El 29 de abril de 1992, un jurado absolvió a cuatro agentes de policía blancos que habían sido grabados en video un año atrás, dándole una paliza a un hombre negro; la decisión judicial desencadenó una ola de saqueos e incendios
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El caso Rodney King prendió la mecha, pero la dinamita ya estaba allí. En eso coincide la mayoría de personas que, 25 años después, evocan lo vivido durante los disturbios y que mantuvieron el sur de Los Ángeles en estado de emergencia durante cinco días. “Lo de King fue la gota que colmó el vaso. El alzamiento fue un grito de desesperación contra el olvido, la pobreza y la brutalidad policial”, le cuenta a BBC Mundo Aurea Montes-Rodríguez.
Esta mujer de origen mexicano tenía entonces 17 años y regresaba del instituto cuando se encontró en medio del caos. Para Timothy Goldman, expiloto del ejército estadounidense y testigo directo de los sucesos, la policía no supo reaccionar en un principio a una situación que terminó por descontrolarse.
El resultado: más de 50 muertos, más de 2000 heridos, numerosos arrestos, más de 7000 incendios y unos US$1000 millones de pérdidas en daños materiales.
¿Cuál fue el detonante?
“Estaba ayudando a unos amigos con una mudanza. Íbamos de un sitio a otro desde el centro hasta el sur de la ciudad. De pronto me encontré a mis amigos con gesto triste”, relata Goldman en conversación con BBC Mundo. “Cuando oí el veredicto, se me encogió el corazón. Me quedé pasmado. Suspendimos la mudanza”.
La fecha a la que hace referencia el expiloto militar es el 29 de abril de 1992. Un jurado formado por diez miembros blancos, uno asiático y uno latino absolvió ese día a cuatro agentes de policía blancos que fueron grabados en video un año antes dándole una paliza a un hombre negro: Rodney King.
En la madrugada del 3 de marzo de 1991, King manejaba a toda velocidad por una autopista de Los Ángeles. Lo acompañaban dos amigos. Habían estado viendo baloncesto y bebiendo cerveza, y lo último que querían era ser parados por las autoridades. Cuando un vehículo policial les dio la orden de detenerse, King aceleró.
La persecución los condujo hasta una oscura calle en el sur de la ciudad. Los tres ocupantes del auto fueron sacados a la fuerza, pero cuatro agentes se ensañaron con King. Descargaron sobre él sus armas eléctricas, le dieron patadas y lo golpearon con porras de aluminio.
Un vecino alertado por el ruido de los helicópteros tomó una cámara de video y grabó toda la escena. Mandó el material a la emisora local KTLA y, en cuanto se difundieron las imágenes, la golpiza lanzó a King a la fama internacional. Posteriormente, los cuatro agentes fueron imputados y enjuiciados.
Tras el juicio y después de siete días de deliberaciones en una corte del condado de Ventura, al norte de Los Ángeles, los policías fueron absueltos. Ese veredicto fue el que prendió la mecha y dio lugar a unos disturbios (o levantamiento, como prefieren decir los activistas) que pasaron a la historia y sirven de referencia cada vez que estallan choques raciales en el país. La multitud empezó a incendiar bloques enteros de pisos y saquear los comercios de la zona.
Errores en la reacción
Timothy Goldman corrió al cruce de las avenidas Florence y Normandie, donde se dieron los choques más violentos, y filmó en video algunas de las escenas más desgarradoras. “Esas grabaciones terminaron por hacer que me fuera de Los Ángeles. La policía las usó en casos judiciales y me sentí rechazado por la comunidad negra. Me fui, no quise seguir en este ambiente”, le dice a BBC Mundo.
El efecto sobre Aurea Montes-Rodríguez fue el contrario. “Estos hechos marcaron mi vida, me hicieron ser lo que soy. Profundizaron en mí el deseo que ya tenía de trabajar por la justicia social, por mis vecinos, por mi barrio”, nos cuenta en la sede de la organización Community Coalition, de la que es vicepresidenta ejecutiva.
Cada uno tomó un camino diferente, pero sus relatos de aquellos sucesos son muy similares. Ambos opinan que el problema de fondo era muy anterior a Rodney King y, en el caso de los disturbios, le reprochan a la policía no haber actuado antes. “Dejaron a la comunidad a su suerte”, sostiene Montes-Rodríguez. “Se fueron a proteger otras zonas de la ciudad que les preocupaban más”, agrega.
Por su parte, Goldman expone: “Yo grabé cómo se retiraba la última patrulla policial”. “Luego, escuché los camiones de bomberos, pero pasaron de largo, se fueron hacia el norte de la ciudad, no podía creerlo”.
“En mi opinión, ese fue el gran error. Hay gente que dice que no tiene nada que ver, pero creo que el saqueo de las licorerías hizo también que se recrudeciera la violencia, el alcohol jugó un papel importante”. También coinciden en que lo más enervante fue la muestra de impunidad que supuso la absolución de los agentes.
“Las imágenes estaban grabadas, todos pudimos verlas, aquí y fuera de Estados Unidos, todos vimos la paliza a Rodney King”, subraya Montes-Rodríguez. Los acusados, por su parte, alegaron que el hombre fue desafiante y agresivo y que eso no se mostró en la grabación porque, según ellos, las imágenes fueron editadas.
En cuanto a la reacción policial ante los disturbios, el gobierno del entonces presidente George H.W. Bush se defendió de las críticas arguyendo que gracias al despliegue de la Guardia Nacional en la zona se puso fin a la violencia. “¡La Guardia Nacional tenía permiso para disparar!”, recuerda alarmada Montes-Rodríguez. “Pasaron de abandonar a la comunidad a convertir esto en un estado policial”, agrega.
¿Se puede repetir?
En el caso concreto del sur de Los Ángeles, las tasas de homicidios han caído, el barrio está en mejores condiciones y en general se reconoce el trabajo del departamento de policía por adoptar tácticas más orientadas a la comunidad. Sin embargo, la zona sigue siendo una de las más pobres de la ciudad.
Hay quejas frecuentes sobre la falta de supermercados con alimentos frescos y, para muchas personas, South Central sigue siendo un símbolo de violencia racial y pobreza. En una mirada más amplia, cabe recordar los distintos casos de jóvenes negros muertos a manos de la policía que han desencadenado protestas en diferentes puntos del país en los últimos años. Sin embargo, es difícil que se repita lo que sucedió en Los Ángeles hace 25 años.
Por un lado, las autoridades dicen haber aprendido la lección y aseguran que no dejarán que se dé una situación similar de descontrol y saqueo. Por otro, los grupos que protestan están mucho mejor organizados, basta recordar el movimiento Black Lives Matter, por ejemplo.
“Pero sigue faltando justicia social, sigue habiendo riesgo de que estalle la bomba”, advierte Montes-Rodríguez. “Más que preguntarnos si volverá a ocurrir algo similar, tenemos que recordar lo que sucedió hace 25 años, precisamente para que no se repita”, concluye Goldman.
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