Algunas personas pueden empezar a sentirse mal con el simple hecho de hacerse una prueba para ver si tienen una enfermedad; por qué el covid-19 puede haber agudizado este efecto
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Hace alrededor de un año, mientras me duchaba, noté un pequeño bulto redondo en la axila. Era duro al tacto y cambiaba de posición cuando lo apretaba, como si fuera un pedazo de mantequilla fría bajo la piel de un pavo. No pude evitar buscar en Google sobre la aparición de bultos y, debido a su ubicación, me obsesioné con la idea de que podría ser las primeras etapas de la leucemia.
Fue entonces cuando comencé a tener otros síntomas: descubrí me dolía todo el cuerpo y estaba cansado, y comencé a perder peso inexplicablemente. Mi médico de cabecera me recomendó que me hiciera una ecografía y, una vez hecha, estaba seguro de que estaba a punto de recibir las peores noticias.
Así que pueden imaginar mi alivio cuando el técnico me dijo que era simplemente un lipoma, un tumor benigno, hecho de células grasas, que no representaba una amenaza grave para mi salud. Casi tan pronto como me enteré, todos esos dolores y molestias desaparecieron y pronto comencé a volver a mi peso anterior.
Influencia de la pandemia
El episodio fue mi primera, y hasta ahora, única, experiencia de ansiedad por la enfermedad (o la salud). Según las últimas investigaciones, al menos el 6% de las personas experimentarán la afección en algún momento de su vida.
Aunque todavía no tenemos estadísticas actualizadas, ese porcentaje puede haber aumentado rápidamente durante la pandemia. Con un ciclo continuo de noticias que enfatizan los síntomas y peligros del virus, es natural sentir cierto nivel de preocupación por una posible infección. Pero para algunas personas, el miedo al virus habrá sido abrumador, alcanzando su punto máximo mientras esperan los resultados de una prueba de flujo lateral o PCR.
La pandemia también podría haber exacerbado las ansiedades sobre otras condiciones. “Sospecho que la ansiedad por la salud aumentó considerablemente durante la pandemia, sobre todo porque la gente tuvo más tiempo para rumiar y reflexionar sobre sus síntomas”, dice Peter Tyrer, profesor de psiquiatría comunitaria en el Imperial College de Londres.
Puede que no sea una coincidencia que mi propio episodio haya ocurrido durante un confinamiento, cuando no pude visitar a amigos que podrían haberme distraído y cuando sabía que tendría acceso restringido al tratamiento médico, en caso de ser necesario. Los últimos dos años demostraron que nunca hubo una mayor necesidad de concienciación sobre la ansiedad por enfermedad y su manejo.
Hipocondría
Nuestra comprensión del trastorno de ansiedad por la salud marca un gran alejamiento de la visión histórica de la condición, que alguna vez se conoció como “hipocondriasis o hipocondría”. A las personas que padecían este trastorno se las llamaba hipocondríacos y, a menudo, se les menospreciaba y ridiculizaba como una pérdida de tiempo.
Muchos comentaristas argumentaban que simplemente querían agregar un poco de drama a sus vidas. “Se consideraban una broma”, dice Tyrer. “La suposición era que a estas personas les encantaba hablar sobre sus quejas”.
No fue hasta 2013 que la Asociación Estadounidense de Psiquiatría adoptó formalmente el término “trastorno de ansiedad por la enfermedad” para describir a las personas con preocupaciones desproporcionadas y debilitantes sobre su salud. (En la literatura médica, la “ansiedad por la salud” se usa a menudo como un nombre alternativo).
Aunque se carece de datos concretos, la mayor disponibilidad de información por internet puede haber aumentado la prevalencia de la ansiedad por la enfermedad en las últimas tres décadas, en comparación con la época anterior a internet.
Factores desencadenantes
Contrariamente a la idea de que los “hipocondríacos” simplemente buscan atención, los orígenes de la ansiedad por la enfermedad en una persona suelen ser muy específicos. “A menudo hay un factor desencadenante”, dice Helen Tyrer, investigadora clínica del Imperial College London y autora del libro Tackling Health Anxiety. (Helen y Peter Tyrer son un matrimonio que investiga la ansiedad por la enfermedad).
“Podría ser que alguien en la familia haya estado enfermo. O que hayan oído hablar de alguien de su misma edad que muere a causa de una enfermedad”. En otros casos, los pacientes pueden desarrollar preocupaciones excesivas y continuas sobre el regreso de una enfermedad anterior, como el cáncer o un ataque al corazón, o el empeoramiento de una condición actual, como la diabetes. La condición se caracteriza por un control obsesivo de los síntomas. Muchos de los afectados pasan horas todos los días investigando posibles enfermedades en internet.
“Cada minuto del día verifican si tienen esta enfermedad o no”, dice Helen Tyrer. “Realmente está en una escala completamente diferente a las preocupaciones de la mayoría de las personas sobre su salud”. “Los pensamientos repetitivos son persistentes y generan mucha angustia”, coincide Sophie Lebel, psicóloga clínica de la Universidad de Ottawa, Canadá, que se especializa en las formas en que las personas enfrentan los diagnósticos de cáncer.
Como es de esperar, la preocupación continua da como resultado muchas más visitas a consultorios médicos y hospitales. Un estudio de pacientes daneses encontró que las personas con ansiedad grave por enfermedad utilizaron entre un 41% y un 78% más de atención médica, durante un período de cinco años, que aquellas con baja ansiedad por la salud.
Claramente, esto tiene un costo financiero y las visitas médicas repetidas pueden no traer mucho beneficio al paciente, ya que se convencen de que los análisis fueron defectuosos. “El paciente podría pensar que era demasiado pronto para presentarse a una prueba o que los resultados se confundieron en el laboratorio”, dice Helen Tyrer.
Del mismo modo, si tu sufres de gran ansiedad por el covid-19, un resultado negativo de un test de flujo lateral una PCR puede no ser suficiente para convencerte de que no estás infectado. (Por supuesto, esto está justificado hasta cierto punto, aunque los resultados positivos de las pruebas laterales tienen una precisión del 99,97%, la tasa de falsos negativos es del 28% en promedio para las personas sintomáticas).
El efecto nocebo
En muchas situaciones, las ansiedades sobre nuestra salud pueden adquirir la apariencia de síntomas, una profecía autocumplida que parece confirmar nuestros temores. Este fenómeno es evidente en los casos del “síndrome de la bata blanca”, en los que el estrés de visitar a un médico puede elevar la presión arterial de las personas, de modo que parezca que están experimentando hipertensión.
Por esta razón, algunos médicos pueden proporcionarte un monitor de presión arterial para que te tomes la presión en tu casa, cuando estés relajado. Pero hay muchas otras formas en que nuestros miedos pueden tomar la forma de una enfermedad. Nuestras expectativas pueden dar forma a nuestra atención y procesamiento sensorial, por ejemplo.
Si sospechas que puedes haberte infectado con covid-19, por ejemplo, puedes estar más consciente de un cosquilleo en la garganta, un dolor en el pecho o una sensación de dificultad para respirar, y cuanto más lo piensas peor te parecerá. Esto es especialmente probable si alguien cercano a ti tuvo la enfermedad, por lo que sabes exactamente qué síntomas esperar, y una prueba lateral o una PCR negativa pueden no ser suficientes para calmar tus temores.
Nuestras expectativas pueden incluso provocar cambios fisiológicos, como la liberación de moléculas vasodilatadoras que causan dolores de cabeza. Los científicos llaman a estas reacciones “efectos nocebo” (un contraste directo con los “efectos placebo” beneficiosos). Y el malestar puede ser tan desagradable como un síntoma con una causa puramente biológica. Esto solo aumentará la ansiedad, creando un círculo vicioso. Si no se trata, la ansiedad por enfermedad crónica puede pasar factura al cuerpo.
Peter Tyrer señala un estudio de 12 años con 7.000 participantes en Noruega sobre el tema. Después de tener en cuenta otros factores de riesgo potenciales, los investigadores encontraron que los altos niveles de ansiedad por enfermedad aumentaban el riesgo de enfermedad coronaria en un 70%.
Esto es particularmente problemático para las personas que tienen una enfermedad cardíaca preexistente, dice Tyrer, con cierta evidencia de que la ansiedad por la salud tiene un efecto en la tasa de mortalidad general. “Si te preocupas demasiado después de haber tenido un evento cardíaco, puedes morir antes que si no te preocupas”, dice Peter Tyrer.
Al menos podrías esperar que las preocupaciones excesivas por la salud animen a alguien a cuidar mejor su cuerpo, como hacer ejercicio o comer bien. Sin embargo, Lebel dice que las personas con ansiedad por enfermedad grave pueden sentirse tan paralizadas por el estrés que tienen dificultad para tomar medidas positivas.
Perspectiva
A medida que el interés por la ansiedad por la enfermedad fue aumentado, también lo hizo la investigación sobre posibles intervenciones. Una de las intervenciones mejor probadas es una forma adaptada de terapia cognitiva conductual (TCC), que ayuda a romper los ciclos de pensamiento negativos.
Según Peter y Helen Tyrer, uno de los mayores desafíos es lograr que el paciente reconozca que su ansiedad es un problema, en lugar de una evaluación racional del riesgo percibido. Durante cada sesión, el terapeuta trabaja con el paciente para identificar los desencadenantes de sus preocupaciones y cuestionar los pensamientos que vienen automáticamente a la mente, para que pueda ver su situación un poco más objetivamente y poner los riesgos en perspectiva.
Esto podría implicar una mirada más analítica a los supuestos síntomas y los momentos en que aparecen. El terapeuta también alentará al paciente a que rompa el hábito de examinarse incesantemente los síntomas. Si su miedo es a tener cáncer, puede pedirle al paciente que pase un día entero o una semana sin buscar bultos, por ejemplo, y luego observe si sus pensamientos recurrentes sobre la enfermedad disminuyó como resultado.
El paciente también aprenderá estrategias como mindfulness (o conciencia plena) y técnicas de relajación para hacer frente proactivamente a los miedos cuando se presenten. Claramente, estos pasos deberán adaptarse a la situación particular de los pacientes.
Alguien que tenga una mayor ansiedad por una recaída de una enfermedad anterior deberá controlar su salud, por ejemplo, pero se le puede enseñar qué signos son significativos y cuáles pueden ignorarse, en lugar de entrar en pánico por cada cambio potencial. “Muchas personas simplemente no saben qué síntomas buscar”, dice Lebel.
La evidencia hasta la fecha sugiere que la terapia cognitiva conductual puede ser efectiva. En un estudio de 444 sujetos, los Tyrers encontraron que la TCC personalizada redujo significativamente la ansiedad por la enfermedad de los pacientes en el transcurso de tres meses. Es importante destacar que los beneficios aun podían verse cinco años después.
Y vale la pena señalar que el programa solo involucró seis sesiones con un terapeuta, lo que lo hace muy rentable. “No estamos hablando de un montón de tiempo”, dice Lebel. Hay incluso sesiones online, con un ensayo reciente de un equipo de la Universidad de Nueva Gales del Sur, Australia, que reveló mejoras significativas en la ansiedad por enfermedad de los pacientes durante las primeras etapas de la pandemia de covid-19.
“En general, el contacto cara a cara es un poco mejor”, reconoce Peter Tyrer. “Porque puedes captar los cambios más sutiles, pero en general el tratamiento en internet es bastante bueno”.
Impacto físico
En última instancia, a los investigadores contactados les gustaría ver una conciencia mucho mayor sobre la ansiedad por enfermedad y las formas de tratarla. Peter Tyrer ve algunos signos de cambio positivo, pero le gustaría que más personas comprendieran las consecuencias a largo plazo de este comportamiento.
“Es importante enfatizar que la ansiedad por la salud no tratada no solo es mala para la salud mental, sino también para la salud física”, dice. “Cada vez hay más pruebas de que va a acortar su vida”. Es posible que hayamos recorrido un largo camino desde que descartamos al “hipocondríaco” como un triste simulador, pero muchos todavía enfrentan sus ansiedades solos sin recibir la ayuda que realmente necesitan.
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