Cómo un chat con planes militares de EE.UU. llegó a la persona equivocada según un experto en inteligencia
Existen varias razones por las que este tipo de fallos siguen ocurriendo, y la administración de Trump es especialmente propensa a ellos
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NUEVA YORK.- ¿Por qué parece tan difícil mantener la información del gobierno clasificada? Tanto Donald Trump como Joe Biden se llevaron documentos ultrasecretos a sus casas. Hillary Clinton almacenó correos electrónicos del Departamento de Estado en un servidor personal. Esta semana, la Casa Blanca añadió accidentalmente a un periodista a un chat grupal sobre los bombardeos en Yemen.
La administración argumenta que no fue un gran problema. Pero los expertos en seguridad afirman que el incidente con el grupo de Signal, en el que se incluyó por error al editor de The Atlantic, fue un descuido peligroso.
Existen varias razones por las que este tipo de fallos siguen ocurriendo, y la administración de Trump es especialmente propensa a ellos.
Difícil de usar
Existen sistemas informáticos diseñados para discutir planes de guerra y otros secretos. Solo se pueden acceder en salas seguras y son extremadamente difíciles de penetrar para potencias extranjeras. No se pueden llevar dispositivos personales a estas salas, que tampoco están conectadas a internet.
Sin embargo, toda esa seguridad también hace que estos sistemas sean incómodos y poco prácticos. En la mayoría de las salas seguras, no es posible alternar entre el trabajo y las redes sociales, como solemos hacer. No se puede revisar un feed clasificado mientras se ve The White Lotus. Salvo los altos funcionarios, que cuentan con Instalaciones de Información Compartimentada Sensible (SCIFs, por sus siglas en inglés) en sus casas, la mayoría debe acudir a la oficina para acceder a la “red alta”, el término informal para los sistemas informáticos secretos.
Los funcionarios del gobierno, incluidos los nuevos nombramientos políticos como los del chat de Signal, reciben capacitación sobre los protocolos de seguridad, cuya violación puede constituir un delito. Sin embargo, resulta difícil cambiar de mentalidad entre una actividad pública, como un discurso económico en Michigan —que el vicepresidente daba el día en que intervino en el chat—, y la disciplina rigurosa que exige el manejo de material clasificado. Los funcionarios de la administración de Biden también usaban Signal en ocasiones, aunque principalmente para coordinar reuniones en SCIFs y no para compartir información confidencial del gobierno.
El estilo de Trump
Las complicaciones burocráticas chocan con la promesa de los funcionarios de Trump de simplificar el trabajo gubernamental y eliminar la burocracia. Trump sostiene que los votantes le dieron un mandato para eliminar trabas administrativas y ha criticado duramente a las administraciones de Biden y Obama por sus procesos deliberativos, que, según él, ralentizan la gestión gubernamental.
Siguiendo esa lógica, su administración actuó con rapidez, a menudo excesiva, sin evaluar siempre las consecuencias. En su afán por reducir la burocracia, la CIA despidió a numerosos empleados de iniciativas de diversidad, sin considerar que muchos de ellos eran reclutadores clave de espías. En otros casos, decisiones drásticas tuvieron que ser revertidas, como el despido de reguladores nucleares que luego fueron recontratados por motivos de seguridad.
Ese mismo enfoque quedó reflejado en el uso de Signal por parte de sus funcionarios. La aplicación, aunque cuenta con cifrado avanzado, no cumple con los estrictos estándares de seguridad del gobierno. Además, al operar en teléfonos personales, estos dispositivos son vulnerables a hackeos por parte de estados y empresas. Sin embargo, para muchos en la administración de Trump, un SCIF era visto como una traba burocrática innecesaria, mientras que enviar mensajes de texto resultaba más práctico y eficiente.
El énfasis en la rapidez también pudo haber llevado al error inicial. Mike Waltz, asesor de seguridad nacional de Trump, o alguien con acceso a su teléfono, añadió accidentalmente al periodista al chat. Fue un simple error humano. En otra administración, alguien probablemente habría verificado antes de enviarlo, pero esta vez no ocurrió.
Por qué importa
Rusia ha compartido inteligencia con los hutíes, el grupo de rebeldes y piratas atacados en los bombardeos en Yemen. Durante una audiencia en la Cámara de Representantes ayer, el congresista demócrata Mike Quigley, de Illinois, planteó una pregunta clave: ¿qué habría sucedido si los hutíes hubieran tenido acceso a la información del chat? (Por ejemplo, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, les había informado el sábado que los F-18 llegarían a las 13.45).
Los hutíes han derribado drones estadounidenses y atacado barcos de Estados Unidos. Además, cuentan con misiles de defensa costera y antiaéreos. Si hubieran sabido del ataque con antelación, podrían haber puesto en riesgo la seguridad de los pilotos estadounidenses, un tipo de riesgo que el gobierno rara vez está dispuesto a asumir.
Durante la audiencia, los jefes de inteligencia de Estados Unidos —el director de inteligencia nacional y el jefe de la CIA— aseguraron que no se había compartido información clasificada. Y si bien es cierto que esos dos funcionarios dijeron poco en el chat, Hegseth proporcionó detalles suficientes para que los rusos comprendieran lo que estaba ocurriendo.
Es razonable suponer que los funcionarios de Trump ya habían usado Signal antes y que habrían seguido haciéndolo si no hubieran sido descubiertos. De hecho, por sus declaraciones de esta semana, parece probable que lo sigan usando. Sin embargo, el escándalo ha puesto a Signal en la mira. China ya tiene acceso a las redes móviles de Estados Unidos y ha interceptado llamadas de figuras prominentes, incluido el vicepresidente JD Vance. No les resultaría difícil infiltrarse en futuras conversaciones.
Ahora, imaginemos otro escenario: en lugar de un bombardeo contra los hutíes, se trata del despliegue de barcos y aviones para defender Taiwán. Si China conociera los planes de Estados Unidos de antemano, podría adelantarse, rodearlos o frustrarlos. Podría poner en peligro vidas estadounidenses e incluso tomar Taiwán antes de que Estados Unidos pudiera reaccionar.
Quizás la posibilidad de un error con consecuencias tan graves termine por convencer a los funcionarios de volver a usar los SCIFs. Para eso fueron creados.
Por Julian E. Barnes
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