Cómo la carrera de Estados Unidos por la bomba atómica generó problemas persistentes de desechos radiactivos en St. Louis
Los investigadores federales de salud han encontrado un mayor riesgo de cáncer para algunas personas que, cuando eran niños, jugaban en un arroyo contaminado con residuos de uranio
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ST. LOUIS, Misuri.- El gobierno federal y las empresas responsables de la producción de bombas nucleares y los sitios de almacenamiento de desechos atómicos en el área de St. Louis, en el estado de Misuri, a mediados del siglo XX eran conscientes de los riesgos para la salud, pero a menudo los ignoraban, según documentos revisados por The Associated Press.
Décadas después, los efectos siguen afectando a la región. Los investigadores federales de salud han encontrado un mayor riesgo de cáncer para algunas personas que, cuando eran niños, jugaban en un arroyo contaminado con residuos de uranio. Una escuela primaria cerró el año pasado debido a preocupaciones por la radiación. Un operador de un vertedero está gastando millones para evitar que la combustión subterránea llegue a los desechos nucleares depositados ilegalmente en la década de 1970.
AP, en colaboración con The Missouri Independent y el equipo de periodismo sin fines de lucro MuckRock, examinó cientos de páginas de memorandos internos, informes de inspección y otros documentos que datan de principios de la década de 1950, y encontró indiferencia y falta de preocupación ante los riesgos de los materiales utilizados en el desarrollo de armas nucleares durante y después de la Segunda Guerra Mundial.
La revisión de AP no descubrió evidencia de conducta criminal. Lo que sí encontró fueron numerosas ocasiones en las que las empresas, los contratistas o el gobierno podrían haber abordado problemas significativos, pero no lo hicieron.
El papel histórico de St. Louis
St. Louis formó parte de un esfuerzo nacional geográficamente disperso para construir una bomba nuclear que fue probada en Los Álamos, Nuevo México. Gran parte del trabajo en el área de St. Louis involucró uranio, donde Mallinckrodt Chemical Co. era un importante procesador del elemento en una forma concentrada que luego se refinaba en otros lugares para convertirlo en el material utilizado en las armas.
“Se trata de una empresa de industria pesada”, dijo Gwendolyn Verhoff, historiadora del St. Louis Community College.
Pocos meses después del ataque japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, Mallinckrodt comenzó a procesar uranio cerca del centro de la ciudad. En 1946, el gobierno compró tierras cerca del aeropuerto y comenzó a transportar residuos nucleares desde las instalaciones de Mallinckrodt.
Mientras tanto, a partir de 1941, el gobierno comenzó a fabricar explosivos en una nueva planta en Weldon Spring. La producción allí finalizó en 1945, pero no antes de que se contaminara el suelo, los sedimentos y algunas fuentes de agua, como el arroyo Coldwater Creek.
En la actualidad, la limpieza gubernamental de Weldon Spring está completa, pero el sitio se considera permanentemente dañado y requerirá supervisión perpetua. En lugar de retirar los desechos, el gobierno construyó un montículo de rocas de 22 metros de altura, para servir como una celda de disposición permanente para gran parte de los desechos. El gobierno afirma que el sitio es seguro, pero algunos residentes locales todavía se preocupan. Alrededor de 5300 personas viven en Weldon Spring, pero decenas de miles más viven a poca distancia en la vecina O’Fallon.
La Comisión de Energía Atómica (AEC), históricamente responsable del programa de armas nucleares de la nación, fue abolida en la década de 1970, en gran parte debido a las críticas públicas sobre su manejo de la seguridad nuclear. Ahora, el Departamento de Energía es el encargado de supervisar las armas nucleares y los desechos nucleares del país. El departamento ha detallado públicamente el daño ambiental causado por la mala gestión de los desechos anteriores en términos de personas y medio ambiente. En la actualidad, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército se encarga de la limpieza en varios sitios antiguos del programa nuclear, incluyendo en St. Louis.
El vocero del Cuerpo de Ingenieros del Ejército, George Stringham, afirmó que su enfoque principal es la limpieza.
“Los métodos históricos de almacenamiento y transporte han contribuido significativamente a los desafíos que enfrentamos hoy”, señaló.
Ignorando el medio ambiente
Menos de un año después de la victoria en la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill viajó a un pequeño pueblo de Missuri y anunció un punto de inflexión en la historia: se había “levantado un telón de acero” en Europa. La brutalidad de la guerra mundial se transformó rápidamente en un peligroso enfrentamiento con la Unión Soviética. En el afán de Estados Unidos por alcanzar la supremacía nuclear, en toda la región de St. Louis, cuando se arrojaban desechos peligrosos, los funcionarios eran indiferentes a los riesgos que representaban los materiales que eran tan vitales para el programa nuclear.
El enfoque se centraba en la velocidad y el secreto. El medio ambiente quedaba en segundo plano.
Por ejemplo, en un memorando del 17 de marzo de 1953, Merril Eisenbud, director de la división de salud y seguridad de la Comisión de Energía Atómica, escribió que, en su opinión, “no existía ninguna emergencia”, al referirse a un derrame de bario.
“La decisión sobre qué acción tomar sin duda implicará un equilibrio entre los costos, los riesgos potenciales y los aspectos de relaciones públicas”, dijo Eisenbud.
No fue solo en St. Louis. En el sitio árido de Los Álamos en Nuevo México, donde se desarrollaron las armas, por ejemplo, los desechos se arrojaban a los cañones cercanos.
El manejo de los desechos “estaba protegido de una mayor supervisión u atención pública”, explicó Edwin Lyman, director de seguridad de energía nuclear de la Unión de Científicos Preocupados. En ese momento, los estándares ambientales eran menos estrictos y el secreto del programa permitió que se continuaran prácticas deficientes durante demasiado tiempo, añadió.
Los trabajadores recibían cierta protección, pero los riesgos para la salud en algunos casos se ignoraban o se desestimaban.
Los esfuerzos para exigir la limpieza han sido liderados en gran parte por mujeres que no aceptarían un “no” por respuesta.
El padre de Denise Brock falleció en 1978. Cuando Brock se enteró en 2001 de que los antiguos trabajadores de Mallinckrodt con ciertos tipos de cáncer eran elegibles para recibir compensación federal, se convirtió en una activista. En 2003, fundó United Nuclear Weapons Workers y trabajó con otros para convencer a los legisladores federales de facilitar que miles de antiguos trabajadores obtuvieran compensación por sus enfermedades.
La insistencia de Brock llevó al gobierno a comenzar a ofrecer hasta 400.000 dólares a aquellos que trabajaron en instalaciones nucleares en todo el país y desarrollaron ciertos tipos de cáncer, o a sus sobrevivientes. En las últimas dos décadas, el gobierno ha pagado 23.000 millones de dólares.
Miedo persistente
Mientras que los trabajadores nucleares tuvieron una exposición directa, las personas que viven cerca de los sitios de contaminación se preocupan por la incertidumbre. Muchos de los que crecieron en la zona no fueron informados sobre los riesgos durante décadas.
En 2007, Dawn Chapman y Karen Nickel estaban tan preocupadas por el cáncer y otras enfermedades inusuales en sus vecindarios del condado de St. Louis que fundaron Just Moms STL.
En 2019, la Agencia Federal para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades emitió un informe que encontró que las personas que regularmente jugaban en Coldwater Creek cuando eran niños, desde la década de 1960 hasta la de 1990, podrían tener un ligero aumento en el riesgo de cáncer de huesos, cáncer de pulmón y leucemia.
Algunos expertos son escépticos. Tim Jorgensen, profesor de medicina de radiación en la Universidad de Georgetown, indicó que el factor de riesgo más importante para el cáncer es la edad y que la contribución de la radiación local sería tan baja que sería difícil de detectar.
“El público también tiende a sobreestimar el riesgo de cáncer inducido por radiación”, opinó Jorgensen.
La negligencia del gobierno en el manejo de la contaminación nuclear durante décadas ha hecho comprensible que la gente dude de las promesas oficiales de que las condiciones son seguras ahora, sugirió Arjun Makhijani, experto en energía nuclear y presidente del Instituto de Investigación en Energía y Medio Ambiente.
“No hay confianza alguna”, dijo.
Jim Gaffney, ahora en sus 60 años, creció en la década de 1960 jugando en Coldwater Creek; su hogar de la infancia daba hacia el arroyo. Fue diagnosticado con linfoma de Hodgkin en etapa 4 en 1981 y le dieron pocas posibilidades de sobrevivir. Un trasplante de médula ósea le salvó la vida, pero el costo de la radiación, la quimioterapia y la enfermedad ha sido enorme.
“Ahora tengo hipertensión, insuficiencia cardíaca, me han extirpado al menos cinco tumores de vejiga desde 1995. Sigo aquí, pero no ha sido fácil”, contó.
El hijo de los Gaffney, Joe, ha estado luchando contra el cáncer de tiroides desde 1998, cuando tenía 18 años.
Tricia Byrnes nadaba en las canteras de Weldon Spring cuando era adolescente. Hace ocho años, a su hijo de 15 años le diagnosticaron un raro cáncer de timo, un pequeño órgano cerca del corazón. Ella se pregunta si hay alguna conexión.
El año pasado, se frustró tanto por la falta de reconocimiento sobre el riesgo para la salud en Weldon Spring que se postuló con éxito como republicana para la Cámara de Representantes de Missuri, donde está impulsando una compensación federal para aquellos que creen que sus enfermedades están relacionadas con la contaminación.
Las preocupaciones surgen incluso cuando el gobierno asegura la seguridad. En octubre pasado, un científico privado contratado por abogados involucrados en demandas por la contaminación de Coldwater Creek realizó un estudio que sugiere contaminación radioactiva en la Escuela Primaria Jana en Florissant, Misuri, que se encuentra a lo largo del arroyo.
En marzo, la junta escolar decidió cerrar la escuela después de recibir llamados para hacerlo por parte de políticos de ambos partidos.
Michael Phillips y Jim Salter
Agencia AP
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