya a ocurrir.
Dyan Corbett, director del Instituto Hope Border en El Paso, Texas, también reclamó en la misma llamada que Estados Unidos respete los compromisos sobre asilo que impone la legislación internacional y los derechos humanos. Desde la frontera, Corbett admitió lo poco que cambió todo desde el gobierno de Trump al gobierno de Biden.
“Hoy, Ciudad Juárez se parece mucho a lo que era bajo la administración anterior”, señaló Corbett. Biden estuvo en la frontera hace poco, antes de viajar a México. “Cuando el presidente vino hace un par de semanas, se vio con los líderes comunitarios, líderes religiosos, líderes cívicos que le preguntaron, ‘¿nos puede ayudar con esta población? ¿Podemos obtener un estatus migratorio normal? ¿Podemos simplificar el proceso con la patrulla fronteriza?’. Y la respuesta fue ‘no’. La respuesta del presidente de los Estados Unidos. Hay soluciones, hay algunas soluciones pragmáticas”, dijo Corbett. “Pero sí, se ve como se ha visto durante los últimos años”, cerró.
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