Creó una empresa de cohetes de US$ 12.000 millones, pero no quiere viajar al espacio
Sin título universitario, Peter Beck fundó una de las compañías aeroespaciales más exitosas; su historia y por qué no quiere dejar la Tierra
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A sus 47 años, Peter Beck vive por y para el espacio. El motivo es obvio: hace poco más de 18 años fundó la compañía Rocket Lab, una de las empresas aeroespaciales privadas más exitosas del mundo. Sin embargo, este multimillonario neozelandés asegura que la posibilidad de viajar fuera de la Tierra y explorar el universo no está en sus planes. “No creo que sea nada agradable”, consideró.
La historia de Rocket Lab: una compañía aeroespacial valuada en US$12.000 millones
Beck nació y creció en Nueva Zelanda. En 2006, sin un título universitario ni conexiones con la industria espacial, fundó Rocket Lab. En sus inicios, la compañía, que en la actualidad se dedica a la fabricación de satélites, cohetes y brinda servicios de lanzamiento, se enfocó en pequeños despegues.
Según se detalla en su web oficial, la empresa fue pionera en un vehículo de lanzamiento que definió la industria: Electron, que ahora es el segundo cohete más utilizado en Estados Unidos.
Con el paso de los años, Rocket Lab creció al punto de convertirse en una de las empresas aeroespaciales privadas de mayor éxito, con un valor de mercado de US$12.000 millones, de acuerdo a un informe reciente de CNB Make it. Sin embargo, pese a la gran cantidad de lanzamientos exitosos logrados por su compañía, Beck cuenta que no desea viajar al espacio.
¿Por qué Beck, fundador de Rocket Lab, no quiere viajar al espacio?
A diferencia de otros magnates del sector aeroespacial como Jeff Bezos, fundador de Blue Origin; o Richard Branson, de Virgin Galactic; quienes sí participaron de viajes al espacio, Beck explicó en una entrevista con el citado medio que él prefiere quedarse con los pies plantados sobre la Tierra. “Algunas personas tienen un deseo ardiente de ir al espacio. Yo tengo un deseo ardiente de crear cosas que permitan a otros ir al espacio”, señaló.
Además, el neozelandés resaltó que se obsesiona tanto con la preparación de las misiones de Rocket Lab que no podría relajarse y disfrutar de la experiencia en el espacio: “Solo pensaría en todos los factores de seguridad de las válvulas y las estructuras que están debajo de mí, así que no creo que sea nada agradable”.
Beck sostuvo que “hay un grupo poco común de personas que pueden hacerlo”. “Yo soy uno de ellos, por desgracia”, enfatizó. Por último, explicó que hay solo un motivo por el que viajaría al espacio exterior: “Si mi vida dependiera de ello”.
A pesar de su negativa a viajar al espacio, Beck no le teme a los riesgos. Sin ir más lejos, fundar Rocket Lab sin experiencia previa en la industria espacial fue, según sus propias palabras, una “decisión audaz”.
En sus primeros años, la compañía enfrentó desafíos significativos. No obstante, decidió seguir adelante porque “si no se asumen riesgos, no hay recompensa” y en ese caso se termina convertido en lo que él llama “un dinosaurio”, un “jugador tradicional”. “Estábamos un 92% seguros de que iba a salir bien y a funcionar”, concluyó.
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