Cómo se vivió el fenómeno que paralizó a Estados Unidos en el “sendero de la totalidad”
Millones de personas pusieron pausa en sus vidas para ver un espectáculo que solo ocurre una pocas veces en la vida de una persona; el presidente Joe Biden le tiró un dardo a Donald Trump
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WARREN, Ohio.- El aire se enfría. El día se apaga, aunque después va a volver. Las luces automáticas de las casas, los estacionamientos y los estadios se encienden. La gente mantiene la vista clavada en el cielo. Hay un silencio que parece durar apenas un instante, pero se estira, y, después, desaparece en aplausos, bocinazos, y gritos de asombro. La Luna tapa al Sol, devenido en un anillo perfecto, y el cielo se pinta de naranja en el horizonte como si fuera la hora del atardecer, aunque recién empieza la tarde. Es un momento efímero, pero queda bordado en la retina.
“No creo que alguna vez vaya a dejar de pensar en esto”, dice Eshaan Joshi, 20 años, con las sensaciones del eclipse solar total todavía frescas, mientras el día vuelve a su normalidad.
“En el momento previo, mirás hacia arriba, pero no podés mirar al sol, siempre querés intentarlo, pero no podés. Y de repente, en tan sólo un breve segundo, te sacás los anteojos y ves este anillo de luz, como un halo alrededor de la Luna. ¡Y podés mirar el Sol! Y todo está oscuro. Y hay tonos anaranjados”, describe. “Y durante ese breve momento –termina–, creo que nunca me sentí más conectado con el universo.”
Por un día, Estados Unidos dejó todo de lado para mirar al cielo. El eclipse solar total que recorrió al país desde Texas hasta Maine se transformó en una experiencia compartida por millones de personas, que pusieron pausa para experimentar un fenómeno que solo ocurre unas pocas veces en la vida de una persona.
Los hoteles y los alquileres en Airbnb en el “sendero de la totalidad” –la franja que cortó al país como si fuera la camiseta de River, donde el eclipse fue total–, se fueron, literalmente, a las nubes. Los pasajes de vuelos de cabojate hacia algunas ciudades, como Burlington, en Vermont, o Cleveland, Ohio, llegaron a triplicarse, y a costar tanto como un vuelo internacional. Un número incalculable de personas manejó cientos de kilómetros para poder ver cómo el día se convertía en noche, algunos en busca del lugar ideal, mirando de reojo, hora a hora, el pronóstico del tiempo para encontrar cielos despejados.
En Dallas, 10.000 personas poblaron el arboretum de la ciudad. En Missouri, una fila de automóviles esperó afuera del Parque Estatal Trail of Tears, tres horas antes de que abriera a las 7 de la mañana para poder ver el eclipse sobre el río Mississippi. En Nueva York, la gente se instaló frente a las cataratas del Niágara, con carpas, sillas y heladeras con comida para matar las horas y ver una postal que no volverá a verse por más de 100 años.
En Washington, el Mall, punto de encuentro de la ciudad, atrajo más gente de lo habitual, y el presidente, Joe Biden, aprovechó el evento cósmico para tirarle un dardo a su rival, Donald Trump, blanco de memes y bromas por mirar directo al sol durante el último eclipse, en 2017, desde el balcón de la Casa Blanca, sin lentes protectores.
“Amigos, disfruten el eclipse”, dijo Biden en un video donde se lo ve en el mismo lugar, pero con lentes. “Pero no sean tontos, vayan a lo seguro y usen lentes protectores”, cerró.
An eclipse is worth marveling at.
— President Biden (@POTUS) April 8, 2024
But don't be silly, folks – play it safe and wear protective eyewear. pic.twitter.com/S6REAiZ735
Este año, una verdadera alineación planetaria de factores hizo que el eclipse fuera un suceso de mayor envergadura, mucho más espectacular que el de 2017, la última vez que la Luna se cruzó delante del sol sobre el territorio de Estados Unidos.
“El sendero de la totalidad” fue más ancho porque la Luna, este año, está más cerca de la Tierra, y también mucho más poblado: alrededor de 32 millones de personas viven en el recorrido que hizo el eclipse, contra unas 12 millones hace siete años. Ahora hubo además más oscuridad: en 2017, el período más largo de totalidad ocurrió cerca de Carbondale, Illinois, y duró 2 minutos y 42 segundos. Este año, cuando el eclipse entró a Texas, la totalidad duró más de 4 minutos, un paréntesis que se repitió en otros estados y similar al que vivió Canadá. donde el eclipse se estiró por más de 3 minutos. Y además, por el recorrido que hizo el eclipse de sur a norte y de oeste a este, mucha gente que vive en la costa este decidió moverse para poder experimentar el fenómeno en su plenitud.
En Warren, Ohio, una ciudad de menos de 40.000 habitantes, cientos de personas se juntaron en la tribuna del estadio del colegio secundario Warren G. Harding para un “Eclipse Celebration” que incluyó trivia, food trucks, y una exposición sobre “La vida en 1806 durante el último eclipse”. Allí, era bastante sencillo encontrar gente de Maryland, Virginia, o de Pensilvania que manejó el mismo día o el día anterior para poder ver el eclipse. Warren era una de las ciudades en Ohio en el borde del sendero de la totalidad, y se convirtió en un destino turístico improbable por un día al que llegaron filas de autos desde la costa Este, donde el eclipse también se vio, aunque fue parcial. Para algunos, fue la última oportunidad de ver algo así.
“No llego al próximo, así que mejor ver este”, bromeó Sharon Henderson, de 81 años, sentada en una silla plegable en un picnic improvisado en los jardines fuera del estadio junto con su hija, y su sobrina, que había llevado a sus dos hijos. El próximo eclipse en Estados Unidos ocurrirá dentro de 20 años, en 2044. “Yo la obligué a venir”, bromeó su hija, Lisa. Habían manejado ese mismo día desde Pittsburgh, en Pensilvania, donde viven. Era la primera vez que las tres se reunían para un eclipse. Sharon Henderson había visto por su cuenta el de 2017, pero, esta vez, fue distinto.
“Es casi como si el mundo se hubiera detenido –describió–. Sólo por ese momento.”
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